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Terminamos de montar a caballo. Armin también me ayudó mucho; y mi hermana acabó montando con Momo, justo como quería.
—Nos vemos luego, tengo que ir a clases con Ían.— suspiro.
—¿Quieres que te acompañe?— me preguntan ambos a la vez.
—Bueno, si alguno quiere... Supongo que las clases serán en la biblioteca, ¿no?
—Eso creo...— Armin interrumpe a Momo.
—Las clases con Ían van a ser en el aula de artes. Ha decidido que sean allí para que sus clases no sean tan abrumadoras.
—Pues... Si fueras tan amable de acompañarme...— Armin me extiende su mano, como un caballero.
—Adelante. Señorito Momo, ¿podría cuidar a Alice?— el más bajo hace una mueca y mira a mi hermana.
—Claro... Te veo luego, princesa.— le sonrío. Es un gran amigo al cuidar de mi hermana.

Armin me lleva por los pasillos. Casi no hablamos, pero no es un silencio incómodo. Llegamos a una puerta donde, por fuera, está pintada con un fondo negro y manchas de colores; como si hubieran tirado las pinturas sobre la puerta.
—Aquí es.— me sonríe levemente, casi me recuerda a Leo.
—Muchas gracias, de nuevo.
—No hay de qué, “my princess”.— me besa la mano.
—¿Podrías ir a ver a Momo y a Alice? Creo que le pasa algo a Momo...
Hace un pequeño suspiro.
—Claro. Iré ahora mismo.
Me despido de él. Toco varias veces a la puerta y escucho la voz de Ían desde dentro decirme "Adelante". Paso y cierro la puerta.

—Buenas tardes.
—Casi noches.— me señala el reloj de la pared.
—Bien.— me siento en una silla. Ían está de pie, a mi izquierda.— ¿Empezamos o qué?
—Por supuesto.— pone música a un volumen bajo, para tener de fondo.— Esto es como en la escuela, vamos a dar exactamente lo mismo.
No digo nada. Me quedo en silencio mirando el libro que me acaba de poner delante.
—¿Qué ocurre?
Sigo sin decir nada. Lo poco que he ido a la escuela, ya casi no me acuerdo. Después me puse a trabajar, así que...
—Janette...— pone su mano encima de la mía. Le miro.
—Perdona... Estaba en mi mundo...
—No has ido a la escuela, ¿verdad?—
Miro al libro. No digo nada, de nuevo.
—Jane...— se pone de rodillas frente a mí.
Con un dedo, me levanta la cara para mirarle. Sus ojos me traen recuerdos de cuando era niña; pero, no tengo muy claro por qué.
—Tienes los ojos de tu padre.— me acaricia la mejilla.
—¿Conociste a mi padre?
¿Por qué será que todo el mundo conoce mi vida, menos yo?
—No tuve mucha oportunidad, la verdad. Pero sé que tuvo varias niñas preciosas.
Me sonrojo un poco. Al final, Ían no es tan malo...
—Gracias...
Se levanta y sienta a mi lado. Abre el libro y me mira con una amplia sonrisa.
—Empecemos, Jane.— asiento con la cabeza, sonriendo.

Después de un rato, se levanta.
—¿Te parece bien si te cuento una historia un momento?— le miro, extrañada.
—Em... Claro, ¿por qué no?
Ían coge un libro de una estantería.
—Esta la historia, de una princesa y un caballero...— le interrumpo.
—¿Vas a contarme una historia para niños pequeños? Con dragones y castillos.
—No, tonta. Escucha, por favor.— suspira.
—Vale, vale...
—Bien. Hace mucho tiempo, en un castillo muy parecido a este, habitaba un joven y su princesa, cuyo amor era mutuo.— le vuelvo a interrumpir.
—"En un castillo muy parecido a este...", ¿no jodas?— me hace callar.
—¡No hay manera! A ver, la cuestión es que un día salió una rosa de color extraño en su jardín. Un color muy peculiar para una rosa. Era una rosa negra...
—¿Negra?
—Negra, negra.
—Qué bonita.
Finge toser y me callo.
—Gracias. En fin, después crecieron más rosas: de color blanco, azul, violeta e incluso, dorado...
—¿Dorado?
—Exacto, dorado.
Río.
—Por favor, cállate.— hago un puchero.— Perdona. Solo escucha, por favor.
—Vale...— suspiro.
—¡Ya me perdí!
—Las rosas de colores...
—Eso, ¡gracias! Bueno, que todo el pueblo se emocionó al saber que dichas flores estaban en su pueblo. Se sentían como...bendecidos. Todos eran muy religiosos, ya sabes, era otro siglo.— bromea.— Poco después, descubrieron que las flores otorgaban poderes u otras cualidades.
—¿Cómo por ejemplo...?
—Como, por ejemplo, convertirte en algún ser...
—¿Tipo hombre lobo, vampiro y todo esto?— río.
—¿De qué te ríes?— se pone serio.
—Es absurdo, Ían.— me interrumpe.
—No, no lo es. Cuenta la leyenda que ese jardín sigue existiendo. Aquí. Ahora. Y siempre. Esas rosas no mueren, al igual que las personas que tocan dichas flores. Cada una te otorga un poder, cada uno...tiene un poder.
Me quedo en silencio, mirándole. Parece que lo dice en serio.
—Es una bonita historia, pero ya es la hora y debo irme.
Me levanto de mi silla y me dirijo a la puerta.
—¡Jane, espera!
Le miro.
—¿Sí?
—Sigo diciendo que tienes una mirada preciosa.
—Gracias...— asiento ligeramente con la cabeza.
Abro la puerta y me voy. No tengo muy claro hacia donde me dirijo. Solo camino.
Me pierdo, me encuentro y me vuelvo a perder. Me encontré a Ethan en el pasillo; pero estaba muy serio, así que decidí que sería mejor no hablarle. Miro a Gale al final del pasillo. Decido dar media vuelta, con la esperanza de que no me haya visto.
—¡Janette!— me grita desde lo lejos.
Hago como si no lo oyera y acelero el paso.
—¡Por favor, espera!— empieza a acelerar el también.
—¡Tengo prisa!— empiezo a correr.
Ethan sale de una sala.
—¡Oh, Janette!— me mira y sonríe.
—¡Ethan!— le cojo de la mano y vuelvo a meterle en la sala. Cierro la puerta desde dentro. Gale da golpes en la puerta.
—¡Janette! ¡Abre, joder!
—Perdona que te haya arrastrado, Ethan...— respira agitada y me apoyo en la puerta.
—No importa. ¿Qué le ocurre a ese?
—No lo tengo muy claro...
Miro a mi alrededor. Me doy cuenta de que estamos en un cuarto. Debo suponer, que es el cuarto de Ethan.
—Por cierto, ¿cuándo tenías mis clases?— pregunta mirando hacia la nada, embobado.
—Pues no lo sé...
No dice nada. Está en silencio mirando hacia un lado cualquiera. Estamos en silencio unos diez segundos. Los diez segundos más largos de mi vida.
—¡Bien!
Me sobresalto. Casi me mata de un infarto.
—¡Lo miraré en el horario!
—¿Tienes un horario?
Asiente con la cabeza.
—Tengo todas las clases que tengo contigo y alguna que otra clase más, por si acaso...— se acerca a una pared y lee un papel que hay pegado.
—¿Y bien...?
—Tenemos mañana después de comer y luego, clases con Ferb.
—¿Quién es Ferb?
—Tu profesor de canto.
—Wow, madre mía...
Ethan me interrumpe gritando. Cae al suelo con las manos en la cabeza.
—¿¡Qué te ocurre?!— me pongo a su lado, en el suelo.
—¡Vete, por favor!
—¡No puedo dejarte aquí sol...!
Me interrumpe.
—¡Las flores! ¡No toques las flores!
—¿Las flores...?
Ethan dio un fuerte grito. Cuando parece que se le pasó el dolor, respira de manera agitada, acostado aun en el suelo.
—¿Te encuentras bien?...— le acaricio la mejilla.
Coge mi muñeca con fuerza. Tiene los ojos cerrados y su pulso es acelerado.
—Vete, por favor... Antes de que haga alguna tontería.
—¿Pero qué podrías hacerme?
—¡Yo no! ¡Él! ¡No lo entiendes...!— su fuerza se vuelve débil y deja caer su mano.
—¿Ethan...?— le miro en busca de una respuesta.
Abre los ojos y se sienta aun en el suelo.
—¿Qué te pasa?
—¿A mí? Nada, estoy perfecto.— se levanta y me extiende la mano para levantarme.
—¿Zaen?
—Para servirle, señorita.— sonríe de lado.
—Mejor me voy...— me coge muy fuerte del brazo, más que antes.
—¿Por qué tanta prisa?
—Verás...debo ir a dormir, ya es tarde y...— me interrumpe golpeando mi espalda y su brazo contra la pared.
—Ni siquiera sabes qué hora es. ¿O me equivoco?— me mira fijamente.
No contesto. No hago ni un solo gesto. Zaen se aparta de mí.
—Vete, anda. Antes de que me enfade.
—Puedo preguntar... ¿por qué Ethan o tu sois...estáis...?— intento hacer la pregunta correcta, pero no me sale.
—Somos uno. Realmente, yo no existiría si no fuera por...— se calla y parece que se muerde la lengua. Quiere hablar, pero por alguna razón, es como si no pudiera.
—¿No nació así? Supuse que sería por algún tipo de cosa que le ocurrió o que habría nacido así...
Ríe.
—No, claro que no. No sabes nada. Debes irte, yo soy el menor de tus problemas ahora mismo.— se pone serio y me abre la puerta.
—No entiendo...
—Hablaremos mañana. No le comentes nada a Ethan de que me has hablado.
—¿Cómo? ¿Él no está consciente de nada ahora mismo?
Niega con la cabeza.
—Te lo explicaré en otro momento con calma. No estás segura aquí.
—Y fuera tampoco...— miro a los lados del pasillo. Parece que Gale se ha ido.
—Ve directamente a tu cuarto y duerme. Búscame mañana y hablaremos. No puedo estar mucho rato más; por favor, debes irte.— me lo ruega. Su mirada parece preocupada, al igual que su voz.
—Está bien... Hasta mañana.— cuando me voy a ir, me agarra de la muñeca.
—Y, por favor, ve directa a tu cuarto.
Asiento con la cabeza afirmando. Le abrazo.
—No te preocupes. Y descansa, por favor...
Sonríe levemente.
—Hasta mañana.
Cierra la puerta y me dirijo a mi cuarto. No paro a ver a nadie y no miro para los lados, sigo adelante.
Llego a mi cuarto y cierro la puerta. No sé si cerrar con llave o no; me lo pienso un poco y al final, creo que no la cerré. Sí que cierro la puerta del balcón y la ventana, junto con las cortinas.
Abro mi ropero y busco algo para dormir. Encuentro una camisa que me quedaría grande, así que decido ponérmela. Estamos en verano, prefiero dormir ligera para no morir de un golpe de calor. Me meto en cama y miro a mi alrededor. Es increíble que pase de estar en una casa pequeña, durmiendo en un colchón; a un castillo, durmiendo en una cama. Miro a la puerta y, tras estar pensando un rato, me quedo dormida.

Noto algo en mis labios, algo medio frío. No despierto del todo, abro un poco los ojos. Veo a un chico, pero no puedo diferenciar quién es. Tiene el pelo claro, creo. ¿Momo? ¿Leo? ¿Ían?
¿Estoy soñando aun? ¿Estoy despierta...?
Solo noto unos labios sobre los míos, cálidos y fríos. Es una sensación extraña. Debo estar soñando aun. La presión de aquella persona sobre mí, se va. Escucho un ligero susurro: «Te quiero». Después escucho la puerta. A los pocos segundos me vuelvo a quedar profundamente dormida. ¿O acaso ya lo estaba?

AGAIN [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora