12. ¡Joseph no me escupió!

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Tome una almohada de la cama y se la lance a Joseph.

-Por décima vez, Joseph ¡No se puede violar con las bubis!

Gritamos al uniso yo, Connor y –la muy zorra, pero inteligentes en algunas muy lejanas ocasiones-Sara. Todos nos encontrábamos sentados alrededor de Connor. Como era fin de semana y le dieron de alta, pero el aún tenía que recuperarse, decidimos visitarlo para no dejarlo solo en la soledad de su habitación. Después del incidente en la piscina, el papá de Connor y su hermanito menor, Will, aun no superaban la noticia-falsa-que yo les había dado, prefirieron no acercarse mucho a él por ser “Gay”.

Rodé los ojos. El estúpido de Connor le conto todo lo sucedido en el hospital a Blake y a Joseph, y a causa de eso empezó la estúpida charla sobre si las mujeres pueden violar a los hombres. Una pregunta estúpida que se le ocurrió a mi hermano, como éramos tres contra dos, Joseph opto por llamar a Antonella quien al parecer milagrosamente logro despertar del horrible golpe que le di en la cabeza con lo que sea que era el aparato que estaba alado de la camilla. Los doctores nos informaron que ella se encontraba bien a comparación de su primo quien tenía más moretes en los brazos por culpa de ella.

Antonella se encontraba a mi lado sujetándome de un brazo, podía sentir el sonido de su nariz al aspirar el aroma de mi perfume. Al parecer no le importaba a que equipo apoyar, simplemente se quedaba mirándome. Me pregunte si tenía algún moco en mi cara, no dejaba de estornudar, después de salir del hospital se me pego un resfriado, así que tal vez una de las razones seria que al estornudar un moco se halla quedado en mi cara. Pase mi mano por mi nariz, mi mejilla, mi mentón; nada. Solté un suspiro aliviada de que esa no sea por eso, pero entonces ¿Que tenía en la cara? ¿Un grano? No, claro que no. Si fuera un grano Blake gritaría a los cuatro vientos: ¡UNO, DOS, TRES POR AMBER DETRAS DE SU GRANO!

Me voltee hacia Joseph que me observaba igual que Antonella. ¡¿DIOS, QUE TENIA EN LA CARA?! Le fruncí el ceño esperando que entendiera que me incomodaba, pero a cambio me regalo una sonrisa mostrando sus perfectos dientes blancos, con el color verde de su polo, sus ojos parecían iluminarse. Su pelo castaño estaba desordenado, cuando lo llame para que venga a visitar a Connor el me pregunto si yo estaría ahí, le dije lo estúpido que era por preguntar algo que es más que obvio, mencionando las palabras tan poco adecuadas para mi vocabulario, ósea; la hija de un pastor. Al final de todo dije que sí, y el cedió. Se notaba que había salido tan apresurado de su casa que no se preocupó por arreglase. No es que se veía mal tampoco, de hecho lo hacía más atractivo.

Sí, siempre fui consciente de que Joseph era mucho más guapo que Connor. Las chicas del instituto que no lograban estar con Joseph se tenían que conformar con mi pobre amigo, pero tampoco lo lograban conquistar. Todo este lio por dos razones y la culpa solo de una persona: Yo.

1-Yo le gustaba -solo Dios sabe porque- a Joseph. Lo que significaba que él las rechazaba y venia corriendo a mis brazos, claramente acababa con la cara plantada en el piso ya que yo no estaba interesada.

2-Si no les funcionaban con la primera opción, tampoco les serviría con la segunda, ya que Connor era mío y solo mío. 

Después de un buen tiempo mirando a Joseph, el me guiño un ojo. Hice una mueca para cambiarlo con el suspiro que estaba por salir de mi boca. Aun que me costaba admitirlo, amaba el hecho de que el este enamorado de mí, siempre parecía preocuparse si yo estaba bien en el colegio, cuando me molestaban él llegaba a mi auxilio. Por alguna razón no quería que acabara. No es que me gustara, claro. Joseph no me gusto ni me gustara nunca.

¡Quiero matar a Rayita!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora