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Al principio imaginó que solo se trataba de una necesidad de espacio, que quizá su amigo deseaba tener algo de tiempo para pensar y poner su mundo otra vez en orden, pero conforme fueron pasando los días se volvía evidente la falta de comunicación entre ambos, para cuando pasaron semanas Sans estuvo tentado a hacer la llamada él mismo, pero luego se dijo para si que no debía molestar a Edge.

Sin importar si los llamadas o los mensajes no llegasen la lamia siguió cuidando del viejo dispositivo con esmero, siempre procuraba mantenerlo cargado, durante las lluvias lo ponía en el lugar más seco de su madriguera, a veces creía que ya no sonaría nunca más y eso le hacía pensar que lo mejor era desistir de mantener esa esperanza... pero él se lo había prometido.

Las promesas nunca deben tomarse a la ligera, eso es lo que siempre había creído, hasta ahora... así que pensando que si bien esta había sido una etapa realmente bella de su vida era visible que estaba terminada y lo último que le hizo darse cuenta de eso fue un hecho tan simple como esperado por él, poco después de un año de la última visita de Edge el viejo celular dejó de funcionar por completo, simplemente un día no encendió más y para Sans eso solo hizo abismal la desconexión entre ambos.

Ahora Edge no era más que el segundo monstruo en la vida de la lamia que lo dejaba solo para continuar con su larga existencia sin esperar la compañía de alguien más; más aún cuando al poco tiempo Sans entró en celo, mismo que llegaba para todos los de su especie cada 10 años, ya que con vidas tan largas, no podían tener esos periodos tan seguido como otra clase de monstruos, de lo contrario podría hacer una sobrepoblación de ellos... bueno quizá esta era también la razón por la que quedaban tan pocos en el mundo; así el celo solo sirvió para hacer más evidente su soledad y la falta de un verdadero compañero.

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¿Qué noche era esta? era su noche, no iba a dejar de serlo simplemente por las cosas sucedidas en el pasado, no cuando esta era siempre la noche esperada en cada uno de sus años, los buenos, los malos, los peores, los especiales y lo que habían pasado desapercibido.

Siempre en esta noche en especifico buscaría el mejor lugar posible, en esta como muchas otras antes vería la primera Luna llena de la primavera brillar entre las numerosas estrellas de la gran bóveda celeste.

Ya no pensaba en pedir deseos al brillante astro en el cielo, no, eso era algo en lo que había dejado de tener fé, se estaba resignando a que no era tan simple como pedir un amigo o un acompañante ¿porque tenía que ser él precisamente la unica lamia que no quería vivir en soledad? quizá simplemente era diferente a los demás, quizá solo era un defecto.

Eran ya 7 años desde que Edge se fue para iniciar su educación universitaria, 2 de ellos con comunicación a distancia y los otros 5 en el silencio total, ni una sola visita, ni un rastro de que se acordara de él.

Hoy solo miraba la Luna por el simple placer de hacerlo, hoy estaba tan grande y brillante que la simple visión de la misma le hizo sentir una ligera sensación cálida en su alma... ya la había visto por un buen rato, lo mejor sería volver a la seguridad de su madriguera.

...

Un día nuevo había llegado con el sol de la mañana, el aire ya no era frío sino todo los contrario, al menos de esta forma el cuerpo de Sans no se sentía entumecido con en los días de invierno; hoy simplemente saldría a tomar el sol fuera de su hogar y después... bueno quien sabe, quizá sólo daría la vuelta por el bosque.

Poco a poco estiró los huesos de su parte superior escuchando como algunos de ellos dejaban salir un ligero sonido de "pop", que relajante, ahora movía su cola de un lado a otro, su textura se veía bastante bien, ya que después de terminar el clima frío su tejido ectoplásmico había mudado de piel al igual que lo hacían las serpientes, era el mismo principio aun cuando él era mucho más grande que cualquier serpiente promedio... En fin, era momento de iniciar otro nuevo día.

Amor de LamiaWhere stories live. Discover now