Luna Menguante

Capítulo 5

- Venga, ¿A qué esperáis?, seguidme- dijo Rappe.

Todos se miraban con cara de estar más liados que una serpiente en un tronco.

- Vamos a ver que yo me aclare- dijo Iori y añadió- Tenemos cada uno un anillo que no sabemos quién nos lo ha puesto ni qué poderes tiene; bueno, el de Adelle si sabemos qué poder tiene. Y ésa es otra, un anillo con poderes y mira tus manos Rappe, tiene membranas entre los dedos-.

Cuando dijo eso todos miraron los dedos de Rappe y, efectivamente, entre ellos había membranas idénticas a la de las ranas. Incluso la piel era de color verdoso o grisáceo incluso.

- Eso útimo te lo puedo explicar: Cuando estoy fuera del agua soy una persona normal con manos sin membrana y piel color carne- dijo Rappe.

- Y entonces, ¿Porqué estás así?- dijo Gabby.

- Déjale acabar- dijo Adelle.

- Bueno como iba diciendo: Que cuando mi piel entra en contacto con el agua, empiezo a metamorfosearme en rana. Es una maldi...digo enfermedad que tengo- dijo Rappe.

- No nos mientas, ibas a decir maldición- dijo Cassandra.

- Cáspita, me habéis pillado- dijo Rappe con cara decepcionada.

- ¿Quién te la conjuró?- dijo Cassandra.

- Y eso qué importa, ¿alguien va a responderme a mis preguntas?- dijo Iori.

- Lo sabrás cuando tengas que saberlo- dijo Rappe.

- Estoy harto, Adelle, di otra vez las palabras de Maese Triss y nos vamos a casa- dijo Iori.

Adelle se miró el anillo aún reluciente y dijo:- No puedo, nos llevará la riada.

- No, no es esa la palabra mágica- al decir esa última palabra, Rappe usó un tono diferente e hizo un gesto con sus dedos que simulaban comillas.

¡EL TIEMPO LO CURA TODO!- gritó Adelle.

Los cinco se taparon las cabezas con las manos para evitar el golpe de la riada pero no pasó nada.

- Os lo dije- dijo Rappe.

- Maldición, no funciona- dijo Adelle.

Rappe la miró con gran asombro y el anillo dorado de Adelle se iluminó de nuevo. El tiempo siguió su transcurso y la riada se les echó encima con gran fuerza. Cuando la riada pasó, ya no estaban ellos allí.

Un paisaje precioso de primavera, unas briznas de hierba se movían con ligera brisa y, del hueco de un árbol viejo poblado de hojas y de flores salió un rayo de luz.

-¡Aaaaahhhhhhhhhhh!- se escucha cada vez más fuerte.

Del gran hueco salieron como si les hubieran pegado una patada en el trasero Iori, Joel, Adelle, Cassandra, Gabby y Rappe, en este orden.

Cuando se levantaron y se pegaron pequeños golpes

De repente, se hizo totalmente de noche, todas las plantas antes dichas se secaron y el árbol se arrugó como una pasa dejando caer las hojas. A lo lejos se vio una mansión. La ligera brisa se empezó a convertir en un fuerte vendaval, por si fuera poco: apareció una sombra negra como la pez que empezaba a andar hacia ellos lentamente.

- ¿QUI..QUIÉN ES, RAPPE?-dijo Gabby en un tono alto porque el fuerte viento hacía mucho ruido.

- LO SABRÁS CUANDO TENGAS QUE SABERLO- añadió Rappe.

Cada vez la sombra se acercaba más e iba cogiendo forma humana. Parecí­a una persona con capucha. Entonces sacó un puñal muy afilado y extendió la mano. Iba en dirección de Cassandra pero esta, al igual que sus cinco compañeros se puso detrás de Rappe.

La mujer de la capucha, se notaba que era mujer por los mechones de pelo que caí­an por los hombros y que se moví­an al aire, llegó a estar enfrente de Rappe. Con la mano aún extendida la acercó a la barriga de Rappe.

- No le hagas daño- dijo Iori.

Ella lo miró e Iori se hizo a un lado.

Entonces la encapuchada retrocedió la mano y la extendió clavando el puñal en el pecho de Rappe. Entonces se oyó un trueno. Él se derrumbó en el suelo y empezó a soltar grandes cantidades de sangre, sus amigos le intentaron ayudar pero era inútil. Entonces, dio un suspiro final y Joel soltó su cabeza con cuidado en la hierba muerta.

- Lo has matado, asesina- dijo Iori.

La mujer, más rápida que una rayo, pasó su afilado puñal por la garganta de Iori, que sangró hasta caer inconsciente.

Los cuatro que quedaron vivos se miraron entre sí con los ojos a rebosar de lágrimas, incluso alguna lágrima caí­da por las mejillas sonrojadas, y pensando en una sola pregunta: ¿Por qué?