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Ya se había vuelto costumbre y como dicen algunos... "la costumbre se hace ley y la ley no se quebranta"; de esa forma las visitas de Edge al bosque se volvieron ley entre los dos, platicaban mucho sobre la vida del esqueleto, le contaba sus logros, sus frustraciones y reían juntos por cosas tontas.

Edge le contaba a su amigo sobre cómo su padre se había quedado solo al cuidado de él y su hermano mayor, de como era un esqueleto muy inteligente pero algo severo, no era cruel pero siempre esperaba no menos que excelencia por parte sus hijos, en lo que fuese que emprendieran les recalcaba la importancia de ser el mejor y no estar por debajo de nadie más. 

Por ejemplo al pequeño le gustaba el dibujo y en ocasiones su padre lo enviaba a cursos para que perfeccionara su técnica, en cambio su hermano tenía una gran fascinación por la astronomía y la música y en cuanto hubo la oportunidad las clases de solfeo y violín fueron una realidad; Edge admitía que en ocasiones la presión era demasiada pero gracias a sus escapadas al bosque lograba despejar su mente.  

Cada instante era genial para ambos, en ocasiones platicaban o para ser más preciso era Edge quien platicaba, mientras que el otro monstruo estaba más entretenido con escucharlo hablar, a fin y al cabo su Paciencia CASI no conocía límites y con su ahora amigo era como escuchar una dulce melodía; en varias ocasiones Edge dibujaba el paisaje cercano al Monte Ebott, una de esas veces el esqueleto dibujó a Sans, a pesar de la insistencia de éste de no hacerlo ya que temía que al ver alguien los dibujos supiera de su existencia, sin embargo fue un regalo del chico así que la lamia lo conservó a salvo dentro de su madriguera. 

Tambien Edge le contaba que la mayoría de sus compañeros de escuela solían rehuir de él, humanos y monstruos por igual, que de alguna forma le era difícil hacer amigos, que tenía algunos cuantos pero que nada se comparaba con la popularidad de su hermano mayor; el esqueleto no lo decía, pero Sans lo supo siempre, su amigo estaba casi tan solo como él.

Cuando al fin Sans se sentía lo suficientemente en confianza con Edge dió el siguiente paso y le mostró la forma de llegar a su madriguera, le mostró pacientemente qué sendero tomar y qué lugares y árboles usar como referencia, por lo menos el camino no era difícil pero era necesario llegar hasta las faldas del monte. Una vez que Sans hizo eso su lazo se volvió más real para ambos, su amistad era cada vez más fuerte.

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Los horas transcurrían con calma, los días corrían de manera incesante y el tiempo se contó entonces en años, el niño crecía a la vista de un inmutable Sans, cada hueso comenzaba a dejar ver la obvia adolescencia de Edge y ahora el niño era un chico de 14 años que no dejaba de visitar a su amigo en el bosque, visitas que solo frenaban un poco durante la época de exámenes, pero que se volvían más frecuentes durante las vacaciones.

Fue durante las vacaciones del verano en que el esqueleto ya tenía 14 años cuando encontró un libro especial en la biblioteca pública de la ciudad, era ni más ni menos que un libro sobre seres mitológicos muy interesante, por lo que se imaginó que le interesaría mucho verlo a Sans.

-Entonces... ¿conoces a otros monstruos como tu? 

-Si te refieres a otras lamias, pues si, hace tiempo estuvo otra lamia por aquí... pero no se quedó mucho tiempo... hamm, casi nunca entramos a otros territorios a menos que sea... por asuntos.... muy específicos.

-¿Y qué me dices de otros? como sirenas o algunos otros tipos.

-Ah pues tengo entendido que si hay sirenas en el mar, pero ya que no estamos tan cerca de la costa... pero no sé porqué me preguntas eso, yo sé que hay centauros del otro lado de los arbustos, y por lo que vi se dedican a patrullar el parque.

Amor de LamiaWhere stories live. Discover now