CAPITULO 27: CUATRO ROSAS PARA UNA HERMOSA MUJER

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-¡Desgraciado! –Se acercó amenazadoramente a el – Lo que hiciste no tiene perdón – le dio un golpe el cual Inuyasha no se molestó en detener – jugaste con ella de la peor forma, te burlaste y la lastimaste como nunca antes – Otro golpe de Kouga fue a dar en su estómago, lo cual hizo que se callera al suelo. El chico de los ojos azules se puso encima de él y golpeo su rostro con furia, dejando salir todo su dolor; el chico de cabello platinado no respondía, se sentía culpable que sabía que lo que le hacia él era poco con lo que había sentido Aome – No merecías todas las lágrimas que ella derramo por ti, porque siempre te amo. No sabes lo que yo deseaba que ella me mirara como te miraba a ti, como suspiraba por ti y como volvía a creer en ti cuando tu no le creíste
Kouga se detuvo y lloro en el suelo, sentía un inmenso dolor y odio hacia Inuyasha el culpable de la muerte de Aome.
-Kouga, tranquilízate – Miroku levanto al chico del suelo y lo llevo adentro. Sango se quedó a solas con Inuyasha
-Sé que en este momento no me escucharas  - la chica lo ignoro – pero al menos tengo que decirlo. Yo no hice esa apuesta, se lo dije a Kikyo para que no me dejara, porque la quiero. Y te confieso si se acercaron a mí para hacerlo pero yo lo rechace, yo estuve con Aome por que ambos lo deseamos inclusive ese día estaba por irme antes que de todo pasara pero no me dejo ella. – Miro a Sango – Yo…yo también la amaba, de verdad – Sango lo miraba con escepticismo – Pero soy un imbécil, un idiota que no me di cuenta antes, tenía miedo de que las palabras que decían de ella fuera verdad
-Era tu amiga se supone que la conocías – Dijo con frialdad la chica
-Se supone – con su puño golpeo el suelo – Pero soy tan estúpido que no recordaba nada, preferí el amor de otra mujer al de Aome y ahora estoy pagando las consecuencias pero ¿sabes lo que se siente estar enamorado de tu mejor amiga? ¿Verla cada mañana y no poder decirle lo que sientes? ¿Ver como corresponde al amor de otros y siempre temiendo que no corresponda al tuyo? Pero me cegué y fui débil, me cegué ante la ilusión de ver que Kikyo se parecía a ella, aunque solo fuera físicamente, aun que estaba con ella al final me imaginaba que era…Aome.
Sango comprendía más de lo que decía el chico pero su rencor a Inuyasha era más grande. Entendía lo que el chico de cabello platinado sentía al verla, ella también lo había sentido por Miroku pero siempre salía a flote el hecho de que fuera un mujeriego, los sentimientos no correspondidos era los peor que alguien podía sentir. Soñar despierta con que algún día se diera cuenta, recordar cada gesto, cada facción que hacía era el desvelo de cada noche. Darle su corazón sin que él se diera cuenta y amarlo en las sombras era tortuoso. Pero su fidelidad a su amiga Aome y lo que ella sintió era latente en se día, tal vez reflexionándolo con calma y pasado el tiempo puede que lo perdonara aunque a la que tenía que pedirle perdón ya no está presente.
-Entiendo cómo te sientes, lo comprendo pero en estos momentos el dolor es más fuerte –Se levantó del suelo – Con el tiempo pueda que te perdone, pero no hoy, aunque yo no soy a la que le tienes que pedir perdón…
El chico de los ojos azules entró a la casa. Las personas sollozaban, las luces eran lúgubres; el ambiente era denso y doloroso, al fondo pudo apreciar a los padres de ella llorando con amargura y después lo vio, vio la caja en donde reposaba el cuerpo de su amada Aome, la chica de los ojos color chocolate que lo había enamorado. Sintió su mundo derrumbarse, no se atrevía a abrir la caja, no sería fuerte al verla en ese estado, no podía creer que nunca más iba a volver a ver a su pequeña Aome, la linda chica del cabello azabache.
-¿Por qué Aome? ¿Por qué me dejaste? – El chico recargo su cabeza sobre la caja y con sus brazos trataba de abrazar la misma - ¿Por qué te tuvo que pasar a ti? – los presentes lloraban con más fuerza, era tan triste ver como el chico estaba dolido
-¿tu…tu quién eres?  - El padre de ella se acercó a el
-Yo…soy un amigo de su hija – Lo miro con tristeza – yo la amo con todo mi ser
-¿Tú eras el padre del niño?
-No, yo le ofrecí hacerme cargo de él pero no acepto.
El Sr. Higurashi se alejó para que el chico pudiera dejar salir su dolor. La noche dio paso al día, el alba se estaba presentando y sabían que había llegado la hora de decirle adiós a Aome; la carroza fúnebre llego, lentamente subieron la caja ante la mirada perdida de su madre, Sango lloraba y Miroku la abrazaba y Kouga no podía aun creer lo que veía. La marcha al cementerio dio inicio, los automóviles marchaban con paso lento a la última morada de la joven Higurashi. Al llegar, el día se tornó nublado, y los presentes lo sabían, una joven y bella mujer se había ido  cuando su vida apenas comenzaba y el cielo estaba triste por ello.
Fue doloroso cuando dejaron la caja en el mausoleo familiar, la madre de ella se había desmayado ante tan cruel visión, su padre tenía que ser fuerte por ella pero por dentro estaba destrozado, el entierro fue silencioso y duro muy poco, la gente iba dispersándose cuando todo había acabado. Los padres de ella se habían ido, no soportaban ver el lugar. Sango y Miroku se habían marchado y solo quedaba el, el chico de los ojoso azules
Quería estar solo con ella, sin nadie viera más su dolor. Estaba dentro del mausoleo viendo la tumba de la joven, llevaba en la mano cuatro únicas rosas rojas, las favoritas de ella. Miraba su tumba aun si poder creerlo, hace apenas unos días se encontraba feliz a lado de ella
-Pequeña, aun no puedo creer lo que ha pasado. Parece una pesadilla el haberte perdido tan pronto, cuando apenas estabas sonriendo de nuevo – Miro las rosas de su mano – Sé que las rosas de castilla eran tu favoritas. Una por los años que siempre te amé – Deposito una rosa encima de la tumba – Otra por aquel feliz baile de invierno – Dejo otra – está por el tiempo que me hiciste feliz – Dejo la tercera – Y esta última por el amor que siempre te profese – Beso la última rosa y la deposito encima de la tumba. Giro sobre si y antes de salir dio una última mirada al lugar – Adiós mi querida Aome…
Las palabras de sango estaban mermando en su cabeza ¿realmente él era el culpable de su muerte? Si, por su estupidez ella se había ido ¿Por qué nunca le dijo lo que sentía por ella? Por débil, por miedoso. No podía acercarse a la casa, los amigos de ella no lo permitirían, permaneció en las sombras viendo como partían con dolor al cementerio. Lagrimas caían de sus ojos al darse cuenta de que ya no la vería nunca más, ya no vería sus hermosos ojos color chocolate. Se sentía culpable por haber dicho esas palabras tan crueles, lo había hecho sin pensar y ahora estaba pagando las consecuencias de sus actos. Había lapidado su amor con crueles actos, realmente se detestaba por ello. Pero ahora que la había perdido comprendió el amor que sentía por ella, todo ese amor oculto en una máscara de indiferencia, su amor por ella disfrazo de crueles palabras, su amiga incondicional hasta el final, la que lo amo en secreto y entrego su corazón. Pero él había escogido a Kikyo, se había ido por el sendero equivocado y ahora tenía que pagar con creces sus actos.
Entro al mausoleo cuando ya todos se habían ido, vio sobre la tumba de ella cuatro rosas de castilla, las favoritas de Aome. Su mundo se enfrió al saber que la chica de la que siempre había estado enamorado se encontraba en se lugar tan frio.
-Perdóname Aome – Calló al suelo con brusquedad, no le importó haberse lastimado las rodillas – Perdóname por lo patán que he sido, por lo estúpido y miserable. No merecías esto, no merecías que yo me enamorara de ti, no merecías que me hubiera dado cuenta muy tarde. Perdóname por haberte echo sufrir de esa manera
«Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde»
Los días seguían su curso y la oscuridad había caído sobre los que eran cercanos a Aome. Las risas se habían apagado, su madre se sumergía más en una depresión, el padre de ella trataba de ayudarla pero era inútil. Su hermano había regresado a casa para estar cerca de su madre. Sango concretaba entrevistas de trabajo al igual que Miroku, pero aun así tristes por la partida de su amiga. De Inuyasha no sabían nada, la madre de él no lo veía desde el funeral, solo sabía que trabajaba en las empresas de su padre…
-¿Otra vez por aquí? – Pregunto una mujer joven de cabello rojizo
-Shh no…no…me…molestes – El calló sobre la barra y con dificultad levanto la cabeza – S i r v e m e… o…otro m a s – Arrastraba las palabras, claramente estaba más que ebrio
-Está bien – Tomo otra botella y sirvió en la copa de el – pero dime ¿Qué te tiene así?
-Una…hermosa…hermosa mujer – Levanto su mirada y la chica pudo ver sus intensos ojos azules
-mmm típico y cuéntame – Continuo limpiando la barra, atendiendo uno que otro cliente, ese día el bar estaba casi vacío - ¿Qué te hizo ella?
-Me…me dejo…cuando más…feliz…estábamos…con él bebe  - Sonrió al recordarlo – era una…buena mujer
-Perdón si hubiera sido buena no te hubiera dejado y más con un hijo de ambos
-No…él bebe no…era mío – la amargura se reflejó en su rostro – Yo la amaba…pero ella…no a mi ¿Por qué? – Empezó a llorar - ¿Por qué me dejo?
-No lo sé – suspiro, un joven guapo y sufriendo así no valía la pena que la siguiera amando - ¿y dónde está ahora?
-Allá – Su cabeza miro al techo del lugar – iba…de…viaje…cuando su vida…acabo
La chica comprendió que todo, el sufría por la muerte de ella. El chico se quedó dormido sobre la barra, ya hacía semanas que solo pedía de tomar más nunca hablaba, solo lloraba y se dejaba ir por la bebida…

Después de la TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora