Capitulo 4

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Chris: Estas loco — le dijo Christián a Ucker la mañana
siguiente —. Pero es la clase de locura que me gusta.

Ucker levantó la vista de la pila de papeles que tenía
sobre el escritorio, una pila que no parecía haber
hecho más que aumentar desde que había llegado a la
oficina poco después de las siete de la mañana.

Ucker: ¿Que significa eso?

Chris: He oído lo del nuevo proyecto — Christián se sentó
en una de las sillas de caoba —. ¿Así que vas a seguir
adelante después de todo?

Ucker asintió.

Ucker: Digamos que es una decisión ejecutiva. Estoy
ignorando el consejo de los demás.

Christián se rió.

Chris: Ya era hora.

Ucker: ¿Qué?

Chris: Ya era hora de que hicieras algo que no esté
anotado en tu agenda, algo que nadie se espera. Dios
mío, Ucker, has vivido en una cárcel demasiado
tiempo — Christián sonrió —. Vi la guapa mujer que
has encontrado para que este al mando del programa.
No intentes decirme que aquí no hay segundas
intenciones por tu parte.

Ucker: Las hay...— se detuvo al no querer hablar de su vida
privada con Christián. Por mucho que intentará
explicar la relación que tenía con Dulce, estaba
destinada a salir mal. No había modo de tener una
aventura de una noche con ella, decir que ya no estaba
interesado por esa chica y que pareciera creíble —. La
he contratado para desentenderme del proyecto. Por
nada más.

Era una decisión que había cimentado en su cabeza la
noche anterior, después de dejar a Dulce en las Torres
Hamilton y de pedirle a Saúl que diera una vuelta por
Las Vegas antes de llevarlo al mismo edificio. Se había
visto demasiado tentado a seguirla hasta dentro y
continuar con lo que habían dejado dos meses atrás. A
invitarla a su ático y ver si esa increíble química que
habían compartido seguía intacta.

Era el modo en que le sonreía, el modo en sus
ojos avellanas parecían bailar, como esos largos y
atractivos rizos de su cabello rojizo se enroscaban
suavemente alrededor de su cara y de sus hombros.
Todo en ella parecía gritarle que la tomara en brazos,
que saboreara otra vez esa dulce y sedosa piel, que le
hiciera el amor una vez más.

Se había marchado del restaurante deseandola más de
lo que la había deseado aquella primera noche.
Habían estado muy cerca en la limusina y había
captado su aroma a flores, el calor que emanaba de su
cuerpo, la cercanía de su sedosa piel.

Cuando ella  salió  del coche, tuvo que hacer acopio de
toda su fuerza de voluntad para quedarse dentro y
ponerle la escusa de que tenía que ir a hacer un
recado.

Hizo conducir a Saúl hasta que se le paso el deseo de
seguirla, o por lo menos, hasta que pensó con sensatez
y entonces tomó el ascensor que subía directo a su
ático ignorando la tentación de detenerse en el
apartamento que le había dado a ella en el piso
décimo.

Chris: Estas loco — le dijo Christián —. Si fuera tú y esa
mujer estuviera a sólo unos pisos de mi...

Ucker: Ya sabes lo ocupado que estoy — dijo Ucker
interrumpiéndolo —. Por dios, estamos diseñando las
oficinas de la Costa Este, tenemos un producto de
seguridad que lanzar en otoño y...

Chris: Y si te dejó, encontrarás diez razones más por las
que no puedes tener una sencilla cita con ella.
¿Prestaste atención cuando esa mujer vino a hablar
contigo ayer? Tendrías que estar  muerto, Ucker,
para no sentirte atraído por ella. ¿Que mal harías en
preguntárselo? — Christián se echo hacia adelante y
puso una mano sobre los papeles —. No soy el jefe y no
pretendo serlo, pero sé que no todos los días cruza
esas puertas una mujer tan bella buscando un trabajo
que suponga trabajar codo con codo contigo.

Embarazo en las vegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora