Octavo café

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Liam me sonríe al despedirse, mientras apoya su frente en la mía.
-No puedo decirte que no tendrás problemas, pues por lo que pude ver, ya los tienes, solo evalúa si vale el riesgo.
Como si él hubiera dicho algún buen chiste, me rió.

-Estoy seguro de que esto, señalo a Liam y a mí, -nosotros vale el riesgo. Depositó un suave beso en su nariz, él sonríe titubeante, ahora mi propósito es que esa sonrisa titubeante se convierta en una radiante sonrisa confiada.











-¿Así que te encontraste a papá y a mamá?, Uriel oportunamente me llamó, siempre parecíamos prever cuando algo iba mal o tal vez sea cosa de gemelos.

-No te imaginas las caras de tus papás, le dije burlón.
Uriel suspiró con pesar.

-Creo que me las imagino, pues yo también las he puesto,
-Y ¿qué harás ahora?, pregunta mi hermano aunque por su tono, creo sospecha mi respuesta.

-Hablar con ellos, decirles quien soy y esperar la decisión que tomaran con respecto a mi orientación.
Mi hermano suspira detrás del teléfono.

-Bien, supongo te respaldaré, así que llamame si necesitas algo. Yo sonreí, agradecido, de alguna forma saber que no estaría solo era una especie de alivio.

-Bien, calcula la hora en la que llegarán y acuerda con ellos el momento para encontrarte y platicar.







No me siento con miedo a perder mi posición en la familia o en la empresa, tampoco a renunciar a mi estilo de vida.
En este momento puede mas el miedo a seguir fingiendo, puede mas el temor a pasar solo el resto de mi vida.
A demás soy un adulto, un adulto que se ha hecho de una carrera, que se ha hecho de un camino y evaluando mi avance como persona, creo hasta me iría bien el que yo me desligue del cobijo económico de mi familia y haga algo por mi mismo.
Con ese valor entre manos es que por fin llamo por teléfono a casa de mis padres.
Es Rufinita la empleada quien responde, después de un cálido saludo, pido hablar con mi padre.

-Imagino que quieres vernos, mi padre para variar no da lugar a réplica.

-Imaginas bien, papá y de ser posible, nos veríamos mañana si se puede.

-Me parece perfecto, ya que debemos tu madre y yo, ir a ayudar a la iglesia, para los necesitados.
Yo sonrío con sarcasmo, pues mis padres pueden ser verdaderos bastardos conmigo, o con mi hermano, pero, si se trata de otros entonces son tan compasivos y piadosos como Teresa de Calcuta.


Mis padres estaban en el estudio, la vieja mansión generacional seguía igual que cuando yo era un niño.
¡Parecia un pinche museo!

-Hola mamá, saludé con un beso protocolario, que mi madre solo correspondió con la mejilla puesta.

-Hola querido, su fría y políticamente correcta respuesta me confirmó que no tengo un apego por mis padres.
Ellos no son malos o algo, solo son como son y punto.

-Papá, mi padre fue peor, solo me saludó con la mano, como a cualquier persona, a sus amigos sí los abrazaba.

-Sientate, el mismo tono que usa Uriel para hablar conmigo, no cabe duda que no se roba, se hereda.

Me senté despacio, sin nervios y con determinación, recordando que soy un adulto que va a informar, no ha pedir permiso.

-Papá, mamá, ya saben que no vengo a pedir permiso para ser homosexual.
Vengo a informar que soy gay y que mi intención no es esconderlo más.
Que no tengo que esconderme, que no tengo porque estar en una relación heterosexual y fingir ser "normal".
Mi madre estaba pálida y mi padre rojo de coraje.
Eran el contraste perfecto.

-¡Es absurda tu posición! El puño de mi padre azotó en la mesa provocando un pequeño brinco en mi madre.

-El absurdo eres tú papá. Ya que estamos en pleno siglo veintiuno y tú te comportas como un retrógrada social y un homofóbico.
Mi padre apretó el puño hasta que estos estuvieron blancos.
Meneo la cabeza pero su mirada era de enojo.

-Ningun hijo mío va a manchar mi apellido. El sollozo de mi madre me recordó que estaba ahí, pero yo no sabía cuál era su posición. Así que mantuve la mía.

-Entonces no seré tu hijo, mi voz sonó dura, fría como ellos me enseñaron, era triste llegar a eso, pero me mantuve.

-Por favor Urias, haz lo que diga tu padre. Yo sonreí con cinismo.

-No mamá, te recuerdo que la gran mayoría de tus perfumes y tu caro guardarropa, fueron diseñados por gays.
Y no voy a ocultarme.
Pero gracias por darme educación, por darme una casa, por darme las herramientas para que yo subsista, y dejo la compañía que para todo caso no me interesa estar en un lugar en donde no seré amado como soy, y mi pareja no será aceptada con el mismo respeto.
Con determinación me levanté y me dirigí a la puerta del estudio, mis padres estaban furiosos y yo giré para verlos.

-Adiós mamá y papá.
Ellos permanecieron en silencio, mientras que yo caminaba a cada paso hacia una especie de libertad.

Con renovado paso me dirigí a mi auto. Una vez dentro llamé a Liam. Yo estaba listo para empezar una relación y quería saber si él también.

-Hola Urias, sonreí mientras manejaba hasta la salida, escuchar la voz de Liam tenía ese efecto calmante en mí.

-¿Estas bien Urias?, ¿cómo te fue?, esa voz preocupada calentó mi corazón haciéndome ver que no perdí algo, por él contrario, gané una relación importante.

-Estoy bien, algo dolido, pero sabía que podía terminar así.

-¿Quieres venir o quieres que te vea en algún lugar?, yo suspire, tenía la certeza de que había elegido bien.

-Puedo ir a tu casa, dije esperanzado.

-Ven, pondré café y podemos platicar.
Yo aceleré. Esa era mi batiseñal, la luz del faro en un mar tormentoso, la seguridad de tierra firme.

-Gracias bebé, colgué evaluando ahora como le diría a mi hermano que mi camino estaba lejos de él, pero si conocía bien a mi hermano y era justo con él... Tenía la certeza de que su apoyo sería incondicional.

Todo por un café.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora