42: La gota que colmó el vaso.

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- ¡No! - chillé - ¡No pienso hacerlo! ¡No puedes obligarme!

- Claro que puedo. - extendió la varita hacia mi. Me puse las manos sobre la cara, esperando un Imperius o algo así. Sin embargo, se detuvo. Luego apuntó a Riley. - O lo haces tú... O lo hago yo.

- No - dije entre dientes. Ella insistió, acercándose más a Riley.  Pense en lanzarselo. Al fin y al cabo no podía hacer magia. ¿Pero y si aquel hechizo si salía? La simple idea de herir a Riley me aterraba. - ¡Vamos! ¡Hazlo!

Negué de nuevo.

- Tu lo has querido.  Cruccio.

Riley se tiró al suelo y comenzó a chillar de dolor . Tiré mi varita al suelo y me giré hacia Helk llena de ira. Mi varita se rompió, a la vez que noté algo romperse dentro de mí. Lo escuché. Un crujido. Algo extraño. Sentí un cosquilleo de arriba a abajo. La cabeza comenzó a darme vueltas . Me acerqué a Helk poco a poco mientras notaba como algo se alzaba detrás de mí. La sangre me hervía. Esa mujer no volvería a humillar a nadie. Nunca más. Un remolino me envolvía las piernas y los brazos cuando, de repente, perdí el conocimiento.

Narra Riley

Sentí un fuerte alivio cuando el hechizo de Helk paró. Zorra. Estaba muy asustada, mirando hacia arriba. Una masa negra crecía cada vez más a lo largo de la clase. Un obscurus. Estaba formado por "círculos de grasa", desde dentro hacia fuera. En el más pequeño había una cara, completamente pálida, con los ojos abiertos que en lugar de iris tenían una extraña luz blanca. Kate. Debí de haberme dado cuenta. Un Obscurus se hace más fuerte cuando el sujeto tiene miedo de mostrar su magia. Debí impedírselo. Podríamos haberlo pasado a tiempo. Kate se lanzó contra Helk. Esta, rápidamente, consiguió lanzar un hechizo protector. De repente la puerta se abrió. Lily pasó dentro, seguida de su padre, McGonagall, Dumbledore y un torpel de alumnos curiosos.

- ¡Apártense todos! - gritó McGonagall alzando la varita. Lily vino hacia mi y me liberó del hechizo pegajoso. Ambas corrimos hacia la puerta, seguidas del resto de estudiantes, que se levantaron de sus pupitres. Kate se lanzó por trigésima vez a por Helk. Esta vez, la profesora no se defendió. No aparecía bajo la masa negra. Recé a Merlín por que Kate no la hubiera matado, o tendría que ir a visitarla a Azkaban. Cuando se aseguró de que todos estábamos a salvo gritó un hechizo contra el Obscurus. Y por un momento desapareció. Kate no estaba allí. Helk tampoco. Se extendió un murmullo entre los estudiantes. Caminé hacia atrás y choqué contra un chico, cayendo encima de él.

- Lo... Lo siento - dije casi sin fuerzas. Él me ayudó a levantarme.

- ¿Eres la amiga de Kate?

- Sí.

- ¿Sabes dónde está?

- ¿¡Es qué no sabes que ha pasado aquí!?

- Acabo de llegar.

- El Obscurus... Kate... Y Helk... Y todo se ha ido a la mierda.

- ¿¡Y nadie sabe dónde están!?

Negué con la cabeza. Entonces una sonora explosión resonó fuera. Todos corrimos hacia el patio. El Obscurus estaba allí, más grande y más furioso. ¿Dónde estaba Helk? Se las había ingeniado para subir a una de las torres más altas. McGonagall lanzó otro hechizo aún más fuerte contra el Obscurus. Escuchamos un grito de dolor femenino, pero la bestia se hizo más grande.

- ¡Todos fuera de aquí! - gritó la directora.

- ¡No voy a dejar sola a Kate! - sentencié.

- Eso de ahí no es Kate. Es un monstruo que quiere matarnos a todos. - contestó ella. - Salga de aquí, Hagrid.

- ¿Vais a matarla?

Yo... ¿En Hogwarts?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora