•Estupitonta•

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Rin POV

Solté un suspiro tras ver aquella cara que por su mera apariencia me causaba un revolcón en el estómago, parado ahí como si nada, en la mismísima entrada de la gasolinera.

El muy estúpido ya causaba una multitud semejante a la de un mismísimo concierto.

Rin- Déjame pasar.- pido por vigésima quinta vez. A lo que soy ignorada. Por vigésima quinta vez.

Maldita estatura que me hace ver indefensa.

Len- Si escuchas la última canción del disco te compraré todas las papitas que quieras. Además de regalarte el CD.

Rin- ¡QUIERO PAPITAS AHORA JODER! ¡No más tardecito!- grité ya indignada sin importarme todo aquel que me escuchara. Len, en reacción, dio un leve brinquito y expandió sus ojos para luego sonreír igual de retorcido que siempre.

Len- Qué pena.- comentó sarcástico encogiendo sus hombros y, tras alguien de adentro en el local dar un fuerte empujón en la puerta, probablemente por estar igual de indignado que yo, Len cayó encima de mí.

Estúpido...

Len- L-Lo siento...

Yo en respuesta suspiré y torcí mis ojos, tratando de esa manera desviar los síntomas extraños que, nuevamente y sin razón, volvían a aparecerme.

Algo adentro revoloteó y, lo que sea que fuese, era desagradable. Demasiado.

Pero más desagradable era cuestionarme cómo diablos había llegado al mismísimo parque de aquella vez. Sentada junto a él. Escuchando el maldito disco.

Al menos solo fue una canción, una corta duración de apenas cinco minutos y ya nuestro compartir, creía yo, acabaría.

Retiré el audífono y me levanté más que contenta esta vez, imaginando el exacto sabor de las exquisitas papitas crujiendo en mi boca y con ello la sal quedándose estampada en mi labio inferior. Definitivamente, no había mayor felicidad.

Apenas coloqué mis pies en la verdosa y cuidada grama del parque (cabe destacar el apenas coloqué porque sentada en el banco mis pies quedaban flotando en el aire al no alcanzar el suelo) miré a Len y le hablé extremadamente feliz, pues podría comer mis papitas. ¡Y el disco sería mío!

Rin- Ahora entrégamelo.- extendí mi brazo hacia él con una sonrisa que ni yo sabía era capaz de formar.

Len- ¿Por qué lo deseas tanto?- cuestionó en un hilo de voz, encendiendo cual gasolina en fuego todo demonio que moraba en mí. Prometió dármelo, ¿ahora por qué tanta mierda?

Rin- Solo cumple tu palabra y dámelo.- respondí, evidentemente, irritada.

Él en cambio suspiró tranquilamente, con sus codos recargados sobre sus rodillas y la vista pegada al suelo, provocando que un rubio mechón se dejara llevar por la gravedad y cayera tapando su rostro. Su aura se volvió de consternación, mientras que una diminuta sonrisa perversa hizo que cuestionara mi propia visión. Y yo que empezaba a preocuparme, que tonta.

Len- Te lo daré.

Me quedé en silencio, esperando ya impaciente que hiciera lo que afirmó recién.

Len- ¿O por qué no mejor lo tomas tu misma?- sonrió con aquella maldad en su rostro y se levantó a la vez, acercándose de a poco a mí.

Yo olvidé la verdadera razón por la cual había llegado aquí. Y es que, ¿quién demonios lo recordaría con ese retorcido y pecaminoso rostro a apenas diez centímetros del tuyo?

¡Aléjate!Where stories live. Discover now