Primeros encuentros

522 38 4
                                    


Odiaba cuando se hacía de noche. La oscuridad sumergía la escuela y todo el mundo se iba a sus respectivos dormitorios para descansar tras un largo día. Porque él ya sabía lo que significaba: iba a estar solo. Durante el día no le daba importancia, estaba ocupado meditando o siguiendo las indicaciones de su tío sobre algún ejercicio. Pero todo cambiaba cuando se iba el sol. Él lo sabía. Las voces volvían. Nadie estaba a su lado.

Llevaba meses pensando que había hecho algo mal. Su madre le había llevado con su tío y no se veían desde hacía tiempo, y no sabía nada de Han. Siempre le había costado llamarle "papá" porque nunca se había comportado como tal. Y ahora cuando ninguno de los dos estaba era cuando más los necesitaba. ¿Pero, habían estado alguna vez? ¿Qué había hecho él? ¿De verdad le querían? Los fantasmas de Ben se expandían de noche, mientras él intentaba dormir y no escuchar a la voz que poco a poco se ganaba su sitio en la cabeza del chico, susurrándole palabras oscuras.

Tenía dieciséis años cuando comenzó a ocurrir. Llevaba semanas sin poder dormir del todo porque había algo que le torturaba, algo oscuro que no sabría definir. Como podría suponerse, no le dijo nada a su tío, ni a ninguno de sus compañeros. Quería lidiar con todo aquello solo. Pero una noche, dejó de hacerlo. Tumbado en su cama, con lágrimas en los ojos, comenzó a perder la visión de su cuarto, y se vio en un desierto. Un sol se alzaba sobre él, grande e imponente y las dunas brillaban bajo su reinado. Ben no entendía lo que estaba ocurriendo, pero dejó atrás sus dudas cuando vio un bulto moverse junto a unas pequeñas rocas. Era una niña. Una niña con tres pequeños moños que adornaban su cabeza. Se acercó a ella.

-  ¿Sabes qué sitio es este? - le preguntó Ben mientras andaba por la arena.

La niña no se giró. No parecía escucharlo. Iba cargando con un gran saco lleno de tuercas y palos de metal. Fue entonces cuando Ben se fijó en su cara. Unas gotas de sudor surcaban su rostro inocente y dulce.

- Oye perdona, te estaba preguntando...

Pero la niña no parecía escucharle. Cargando con su saco, se dirigió hacia un AT-AT tumbado y medio escondido entre la arena que parecía ser su pequeño hogar. Ben la siguió. Entró con ella en su casa y observó sus pocas pertenencias. En una pared vio varias marcas dibujadas, y en un rincón vio una pequeña muñeca. El chico sintió compasión por ella. Una niña de no más de seis años que luchaba por sobrevivir en el desierto. Quería protegerla. Pero no sabía cómo.

Unos golpes en la puerta le despertaron. Estaba en su cuarto. Había estado soñando con una niña que vivía entre las dunas de un desierto. Pero estaba feliz, no sabía porqué aquel sueño tan inusual le había dejado una buena sensación, las voces se habían esfumado y en su mente brillaba con tal claridad que ni la más poderosa oscuridad podría destruir.

Pasaron los meses y aquel sueño volvía a ocurrir. Y además era algo que él necesitaba. Aquellos sueños con la niña eran como un proceso de curación para él, y las noches que pasaba sin ellos, que eran muchas, era cuando las voces y su oscuridad se apoderaban de él. La niña le daba luz. El tiempo pasaba y ella crecía. Se hacía pequeñas armas para poder defenderse y cada día añadía una pequeña línea más a la pared. Ben la observaba cada vez que estaba con ella, preguntándose porqué ella no le veía. Pero, aunque ella no sabía de su presencia, la niña se había vuelto indispensable para él, y Ben se dio cuenta de aquello a los dos años de verla a través de sus sueños. Cuando la vio sonreír por primera vez. Cuando se dio cuenta de que sin saber porqué, él la quería. Que las noches que la veía, había visto como se iba volviendo más fuerte, la había visto sobrevivir, y había estado a su lado cuando se quedaba dormida en su pequeña cama. Aquella personita le transmitía paz y equilibrio, y por ello él sufría cuando pasaba muchas noches sin  verla.

BenWhere stories live. Discover now