Capítulo 1

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Era una mañana muy aburrida para los alumnos de tercer curso de secundaria en el instituto "Cervantes del Valle". Como este instituto estaba en un pueblecito pequeño únicamente habí­a una clase y sin letra. A primera hora de clase tenían varias exposiciones sobre los tipos de animales con el profesor más aburrido que podí­a existir, D. Felipe. A la segunda hora de clase acompañando al club de maestros aburridos estaba la profesora de lengua, Dña. Esther. Nada que ver con las dos horas anteriores, tocaba clase de canto, pero para desgracia de sus alumnos, la profesora no pudo venir debido a un catarro con dolor de cabeza y de garganta incluido.

Entonces, a esta clase asistió la profesora de matemáticas que en vez de dejar tiempo libre para adelantar materia, les puso unas series de castillos de fracciones que mantuvo a los alumnos trabajando toda la hora.

Por fin llegó la hora del recreo. Como era normal el momento en que sonó la sirena que daba comienzo al recreo fue el más ruidoso acompañado de la sirena que censuraba el recreo. Los alumnos y alumnas corrían por las escaleras arriba y abajo, los maestros cerraban todas las clases con ese ruidoso sonido de las bisagras y los cerrojos.

Durante todo este tiempo Maese Triss, la directora del instituto estaba llamando a muchos números de teléfono pero en todos obtenía la misma respuesta <no, lo siento>. Sabe Dios que podría ser el motivo por el que llamaba a tantos números distintos. En sus manos tení­a un libro gordo del tamaño de un diccionario. En su mesa de escritorio habí­a un lapicero con todo tipo de útiles para escribir: de delicadas plumas de águila hasta pesados bolígrafos de color azul marino. Al otro extremo de la mesa se hallaba un montón de carpetas que incluí­an cosas importantes tales como exámenes de alumnos y alumnas, informes de mantenimiento o contratos de personal docente. Todo esto nada que ver con lo que tení­a a sus espaldas: un búho real disecado, tení­a una expresión acechante en los ojos con las garras muy afiladas y las alas abiertas y alzando el vuelo.

Cuando Maese Triss  acabó la conversación telefónica se puso a dar saltos y gritos de alegrí­a, cosa que era anormal y totalmente contraria a ella. Ya que solo con verla se sabía que era estirada y educada. Todos los días venía con un moño alto a clase, un vestido largo de color negro el cual parecía el de La Niñera Mágica salvo que más estrecho y más elegante, con unos zapatos con poco tacón de color negros, con una cara entera maquillada de tonos verdes y azules aunque con algunos detalles de color negro y unas manos delicadas con unas cuantas arrugas y un anillo plateado con forma de lobo en el dedo anular de la mano derecha.

De repente entró D. Felipe y ésta nada más percatarse de su presencia decidió fingir que estaba practicando unos golpes de esgrima.

- ¿Se encuentra usted bien?- preguntó él.

- Si, solamente estaba practicando unos golpes de esgrima, nada más.- le respondió ella y añadió: - D. Felipe ¿Le importarí­a a usted llamar a unos cuantos alumnos para que se presenten en mi despacho inmediatamente?-.

D. Felipe aceptó como era de saber. La directora ,acto seguido, cogió su pequeño cuaderno bordado de colores pálidos en el que tení­a los nombres de todos sus alumnos y le dijo al profesor el nombre y el apellido de cinco alumnos, entre ellos nada en conjunto tenían sin tener en cuenta que estaban en el mismo curso.

Después de un rato, pegaron a la puerta y se dieron cuenta de que estaba entreabierta así­ que, entraron y cogieron asiento. Mientras Maese Triss despegaba la mirada de su cuaderno, los alumnos se miraban entre sí­ con cara de no saber qué hacían ahí­.

El primer alumno que saltaba a la vista era Gabriel Rowleys, Gabby para los amigos. Tení­a el pelo rubio con algunas mechas de color castaño y le llegaba un poco más arriba de la altura de sus hombros. Su vestimenta era de haber estado el instante de tiempo que ha durado el recreo jugando al fútbol, incluso su cara estaba sonrojada. Tení­a unos ojos verde aceituna preciosos.

A su derecha se encontraba Adelle Kinney. Su pelo era, al igual que el de Gabby, rubio aunque a ella le llegaba a la altura del pecho ya que no llevaba ningún peinado en especial. En cuanto a su vestimenta se puede decir que iba de arriba abajo vestida con marcas carísimas e italianas y sus ojos tení­an un color azulado. Podría parecer la típica niñita pija que se asusta con una mosca, pero al contrario, era muy aventurera.

Detrás de ella, esperando de pie, estaba Joel Ringston, el niño más listo del instituto. Tení­a el pelo castaño y cortito, unas gafas de culo de botella con las patillas negras y una vestimenta típica de un empollón: un jersey de cuadros con colores verdosos con una camisa interior también de cuadros y unos pantalones largos de color marrón. Sus ojos eran negros como la pez. Está enamorado de Adelle desde tercer curso de primaria.

A su izquierda, también de pie, estaba Iori Yang, que en español significa guerrero. Era de madre japonesa y padre chino. Su pelo era de color negro, al igual que sus ojos y su vestimenta era una mezcla entre Gabby y Joel. Habla español perfectamente.

Por último se encontraba otra alumna llamada Cassandra Whitemoon. Su pelo era de color castaño claro y tenía una trenza hecha que le caía por el hombro derecho. Tení­a pecas. Era tímida e inteligente, pero no la tí­pica empollona aunque un poco asustadiza. Sus ojos eran de color amarillento, por raro que parezca y estaba enamorada de Joel desde que entraron en la guarderí­a.

Después de un rato de espera, por fin la directora se decide por soltar el cuaderno.

- Bueno, queridos alumnos, seguro que no sabéis para lo que estáis aquí, ¿no?- dice Maese Triss.

- Pues la verdad es que no- responde Gabby.

- Te alegrarí­a saberlo o no, quien sabe- añade la directora.

Entonces ella apoya los brazos sobre su mesa de escritorio y pone una expresión seria que hace que todos los alumnos se estremezcan de curiosidad y pavor.

Luna MenguanteWhere stories live. Discover now