Capítulo 2: El Tren

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Ni bien entramos al tren, me dispongo a mirar por la ventana, sin escuchar nada de lo que me dicen. Solo quiero ver por última vez mi Distrito, porque estoy segura que, aunque yo ponga todo mi esmero en sobrevivir, no lo lograré, no podría matar a nadie.

Peeta, por su parte, está sentado a mi lado, esperando a nuestro mentor, sin emitir ni el más mínimo sonido. Está pensativo, vaya a saber Dios que es lo que pasa por su cabeza. Probablemente algún plan para asesinarme, o tal vez no. No, sería imposible que piense algo así luego de lo que me dijo cuando entramos al Edificio de Justicia. A menos que en realidad me haya mentido y no tenga intenciones de verme con vida. No sé que pensar, no sé que hacer.

Tengo que reconocer que el tren es hermoso, las ventanas y los vidrios están en perfectas condiciones, el techo tiene unas bellas lámparas araña, y todo está lleno de comida. La verdad es que yo no como mucho, no es mi habito favorito, lo que es un poco irónico porque en nuestro Distrito la mayor parte de la población está muriendo de hambre.

Todo está muy en silencio, solo se escucha el bajo ruido que emiten las ruedas del tren. Hay una pregunta, bueno, en realidad varias, dando vueltas por mi cabeza. ¿Por qué Gale no se despidió de mi?, ¿Por qué Peeta se ofreció como tributo siendo que el le tiene terror a los juegos?, ¿Lograré sobrevivir? Entre muchas otras más. Con toda la curiosidad que tengo encima, me digno a mirar a Peeta, el chico del pan, que me salvó de morir de hambre.

— Oye Peeta... —digo con voz un poco baja, demasiado diría yo, es prácticamente inaudible.

— Dime, ¿Qué pasa? —me mira con cierta curiosidad, como si estuviese esperando la pregunta hace tiempo.

— ¿Por qué te ofreciste como voluntario? —ni siquiera lo miro a los ojos, estoy muy avergonzada por preguntarlo, y muy nerviosa también por su respuesta.

Él se queda un rato en silencio, hasta tal punto que me hace pensar a mí que ni siquiera él sabe porque hizo eso, ofrecerse como tributo, que es como encontrar un pase en el suelo directo a la muerto. Exhala con mucha fuerza y se decide a responderme.

— Verás..., era un niño... —dice mientras hace gestos con las manos—. Y no era justo para él tener que venir a este horrible lugar. Además... —añade y no completa sus palabras, desvía la mirada a la mesa y luego vuelve a mirarme— ...ibas a necesitar apoyo en esto... —agrega y yo frunzo el ceño, sé que no me miente, nos conocemos hace tiempo, pero aún así no hablamos demasiado, y sin embargo se que me está diciendo la verdad.

No nos conocemos mucho, pero soy una de esas personas que se da cuenta muy rápido cuando le mienten. Lo que no entiendo fue lo ultimo que dijo, "Ibas a necesitar apoyo en esto", ¿Acaso no entiende que uno de los dos va a morir? ¿Se resignó en el momento en el que se ofreció como voluntario? Todo eso no puedo preguntarlo, en primer lugar haría sentirlo muy mal, en segundo no quiero peleas con Peeta, y en tercero, no creo que sepa las respuestas a todas esas preguntas.

Estoy meditando en lo que me dijo, intentando buscar una respuesta, hasta que me doy cuenta que Peeta estaba hablándome y yo no lo estoy escuchando.

— Perdón, ¿Qué me decías? Estaba pensando y no pude escucharte —le confieso en un tono un poco gracioso, por lo distraída que soy.

— Te decía que fue muy bueno lo que hiciste por tu hermana... Por eso vas a ganar —esto último que dice, lo hace mirándome a los ojos fijamente.

Me incomoda, no por el hecho de que sea Peeta, cualquier persona que me mire a los ojos logrará intimidarme, siempre es así.

No se por qué, pero se me iluminan los ojos, intento contener las lágrimas y lo logro. Tal vez por recordar a Prim y a mi madre, tal vez porque es posible que no las vuelva a ver, o tal vez porque Peeta me hizo sentir bien con sus palabras. Nunca recibo cumplidos de nadie, últimamente ni siquiera de Gale. Gale... ¿Por qué estoy tan preocupada por él? La que está en los Juegos soy yo, no él.

Voluntarios (Los Juegos del Hambre) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora