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Se levanta el telón: ¿ficción o realidad?

«¿Quién no ha usado en algún momento de su vida una máscara? Todos tenemos actitudes que representamos para que los demás no nos reconozcan. Hombres y mujeres nos hemos convertido, con el tiempo, en expertos en el uso de las mascaras. Sabemos bien cuál usar de acuerdo con quien estamos y a la situación que vivamos, pero en medio de ese trajín, que no nos da descanso, nos olvidamos de mejorar quien realmente somos. Las máscaras no hacen excepción de personas, edad, raza o religión.

Hay capacidades, recursos, potenciales que sólo te pertenecen y fueron creados para que tú los pongas en marcha; sin embargo en muchas ocasiones preferimos usar mascaras, simular y no mostrarnos tal cual somos.

Algunas de las mascaras son:

Máscaras de poder: muchos las tienen sólo para cubrir sus necesidades bisicas, pero se esmeran en convencer a los otros de su poder diciendo: «Yo soy amigo de tal» o «Yo soy í timo del director».

Máscaras de superioridad: las llevan aquellos que transportan su currículum a todas partes. Necesitan impresionar, demostrar y sobresalir.

Máscaras de víctima: las usan personas que nunca sonríen, que sufren por todos y por todo. Y todo le sucede a ellos, ¡nunca los podrás igualar en fatalidades¡

Sin darte cuenta, terminas necesitando cada vez más máscaras para actuar el papel que quieres que otros crean de ti, olvidando que estas máscaras terminan ridiculizando tu vida, aprisionan lentamente tus emociones y te convierten en un ser dependiente de ellas.

Imagtnate que un día vas a una fiesta y te pones una máscara. La usas toda la noche, lo pasas bien, pero resulta que cuando llegas a tu casa, estás tan, pero tan cansado que te acuestas y te olvidas de sacártela. Resulta que al otro d8a, cuando te levantas y te miras al espejo ¡te asustas!, porque no te reconoces. Lo peor es que cuando te quieres sacar la máscara, el pegamento con el que la fijaste en tu rostro es tan bueno que no la puedes arrancar. Entonces vas al médico y él te dice: «Señor, usted está condenado a vivir con esa máscara, el pegamento que usó es tan poderoso que nunca más podrá sacársela».

¿Te imaginas yendo al trabajo con esa máscara, mirarte al espejo y verte así? ¿Sería tristísimo?

Sucede que las máscaras terminan adhiriéndose a tu piel y tú necesitas cada vez más de ellas. Pero la realidad es que sólo sirven para convencer a los demás de algo que no eres.

Por eso, cuando tú decidas quitártela y mostrarte ante todos tal cual eres, con tus defectos y virtudes, entonces comenzará tu verdadero cambio. A partir del momento en que decidas no usarlas más, toda la energía que consumiste llevándolas durante tantos años, podrás canalizarla en definir y proponerte alcanzar tu propósito.

Lee detenidamente este cuento de Kalil Gibran:

Había una vez, un hombre que había hecho siete máscaras y las usaba permanentemente. Un día entraron ladrones a su casa y robaron todas ellas. El hombre, desesperado, comenzó a seguir a los ladrones gritando: «Ladrones, ladrones, devuelvan mis máscaras, no se las lleven». Los ladrones corrían, corran y el hombre los seguía por toda la ciudad.

En un determinado momento, los delincuentes se encontraban trepando por un edificio y cuando este señor que había sido robado levantó su rostro para verlos, por primera vez los rayos del sol dieron en su cara, y, entonces, por primera vez, sintió el calor del sol.

En ese momento, ese hombre que hasta hacía unos instantes lloraba por sus máscaras, comenzó a gritar: «Ladrones, benditos ladrones que me han robado mis máscaras».

Separa tiempo para conocerte y enfócate en tu propósito. No hay meta demasiado alta que con pasión, fe y perseverancia no se pueda alcanzar.

Gente tóxica.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora