30: El amor te hace fuerte

15K 1K 33
                                    

(Corregido, SEP, 2021)

Ethan

Joselyn duerme.

Se había dormido muy temprano. Observo el reloj de mi muñeca y compruebo que son apenas si la siete de la noche. Debe estar muy cansada.

Me quedo observándola dormir sin apartar mis ojos de ella; sentado en la esquina de la cama en la que dormí solo por casi cuatro años —fue el tiempo que permanecí refugiado en este pequeño pueblo—. Puedo escuchar pequeños ronquidos escapar de sus labios, volviéndola adorable y más delicada ante mis ojos. Puedo ver sus facciones suavizadas, sus largas pestañas abanicando sus mejillas y pequeñas respiraciones escapando de su pequeña y mullida boca. Aparto, con cuidado de no despertarla, un pequeño mechón negro que cae por su frente, dejando un minúsculo beso en su pequeña nariz.

Mi ojitos de hechicera.

No estoy tranquilo en lo absoluto. Tengo un infierno batallando en mi interior y solo amenaza empujarme a salir para acabar con la miserable vida de ese hijo de puta. Dante Hamilton. Enterarme que ha estado acosando y ha sido el principal causante de que Joselyn decidiera alejarse de mí me tiene tan enfurecido.

Maldito pedazo de escoria.

Aprieto una mano en puño y la presiono duro contra mis labios, conteniendo las ganas de vociferar todas la maldiciones que están calando desde el fondo más profundo de mis entrañas. Estoy malditamente furioso, rabioso

La tocó.

Lo quiero matar.

Jamás sentí tantas ganas de matar a alguien en mi vida— a excepción de Adam Summer algunos años atrás—, pero el odio que cala desde los más profundo de mis entrañas por Hamilton es más fuerte incluso que el que alguna vez sentí por él marido de, Cara. Este es malditamente demoledor. Es arrollador, destruyéndome muy adentro. Me siento arder; siento como si un fuego incesante y fuerte se estuviese construyendo muy adentro de mí. Es un maldito incendio lo que experimenta mi interior.

Lo odio...

Mi instinto solo me grita: mátalo, descuartízalo, arrancarle las bolas y luego dásela a comer como el maldito perro sarnoso que es. Sin embargo, necesito tranquilizarme. Necesito calmar mis ganas de matar a esa escoria maldita y pensar con claridad. Tengo que ser más inteligente que dejarme llevar por mi rabia. Pero, diablos, es tan jodidamente difícil. Imaginarme a ese pedazo de mierda besando y tocando a mi mujer es veneno para mi sangre. Estoy consumiéndome por dentro de la rabia.

A él, a ese perro, le debo los días de sufrimiento que pasé.

Le había pedido a esa basura que no se acercara a mi chica, pero estaba más que claro que no iba a tomarse en serio mi advertencia.

Aún puedo recordar esa mañana en casa de Joselyn cuando revisando las redes sociales me encontré con aquellas fotos de ellos dos juntos en una fiesta. Los malditos celos que sentí fueron muy grandes, y desde entonces aunque me lo negara a mí mismo, ya sabía que me había enamorado de ella como un idiota. El punto es que, aunque en mis intenciones nunca estuvo ir a buscar a Dante para pedirle quite su atención de ella— pero ganas no me faltaban— el cielo o el mismo infierno lo había colocado esa misma noche en el mismo lugar donde yo me hallaba: en mi propio club como lo hace cualquier otra persona de esta ciudad. Gente como él asisten a Paradise diariamente, aunque desde aquel día le prohibí la entrada a mi bar.

No había perdido tiempo y aproveché la oportunidad para pedirle, o más bien exigirle, pusiera sus ojos en otro lugar.

Soy un hombre de muy pocas palabras Hamilton —me había limitado a decirle—. Por lo que seré muy claro contigo: aleja tus ojos y toda tu atención de ella.

Tiempo De Entregarse© DISPONIBLE FÍSICO Y DIGITAL, AMAZON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora