Capitulo 10

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Dulce se despertó antes de que amaneciera. Sus
náuseas matutinas habían comenzado a disminuir y
después unas galletitas saladas y de un poco de
ginger se sintió bien... por lo menos en lo que
concernía a las náuseas del embarazo. Pero en cuanto
a sus emociones.

No tanto.

¿Que había esperado que hiciera Ucker cuando
descubriera lo del bebé? ¿Abrazarla y decirle que los
tres vivirían felices para siempre?
Bueno...

Si. Una parte de ella había esperado eso por muy descabellado que sonara. Ni siquiera la parte más
realista y cauta de su persona se había esperado que
fuera a darle dinero como si asi pudiera librarse del problema.

Se incorporó, negándose a ceder ante ese caos de
emociones que revoloteaba en su interior. Estaba bien,
se dijo, y eso era lo que le diría a Ucker.

Si, no había dado saltos de alegría ni se había puesto a
bailar con ella, pero eso era de esperar. Después de
todo, ella lo había mantenido en secreto y
probablemente no debería haberlo hecho. Pero se
negaba a reconocer que su reacción bien la había decepcionado.

Pensó en su padre, en como había estado ahí para
enseñarla a montar en bici, a construir una casita
para pájaros, a lanzar un balón de baloncesto. Quería
que su hijo tuviera lo mismo, pero ¿también lo querría
Ucker?

Hablaría con él. Tal vez había quedado impactado y
de ahí su reacción.

Se vistio y salió de su apartamento. En el ascensor, en
lugar de pulsar el botón del vestíbulo, pulso el del
ático mientras en su mente pensaba en las miles de
cosas distintas que quería decirle: sin embargo, en
cuanto él abrió la puerta, se quedó muda.
Ucker estaba ahí en su gran piso, sin camiseta y con
unos pantalones de vestir azules oscuros. Tenían un
cuerpo firme, unos músculos bien definidos y a pesar
haberse presentado allí con sus mejores intenciones,
Dulce no pudo evitar desearlo y pensar en el día
Anterior, cuando había  estado en el agua aferrada a su 
cálido y fuerte torso.

¡Cuanto lo deseaba!

Pero estar con él no era la solución y el mismo le había
dejado claro que quería algo totalmente opuesto a lo que
ella buscaba.

«Céntrate, Dulce, céntrate».

Ucker: ¿Dulce? -estaba sorprendido -. ¿Que haces aquí
tan temprano?

Dulce: Quería hablar contigo. A solas.

Ucker se echó para atrás y cuando Dulce entro en su piso
le sorprendió ver que todo era... impropio de Ucker.

Se había esperado un piso con una decoración tan
austera y lineal como la de las oficinas de Sistemas
Uckerman, pero por el contrario encontró un lugar
cálido y acogedor lleno de mobiliario de piel en color
caramelo, alfombras color hueso y fotografías...
Toneladas de fotografías. Óscar de todas las formas,
tamaños y estilos dominaban la mesa que había juntos
al sofá, las estanterías a ambos lados de la chimenea y
la larga repisa de la ventana que había en la pared
opuesta.

Dulce: Tu piso es... precioso -dijo dando la vuelta y
fijándose en la cocina, en el íntimo comedor, en el
acogedor salón. Tenía una mezcla ecléctica de
mobiliario que pasaba de una antigua mesa en color
cerezo al más moderno mobiliario de piel. Aún así, en conjunto resultado bonito -. No es para nada como me
lo imaginaba.

Ucker: Gracias. Muchas de estas cosas las herede cuando
mis padres murieron hace diez años, pero he de
admitir que contraté a un decorador para que lo
combinara todo. Mi talento nomse extiende más allá de
la sala de juntas.

Embarazo en las vegasWhere stories live. Discover now