Capitulo 3

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Dulce Espinoza... ¿trabajando para él?

Era una locura, pensó Ucker mientras los dos
comían y él tuvo un momento para pensar en lo que
ella había dicho y buscarle una perspectiva algo
racional a una idea de lo más irracional.

Después de todo, sólo habían compartido una noche...
una noche increíble e impresionante. Una noche en la
que los dos habían acordado no ir más allá y dejarlo
todo anclado firmemente al pasado.

Cuando se había despertado a la mañana siguiente
con ella en sus brazos, había pensado... sólo por un
momento... en dar el siguiente paso, pedirle que se
quedara otro día, una semana, un mes,que volviera a
verlo. Se había quedado intrigado por la dulce y algo
descarada maestra de preescolar que había parecido
estar tan dispuestos como él a despojarse de su
corriente vida a cambio de unas horas inolvidables.

Pero entonces sonó su teléfono y volvió a la realidad, a
un mundo que esperaba que Christopher Uckerman fuera
responsable. La única elección lógica había sido dejar
libre a Dulce y volver a su refugio, ese donde no
existían las relaciones personales.

¿No había aprendido con Claudia que sentar cabeza
no estaba hecho para él? ¿Que era el último hombre
del mundo que debería casarse?

Y si había algo que había observado en Dulce era que,
a pesar de esa noche de desenfreno, era una mujer de relaciones largas y estables.

Por eso, por la mañana decidieron seguir caminos
separados, como si esa noche nunca hubiera sucedido.
No sería más que un gran recuerdo, tal y como habían acordado, y desde entonces él se había mostrado feliz
con su decisión. Si, había pensado en ella, ¿que
hombre no pensaría en ella con esa melena rojiza
hermosamente despeinada y esos grandes ojos avellana?
Pero el se había guardado esos pensamientos en su
memoria y no había actuado movido por ellos.

¿Ocultaba Dulce la verdadera razón por la que estaba
allí? ¿Había algo que no le estaba contando? Sentía
que se estaba guardando algo, pero no sabía si tenía
que ver con el hecho de que quisiera trabajar con él.

La vio beber su bebida y en su rostro con forma de
corazón no vio más que entusiasmo y sinceridad.
Alguien que estaba verdaderamente interesado en su
idea, la misma que sus mejores consejeros habían
descartado por ser poco práctica.

Durante todos esos años había estado reservando esa
idea para el futuro y ahora Dulce estaba sentada
enfrente de él ofreciéndole una oportunidad de
hacerla realidad.

Había dicho que en él había visto un hombre «vivo y
emocionado ».
¿Cuanto tiempo hacía que Ucker no empleaba esos
adjetivos para describirse?

Si, iba a trabajar todos los días, hacia un trabajo que le
encantaba, pero había perdido esa energía y ese
entusiasmo hacia mucho tiempo.
No, no mucho tiempo. Podía decir exactamente la
fecha en la que su pasión por la empresa había
desaparecido; fue el mismo día en que había perdido a
la única persona que hacia que ir a trabajar fuera una
experiencia divertida y memorable. La persona con la
que había creado la compañía, la única que Ucker
había creído que siempre estaría ahí en el despacho al
lado del suyo. Desde ese día se había volcado en el
trabajo, pero estar allí ya no era lo mismo.

Y ahora estaba Dulce Espinoza abriendo una puerta
que él no se había dado cuenta que había cerrado.
Hasta ahora. ¡Maldita sea!

Una vieja emoción lo recorrió, una energía que no
había sentido desde los primeros días en que creó la
empresa con Oscar, cuando cada día era una aventura
y no sabían si ganarían o perderían un dólar. Para un
hombre que tenía toda su vida programada, esa
sensación era liberadora. La reconoció...

Embarazo en las vegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora