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Me desperté y miro a mi alrededor. Todo es precioso, una pequeña luz entra por la ventana. Me levanto y abro las cortinas, junto con las ventanas; para que entre un poco de brisa.
Decido ponerme algo del enorme vestidor, pero no sé el qué. Busco y rebusco. Creo que encontré la ropa perfecta.
Me quito el pijama y me empiezo a vestir. Llaman a la puerta justo cuando estoy desnuda. Qué putada.

—¡Un...un momento!— intento vestirme lo más rápido que puedo.

A medio vestir, lo máximo que puedo taparme, voy hacia la puerta. La abro y me encuentro a Momo.
—He venido a avisarte de...— se me queda mirando.
Estoy agarrando el vestido por arriba para taparme lo 'importante' (mis pechos, o como quieras llamarlos).
Se sonroja y yo también.
—¿A avisarme de qué?
Parece que reacciona y me contesta.
—¡S...sí! ¡Qué te vistas, porque me ha avisado Ciel de que tienes clases de compostura y...!— intenta mirarme a la cara, pero sus ojos se escapan de vez en cuando.
—¿Me ayudas a vestirme?— le sonrío dulce.
—¿P...perdona?— se sonroja mucho más
—¡No quería que sonara extraño! E...es que es la primera vez que me pongo un vestido y...bueno...— intento rectificar.— ¡Déjalo, fue una tontería!
—¡No, no!— se sonroja más.— ¡Te ayudo!
Entra en mi cuarto y cierra la puerta.
—Pero intenta no mirar mucho...
—Claro, claro.
Sonrojado, me sube el vestido y me ayuda a ponérmelo.
—¿Y estas marcas?— se queda mirando mi espalda.
Me giro rápido y le miro con una amplia sonrisa.
—¡Nada, no es nada!
Se hace un pequeño silencio.
—¿Me ayudas o no?
—Te ayudo...

Me abrocha por detrás el vestido y me coloca el corsé.
—¿Te lo aprieto?
Me sonrojo al haber pensado mal. A veces, odio mi mente perturbada, pero supongo que tengo mis razones.
—Por favor.
Lo aprieta por detrás, todo lo que puede.
—¿Sabes? Hoy soñé algo muy extraño...
—¿Me lo cuentas, princesa?
Me doy la vuelta para mirarlo.
—Soñé que alguien me besaba... Es extraño, ¿no? Nunca he besado a nadie y ahora sueño esto.— sonrío algo nerviosa.
—Sí, muy extraño...— me mira el cuerpo.
—Momo, ¿me estás escuchando?
Me mira a la cara.
—Te escucho. Es que tienes mal puesto el vestido...
Lo miro.
—Yo lo veo bien.— le miro y me roba un beso.
Abro los ojos como platos y me pongo muy muy roja.
—Vete, por favor...
—Perdona, Janette, yo...
Le interrumpo.
—Luego te veo.— sonrío muy sonrojada.
—Está bien...— se va.
Cierro la puerta. Coloco las mangas del vestido por los lados de mis hombros; me ato por adelante el vestido, apretando aun más el corsé, haciendo que mis senos parezcan más grandes; para terminar, me pongo bien los volantes de la parte de abajo del vestido.
Suspiro.
Cojo unos zapatos de tacón a juego con el vestido, de color azul y blanco. El vestido es negro, blanco y azul.
Me siento en la cama y miro mis pies.
«¿Por qué es todo tan complicado?... Si él estuviera aquí...» pienso. Vuelven a tocar a la puerta, lo que hace que salga de mis pensamientos.
Me levanto y voy hacia la puerta. «No es tan difícil andar con tacones» pienso y sonrío orgullosa.
Abro la puerta de nuevo, encontrándome a Leo. Va vestido muy elegante.
—¡Buenos d...!
Me interrumpe.
—He visto a Momo salir de tu cuarto con mucha prisa.
—Sí, vino a avisarme de que tengo clases con Ciel.
Entra en mi cuarto y cierra la puerta.
—¿Qué ocurre, Leo? Estás muy callado...
Me coge con fuerza de la muñeca y me arrastra hasta la cama. Se pone sobre mí y agarra ambas de mis muñecas a los lados de mi cabeza. Hace bastante fuerza y me es imposible moverme.
—Me haces daño...— mi respiración se vuelve cada vez más acelerada.
Me mira a los ojos. Esos ojos azules tan tan claros, que me dan miedo y a la vez me encantan.
—¿Qué has hecho con mi hermano?
—¿Qué...? ¡No he hecho nada!
—Pues él dice que sí. Que te ha besado.
—Pero yo no he hecho nada...— relajo los brazos y mi respiración vuelve a ser normal.
Roza sus labios con los míos.
—No dejes que nadie te bese...— me susurra y me besa cerrando los ojos.
Su beso es lento, dulce y cariñoso. Dura bastante. Se separa de mí y se levanta. Me extiende la mano y la acepto, para levantarme de cama.
En cuanto me levanto, me coge de la cintura.
—Olvida esto.— se aparta de mí y va hacia la puerta. La abre, pero no se va:— Por cierto, estás muy guapa con vestido...
Se va y cierra la puerta.
Me quedo de pie, sin hacer nada.
—¿Qué le pasa? ¿Qué acaba de pasar?— salgo del cuarto y miro alrededor. No hay nadie.
Empiezo a caminar y veo a Gale. Camino con paso firme.
—Janette...
—Buenos días.— le hago una pequeña sonrisa, sin parar de caminar
—Espera, espera.— me toca el hombro.
Me giro hacia él.
—Dime.
—Princesa, debo decirle que tenga cuidado, por favor.
—No le entiendo, pero gracias por la información.
Esta vez, me coge del brazo.
—¡Escúcheme!
Asiento con la cabeza.
—Disculpe por gritar...
Le interrumpo.
—Tutéame, por favor.
—Está bien.— me sonríe.— Janette. Hay mucha gente que no es de fiar, hazme caso. Ve con cuidado.
—¿Gracias? Si me disculpas, tengo que irme...
Suelta mi brazo.
—No te acerques a Owen.
—¡Gale!
Miro hacia el otro lado del pasillo, justamente, está Owen. ¿Cómo hace para aparecer siempre así?
—¿Ya estás molestando a la señorita?
Gale le mira mal.
—Tranquilo, estoy bien.— le digo.
—Con permiso.— Gale me hace una reverencia, –un poco torpe– y se va.
—¿Te ha hecho algo?— Owen se acerca a mí y besa mi mano. Me aparto de él y sonrío de una manera falsa. No os voy a engañar.
—Estoy bien. Ya debo irme.
Me decido a irme, no quiero hablar con él, ni con nadie.
—Espera.— me coge con el brazo toda la cintura y me pega a él. Mi espalda toca su cuerpo y noto su respiración en mi cuello.
—¿Qué quieres?
Ya tengo miedo, hoy todo el mundo está muy raro.
—Deberías ir a ver a tu hermana...— me susurra al oído.
—¿Qué le pasa a Alice?...— no me giro para mirarle.
Me pongo seria.
—Tal vez esté...distinta.
Le piso con la punta del tacón, "sin querer" y me aparto. Salgo corriendo a buscar a mi hermana.
Llego a su cuarto y peto.
—Alice, soy Janette.— abro la puerta y la encuentro tapada con las mantas hasta la cabeza.
—¡Vete, estoy horrible!— se tapa aun más.
Me siento a su lado, en la cama.
—Mi niña, ¿qué pasa?— le acaricio la cabeza.
Se destapa los ojos.
—¿No te vas a reír...?
Niego con la cabeza.
—Venga, cielo.— me levanto de cama, para que ella salga también.
Suspira y se destapa. Se levanta de cama. Está más alta, su pijama se le ha quedado pequeño y sus "dotes femeninos" también crecieron. Parecía que tuviera diez y seis años
—¿Esto es normal?— se muerde las uñas.
—No mucho... Vamos a buscar a Ían o a Robert.
Le cojo de la mano, aun así, es más baja que yo.
—Tengo que vestirme...
Suspiro.
—Vale, vale, pero rápido.
Se pone un vestido corto, fácil de poner y unos zapatos rosas.
—¡Vamos, ya!— le vuelvo a coger de la mano y busco a Robert o alguien que nos pueda ayudar.
Veo a Armin.
—¡Armin!
—Princesa... ¿princesa?— mira a Alice.
—¿Sabes qué le ha pasado?
—No estoy seguro... ¿Las hormonas?— se ríe.
Le doy un golpe en el brazo. Habría querido darle en el hombro, pero realmente es muy alto.
—Disculpa... Bien, tal vez su hermana haya tocado una de las "Magic Flowers".
—¿Eh?— no fui capaz de decir nada más.
—Debería habérselo contado Ían, le dije personalmente que te lo contara... Digo, que se lo contara, princesa.
Le cojo de la camiseta para bajarle la cara hasta mí. Su cara queda delante de la mía.
—¿Hablas de esas flores mágicas de un jardín mágico con una historia extraña?
—Eso creo... No la entiendo muy bien.
—El jardín mágico, Armin.— suspiro.— ¿Sabes dónde está Ían o alguien que nos pueda ayudar?
—Creo que Sebastian o Robert podrían ayudaros. Son los que más tiempo llevan en el castillo...
—¿Podrías llevarnos hasta alguno de ellos?
—Por supuesto, acompáñenme.
Le suelto la camiseta y se la coloca bien. Caminamos por los enormes pasillos del castillo. Alice no para de hacerme preguntas y muchos tipos de cosas. Parece que su mentalidad ha cambiado un poco también.
Llegamos al gran salón donde empezó toda esta historia. Allí están sentados Ethan, Ían y un chico que no conozco.
—¡Chicos!— nos dirigimos a ellos.
—¿Qué ocurre? ¿Quién es ella?— pregunta Ían colocándose el pelo con una mano y sonriendo de forma pícara.
—Es mi hermana.— le miro mal.
—¿¡Cómo?!
Todos se quedan mirando a la "pequeña" Alice.
—Yo te recordaba más bajita y menos...más...— Ethan titubea y se sonroja.
El otro chico parece indiferente, pero no para de mirar a Alice. Se levanta y se pone delante de nosotras.
—Soy Ciel, un placer.— pone una rodilla en el suelo y, cogiendo mi mano, me da un ligero beso en ella.
Se vuelve a poner de pie y sonríe levemente.
—Ahora que ya me conoces... ¿¡Qué le pasa a esta niña?!
Ían se ríe, pero intenta disimularlo.
—Tal vez, las flores...— Ían pone las piernas sobre el sofá, cruzando las piernas.
—¿La rídicula historia? Eso es absurdo, es...— miro a mi hermana. Se está colocando el bajo del vestido, para que no se le vea nada.
Ethan mira hacia otro lado intentando no desangrarse por la nariz.
—Está bien... Y según tú, si mi hermana a tocado o cogido una de esas flores extrañas, ¿qué se supone que le va a pasar?— le pregunto al de cabello castaño claro, igual que el mío.
—Pues...— pone cara pensativa, no sé si porque está pensando o por quedar bien.
—Hey, dale caña a la neurona que te queda. — dice mi hermana cruzándose de brazos y poniéndose seria.
—Como se ha puesto en un momento...— suspira.— Creo que tu hermana crecerá hasta los veinte años, muy rápido, y luego no crecerá más.
—¿Cómo que no creceré más?
—Te quedarás con veinte años y serás inmortal, si mis cálculos son correctos.
Ciel interrumpe a Ían.
—Tú no has hecho "cálculos" en tu vida. Bien, para ser exactos tu hermana en tres días tendrá el cuerpo físico de una mujer de veinte años, o bueno, como crecería ella con normalidad, solo que en muy pocos días. Y luego no crecerá más.
—¿Pero entonces no podré envejecer?
—No, no podrás. Eres inmortal... Siempre está la posibilidad de encontrar un antídoto, pero lo veo bastante difícil.
—Os juro que no me creo nada. ¡Es que es absurdo!— el de cabello castaño me interrumpe.
—Cállate, Janette.— me dice Ían, con un tono de hermano mayor.
Le hago caso. No digo nada más y miro al suelo.
—Discúlpate con la señorita.— le obliga el más alto, Armin.
—No, no es necesario.— contesto yo.— Buscaremos el antídoto para Alice.
—¿Y para los demás?— pregunta el de cabello oscuro, Ethan, muy serio.
—También... Para empezar, supongo que deberíamos decirles a los demás que no toquen las flores, ¿no?
—Me parece bien. Iremos en parejas, ¿vale?— propone Alice.
—Está bien. Ethan con Ciel, Armin con Janette y, Alice, conmigo.
Niego con la cabeza.
—Yo voy contigo.
Pone cara de extrañado y sonríe levemente.
—Está bien.— suelta una pequeña risilla.
—Iremos por los pasillos a buscar a la gente. Decidles que saldremos del castillo cuanto antes. Gracias.— sonrío.
Nos ponemos a caminar, cada uno por su lado. Ían me mira.
—¿Tengo algo en la cara o qué?
—Con tanto lío, no te había dicho que estás muy bella con vestido.— mira al frente.
Él sigue caminando y yo me paro en medio del pasillo.
—¿Qué te pasa conmigo?
Se gira para mirarme. Se acerca a mí.
—No entiendo la pregunta.
—A veces eres simpático y protector; pero otras veces, un pervertido que dice cosas absurdas. ¿Qué te ocurre conmigo?
—Soy así con todo el mundo, no te sientas especial.— sigue caminando por el pasillo, con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón.
—¿Entiendes a lo que me refiero? ¡Lo estás haciendo de nuevo!— yo no me muevo.
Se para, pero esta vez no se da la vuelta.
—La que no lo entiende, eres tú.
Me acerco a él, que se ha quedado parado en medio del pasillo.
—¿Qué tengo que entender?
Nos miramos a los ojos. Suelta un suspiro como diciendo «me rindo» y vuelve a caminar.
—Ían...—me interrumpe.
—Tenemos que buscar a todas las personas que podamos.
Suspiro y nos ponemos a ello.

AGAIN [Pausada]Where stories live. Discover now