...Porque yo...

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Mire detenidamente cada ventana en la habitación, 5 ventanas, puestas una frente otra en línea representándome de maneras extrañas, todas menos la del color que brillaba con más fuerza, la única en medio del camino que formaban las demás ventanas, la de color rojo.

Me acerque por instinto a esta, pero...

—¿Está cerrada?

La ventana, con un marco de madera fina y de aspecto londinense, tenía un candado que impedía abrirla, mire las demás ventanas.

— Todas están cerradas...

Cada ventana parecía poseer un tipo de marco parecido a la compañera que tenían enfrente, pero con un candado diferente, todas menos una, una ventana dorada que yacía al final de la habitación, brillando tímidamente, Fui hacia ella, Era una ventana de tipo japonés, En ella estaba yo, con el cabello suelto y un pincel cruzado detrás de mí.

La abrí con un leve movimiento de brazo.

Una brillante luz dorada lo envolvió todo, cegándome, y cuando pude ver finalmente donde me encontraba el corazón casi se me sale del pecho

Era mi hogar.

Estaba en el patio del pequeño y elegante templo en el que Itona, mi padre y yo habíamos vivido durante 6 años tranquilamente antes de que fuera destruido.

Entre a la casa, nervioso, y esperando ver los cientos de papeles con dibujos en el suelo y los miles de pergaminos que mi padre poseía, pero allí no encontré nada de eso, de hecho, no encontré nada familiar.

La desordenada vivienda que yo conocía ahora estaba ordenada, sin dibujos, ni juguetes, ni espadas o pergaminos por el suelo, Ni siquiera pude sentir el confortante silencio y vacío con el que me había criado.

En su lugar habían muchas personas, corriendo con baldes, toallas y cobijas, gritándose los unos a los otros y moviéndose de lugar frenéticamente.

Y entre aquellas exasperadas personas

—Padre... ¿?

Su habitual cabello despeinado amarrado elegantemente en una coleta que descubría su ojo azul izquierdo y tapaba su ojo dorado derecho, En sus brazos un pequeño bebe dormía pacíficamente, ajeno a el caos a su alrededor y detrás de ellos, algo extraño, Alguien extraño pisándoles los talones; un joven muchacho albino.

Tenía la tez y el cabello blancos como la nieve y los ojos de un color rojo brillante; Delgado y tal vez un poco más bajo que yo, llevaba puesto ropas muy antiguas, de estilo griego pero que parecían estarse usando por primera vez, y aun así, a pesar de todas estas particularidades, nadie parecía estarse fijando en el joven muchacho.

—Interesante ¿no es así? — una voz me saco de mis pensamientos voltee y a mi lado, en una estantería elegante había un pequeño gato con orejas largas y el pelaje de color arena, con difuminadas rayas negras en su patas

—¿Un gato?

— De las arenas, para ser precisos, si señorito

—Un gato me está hablando...y encima ¿un gato de las arenas? —puse la mano en mi frente— ¿Q-qué está pasando?

— Lo importante no es que está pasando, si no cuando está pasando, presta atención muchacho.

El gato dirigió su mirada a la habitación en la que estábamos, señoras entraban y salían de una habitación contigua donde podían escucharse los gritos de una mujer.

—¿sabes lo que está sucediendo? — El gato hablo y yo solo lo vi atónito—¿Lo sabes? ¿O lo explico con plastilina?

—Creo...creo que es un parto...—Respondí confundido por todo lo que estaba pasando y justo cuando abrí la boca se escuchó un llanto.

Escribiendo Amor,Dibujando Odio || KarmagisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora