XIV

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Flash back

Chester Bennington era un niño bastante alegre, con 10 años no estaba teniendo quizás su mejor infancia, con apenas seis añitos su madre los había abandonado, a él y a su padre a su suerte, con un piso a medio pagar y no es que el hombre tuviera un gran sueldo, pero él era positivo, le gustaba el colegio y tenía unos cuantos amigos en él.

Había adquirido un extraño rol en casa de amo de casa a pesar de su corta edad, siempre que llegaba de clase se ponía con las tareas y finalmente con sus propios deberes.

Su padre solía llegar tarde y cansado, así que pedían comida rápida, ya fueran unas pizzas o hamburguesas para matar el gusanillo. 

Ese día había llegado un poco antes, sus amigos se habían quedado jugando en el patio, pero él no podía, les habían dejado muchos deberes para el día siguiente y tenía que volver a casa si quería terminarlos pronto.

Como se esperaba, su padre no había llegado a casa todavía, así que recogió los cartones de pizza de la noche pasada comiéndose el trozo que quedaba ya frío y algo reseco. Sacó la bolsa de basura al contenedor arrastrando la misma ya que era bastante pesada.

Resopló pasándose las manitas por la camiseta alisándola de nuevo y volvió a casa, al entrar cogió la mochila que había dejado sobre el sofá y fue a su habitación para dejar los libros ya preparados en la mesa y después no tener tanta pereza en empezar.

Al entrar se quedó mirando un paquete que había sobre la mesa, confundido porque no era su cumpleaños soltó la mochila dejándola caer de cualquier manera sobre la mesa y se acercó hacia el paquete. Lo tocó inseguro por encima del papel sintiéndolo mullido, en el envoltorio escrito con rotulador plateado ponía su nombre, así que tenía que ser suyo por narices.

Aún un poco intrigado lo abrió con cuidado y descubrió dentro ropa, pero era ropa de niña. Frunció el ceño cogiendo los bordes de la falda y la colocó sobre su cintura. Era sin duda de su talla.

Por la noche, cuando llegó su padre lo esperaba con un par de hamburguesas del Burger King y un par de latas, una coca cola para él y para su padre una cerveza bien fría.

Cenaron tranquilamente viendo el partido de fútbol que se jugaba esa noche. Cuando estaba recogiendo las sobras su padre pareció darse cuenta del detalle de la ropa.

Chester algo cohibido le preguntó por ellas y él le explicó que era un regalo para que lo usara en casa, al niño no le había demasiada gracia, era ropa de niña al fin y al cabo.

Acabó utilizando esos vestidos como el secreto más vergonzoso, intentaba aparentar tranquilidad delante de su padre, complacerlo al fin y al cabo no tenía nada de malo mientras sólo fuera llevándolas en casa. La falda era algo molesta, sobre todo cuando su padre lo cogía en brazos subiéndolo sobre sus piernas y saltando emocionado con algún partido de fútbol.

Podía sentir el roce de la tela del vaquero frotarse contra él incomodándolo queriendo bajar de él. Cuando ya estaban en los últimos momentos de partido, Chester siempre recibía caricias y toques por todo el cuerpo deseando pensar que se debía a la emoción del momento, de la desesperación porque acabara ya y su equipo ganara.

Finalizado el partido con una gran victoria su padre lo manteaba y lo besaba por las mejillas y el cuello. Chester siempre se escurría comentando que tenía sueño y salía corriendo a su habitación.

Las caricias y las compras de vestidos se siguieron dando los dos siguientes años. Era el día de su cumpleaños y volvía a casa cuando escuchó unos sollozos en la cera de al lado. Se quedó parado, confundido y entonces vio a un hombre, bueno un chico de unos veinte años alejarse dejando en el suelo a otro niño quizás de su edad. Asustado corrió a cruzar para ayudarlo, saber si estaba bien, pero cuando llegó a su altura los ojos marrones de él se clavaron en los suyos llenos de miedo. Se detuvo casi al momento sintiendo una ola de incomodidad e inseguridad.

SyquiatricWhere stories live. Discover now