23. Resistiré

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Lo del beso no había sido buena idea.

Amaia comprobó los mensajes al salir del estudio. Había estado todo el día con las grabaciones para el single, porque iban con un poco de retraso.

El más importante era de Txus: "Hija, me imagino que estarás ocupada. Como sé que me vas a preguntar, te comento que la rehabilitación hoy no ha ido muy bien. Alfred sigue sin estar receptivo".

"Mierda", pensó para sus adentros, buscando en los contactos para llamarla.

Cuando pierda todas las partidas, cuando duerma con la soledad, cuando se me cierren las salidas, y la noche no me deje en paz

La tarde anterior, cuando Amaia se había lanzado a sus labios, los había encontrado inertes. Entonces había notado cómo todo el cuerpo de Alfred se había tensado, probablemente tratando de corresponder, pero sin conseguirlo. Y no había esperado a que ella se separara. Simplemente había empezado a moverse sin control, golpeando todo lo que se encontraba a su paso... Incluida Amaia.

Ella intentó contenerle los brazos, pero Alfred tenía demasiada fuerza.

-¡Alfred! ¡Alfred! -trataba de llamarlo. Buscó cogerle la cara entre sus manos, pero él se removía tanto, que no lo consiguió. Como al principio, cuando él trataba de apartarla de su lado. Pero esta vez Amaia se asustó de verdad, porque vislumbró un punto de locura en su mirada.

Cuando sienta miedo del silencio, cuando cueste mantenerse en pie, cuando se rebelen los recuerdos, y me pongan contra la pared

-¡Alfredo! ¡Txus! -llamó Amaia, muy asustada. Estaba moviéndose con tanta fuerza que Amaia tuvo miedo de que pudiera caerse con la silla, a pesar de que llevaba el arnés.

Los esfuerzos de los tres fueron inútiles, y finalmente, tras un buen rato intentando calmarlo, Alfredo y Txus cruzaron una mirada, y Amaia supo lo que estaban pensando. Alfredo se dirigió al cajón donde tenían todas las medicinas de Alfred, y volvió con un inyectable. La cantante no se había equivocado: iban a sedarlo. El médico les había recetado el sedante por si acaso sufría alguna crisis. Les avisó que sería normal. Pero Amaia había pensado que nunca lo necesitaría, que Alfred era una de las personas con más autocontrol que había conocido...

Tres días. Tres días habían tardado en necesitarlo.

Amaia miró a Alfred con la mirada vacía, sintiéndose culpable, pues a fin de cuentas ella había provocado aquello. Justo unos segundos antes se estaba comunicando con ella, ¿qué había ocurrido?

Claramente, no poder corresponder al beso había sido demasiado. Estaba descargando la frustración acumulada en todo aquel tiempo. Y, en cierto modo, Amaia comprendió que sí se había controlado durante unos días que debían de haberle parecido eternos. Pero era demasiado. Incluso para él.

Resistiré, erguido frente a todo. Me volveré de hierro para endurecer la piel

-Amaia -la llamó Txus. Quería que la ayudara a tratar de mantener quieto a Alfred, mientras Alfredo buscaba la cánula intravenosa permanente que llevaba, a la altura del pecho, por la que le inyectaban el suero.

La chica sacudió la cabeza y trató de mantener quietos los brazos de Alfred. Con los hierros de la silla era especialmente difícil. Pero Alfredo seguía teniendo bastante buen pulso, y no le fue difícil inyectárselo aun con el movimiento.

El efecto fue casi inmediato, y en cuanto dejó de zarandearse Txus aprovechó para desabrocharle los cinturones y tratar de meterlo en la cama antes de que fuera un peso muerto por completo. Les costó lo suyo.

Para cuando estaba tumbado, Alfred ya estaba casi inconsciente. Amaia le acarició la cara, pero se dio cuenta de que él, con sus últimas fuerzas, trataba de apartar la mirada.

Te presto mi vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora