Somos iguales

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Deseoso de hallar un modo de comunicarse con ella, buscó en los libros jedi de la academia. Pasaba horas y horas en la sala que hacía función de biblioteca, buscando en miles de páginas alguna respuesta que le ayudara a hablar con la niña. Pero no la encontró. Justo cuando iba a abandonar la búsqueda, revisó unos antiguos manuscritos llenos de polvo. Parecía que nadie los había tocado en años. Ben pensó al principio que no decían nada importante, hasta que leyó lo siguiente: "la fuerza es capaz de conectar personas por los caminos más insospechados y extraños. No importa la distancia, las diferencias, o el tiempo, la fuerza puede unir. Si el uso de la fuerza por parte de los jedi es poderoso, su poder puede proyectarse durante los sueños, manteniendo unidos así a los dos usuarios..." Le dio un vuelco al corazón al terminar de leer esa frase. Aquella niña de  nueve años tenía el poder de la fuerza. Como él. Era su igual. Y una igual poderosa. Siguió leyendo las siguientes líneas, las siguientes páginas pero aquellos viejos papeles no contaban nada más acerca de las conexiones. Aún así, salió contento de la biblioteca, solo era cuestión de tiempo que pudiera comunicarse con ella, en el interior de la niña yacía la llama de la fuerza y de la luz, que cuando fuera lo suficientemente poderosa, les permitiría conocerse.

Una noche en la que Ben pudo volver a transportarse a la vida de la niña, la acompañó hasta la pequeña aldea que se herguía en medio del desierto. Pequeñas tiendas conformaban su entrada, donde la niña se paró a limpiar las piezas de metal que formaban parte del botín recogido en los últimos días. Ben la observaba. Era tan pequeña. Su presencia desentonaba con los habitantes de aquel páramo abandonado. La siguió rato después cuando ya terminó de preparar las piezas que vendería para conseguir algo para comer. Cuando se acercaron a la tienda que parecía comprar todo tipo de artilugios, el chico pudo observar cómo le daban una miseria por el trabajo de días, y notó como la ira comenzaba a flotar en su interior. Ella no tenía nada. Ni a nadie. Sin embargo, la niña supo aceptar aquella derrota, y andó alejándose de las tiendas con la cabeza gacha. Pero, en ese preciso momento, levantó la cabeza.

La niña había divisado una bandeja llena de panes. Sabiendo lo que le rondaba la cabeza, Ben se acercó a ella, que comenzó a andar disimuladamente hacia ellos. Él sabía lo que iba a pasar, y se sintió impotente al no poder ayudarla.

La niña se acercó a la bandeja, que se encontraba en un pequeño mostrador, alargó el brazo rápidamente, cogió uno de los panes y hechó a correr. Pero no pudo llegar muy lejos porque un ser diez veces más grande que ella se interpuso en su camino gritándole palabras desagradables y amenazadoras. Ben vio el miedo en sus ojos y no lo soportó más. Se acercó a ellos, levantó el brazo y con el poder de la fuerza lanzó volando aquella mole que acabó destrozando varias tiendas. Una vez alejado el peligro, Ben se giró para mirar a la niña, y se encontró con su mirada. Le estaba viendo.

Ella cogió el pan con sus pequeñas manos y se fue corriendo.

- ¡Espera! ¡No te vayas! - gritó desesperado.

La siguió corriendo, sabiendo que se dirigía a su AT-AT. Cuando llegó al refugio de la pequeña, se la encontró deborando el pan que tantos problemas había causado.

- Oye, no quiero que te asustes, no voy a hacerte nada... - empezó diciendo Ben.

Ella, al percatarse de su presencia, cogió un palo de metal y lo blandió como un arma hacia el chico.

- No te acerques - dijo ella con el tono más aterrador que su voz le permitió dar, intentando ser intimidante.

- No voy a hacerte daño, ni a robarte nada - dijo Ben intentando suavizar la voz para calmar a la niña - llevo estando contigo desde hace años, viendo como vives y como te enfrentas a todo. ¿Has visto lo que le he hecho a ese? Seré un caballero jedi porque tengo el poder de la fuerza. Como tú.

Aquellas palabras parecieron despertar el interés de ella, que aún seguía apuntándole con el trozo de metal.

- ¿Un jedi?

- Sí. Antes no podía hablar contigo, no podías verme, pero ahora sí, porque mi poder sobre la fuerza crece, igual que el tuyo.

- Yo no tengo el poder de la fuerza - respondió ella. A la pequeña no le resultaba lógico que alguien tuviera un poder semejante y sin embargo viviera abandonado, solo y sin nada que comer.

- Sí que lo tienes, por eso podemos vernos. Y hablar. Somos iguales.

Entonces Ben se acercó a ella. La niña bajó el palo, vacilante, pero curiosa también por la presencia de aquel chico que parecía conocer algo de ella que ella desconocía totalmente. Cuando estuvieron a un paso, se observaron mutuamente. Él era un gigante. Medía mucho más que ella y le resultaba un poco intimidante, pero observando sus ojos, la niña pudo hallar en ellos un cariño que parecía estar guardado para ella. Él en cambio, bajó la vista para mirarla. Había crecido tanto. Siempre con sus mismos moñitos y la presencia de las pecas en su rostro. La veía preciosa. La dulzura y paz que le transmitía aquella niña le hacían sentirse en equilibrio con el universo.

Tras el rato de la mutua observación, ella levantó una mano dispuesta a tocarle. Él hizo lo mismo, algo nervioso, ya que había esperado varios años aquel momento.  Lentamente acercaron las manos hacia el otro, y se tocaron. Ben vio que su mano podría cubrir la de ella, y aquella visión le transmitió ternura. Ella también pareció sentir algo similar y le sonrió. Fue entonces, cuando Ben volvió a sentirse feliz y a salvo, y cuando aquel sueño pareció terminar, comenzando a sumirse en la oscuridad que teñía su vida.

BenWhere stories live. Discover now