Rey

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Hacía pocos días que se había adentrado en el lado más oscuro de la galaxia. No sabía nada de su familia, pero él pensaba que era lo mejor, ya que si centraba sus pensamientos en ella no podía evitar el atisbo de dolor que comenzaba a crecer en él. A pesar de ello, se había adaptado bien a todo aquello: cambió su ropa por trajes negros y oscuros, demostró en varios combates que merecía ser el líder, y lo más importante: su sable también cambió. El color rojo se apoderó de él, y al estar agrietado, dos hojas salían por ambos lados de la empuñadura, dándole un aspecto más temible y feroz. Si alguien conociera bien a Ben Solo, se hubiera dado cuenta de que el sable había comenzado a parecerse a su dueño.

Formaba parte de los Caballeros de Ren. Pero eso a él no le bastaba, debía ser el líder, el mejor, y Snoke debía saberlo. Derrotaba a sus compañeros en todas las  pruebas que se les presentaba, entrenaba  día y noche volviéndose más poderoso y había perdido el miedo de matar a sangre fría. Era todo un caballero oscuro. O eso aparentaba ser, porque él sabía que era mentira. Y Snoke también estaba al corriente. El líder supremo veía y sentía el poder de la fuerza del joven Solo y era consciente de que por mucho que se esforzara y por muy poderoso que se volviera, siempre quedaría un álito de luz en él. A pesar de ello, Snoke decidió ascenderle y adiestrarle lo más duramente posible para poder eliminar todo rastro de energía pura y luminosa que pudiera contaminar el alma del chico.

Una noche, Ben descansaba en la habitación que se le había asignado. Estaba nervioso, pues al día siguiente acudiría a la nave de la Primera Orden para seguir su camino como aprendiz de caballero oscuro. Para tranquilizarse, pensaba en su abuelo. Seguiría sus pasos. Sí, eso haría. Sería el hombre más temible y poderoso de toda la galaxia.

Entonces, sumido en sus pensamientos, vio como su habitación cambiaba y el paisaje de un desierto aparecía, en mitad de la oscuridad de la noche. Se quedó quieto al recordar donde estaba. Hacía meses que no volvía a experimentar esos viajes y pensaba que no lo iba a volver a hacer. Al mirar alrededor fue cuando los recuerdos de la niña volvieron a su cabeza. Aquella niña que sobrevivía como podía en aquel lugar, luchando contra cualquier obstáculo para poder vivir. Una ola de profunda tristeza y dolor surcaron todo su cuerpo. Recordaba a la niña tan pura y llena de luz que no se sentía digno de volver a acercarse a ella, él sabía lo mucho que habían cambiado las cosas en él desde entonces y tenía miedo de dañar a aquel ángel de sus recuerdos, al igual que hacía con todas las cosas de su vida.

Mirando a su alrededor, vio el AT-AT hundido en la arena, donde una débil luz salía de su interior y alumbraba un poco aquel desierto oscuro. Ben se acercó, dudando, con el miedo presente en el rostro y al llegar, se asomó por la puerta. La niña, que ya estaba dejando de serlo, lloraba en un rincón de su cama, con heridas en la cara y en los brazos, y los moños deshechos. Ben se quedó helado contemplándola, notando como verla llorar de aquella manera le hacía sufrir de una manera terrible. Se odiaba por haberse olvidado de ella.

La niña notó una presencia y levantó la cabeza. Vio a Ben y rápidamente cogió su palo de metal apuntándole. Y es que él la entendía y no pudo echárselo en cara. No era el mismo chico que la visitaba tiempo atrás. Ahora, un hombre más alto aún, vestido de negro, con el pelo ocultándole parte del rostro y una mirada dura y oscura, la contemplaba desde la puerta del AT-AT.

- Fuera de aquí - dijo ella entre sollozos.

Ben pareció reaccionar e intentó que la niña supiera quien era. Necesitaba que ella le reconociera.

- ... no... ¿no me recuerdas? - comenzó diciendo Ben- Te salvé aquella vez que querías robar el pan. Te hablé de los jedis y de que muchas veces te veía y estaba contigo.

El rostro de ella se quedó inexpresivo durante un segundo, mientras buscaba en su memoria aquel encuentro con él. Su expresión cambio cuando encontró en su mente aquel momento. Un chico le salvó, un chico agradable le demostró cariño.

BenWhere stories live. Discover now