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[ De pronto, el peligro se siente amenazado y apuñalado por las garras de una enigmática morena de ojos tormenta que impone sus ideas y deseos. Lo desarma. Lo tienta. Lo consume. Lo enloquece... ]

La música era ensordecedora

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La música era ensordecedora. La gente gritaba y bailaba como si fuese el último día de sus vidas. Las luces de colores me cegaban y mareaban. La hueona de melena rojo intenso a mi lado meneaba sus grandes caderas, mientras uno de los cabros que nos había sacado a bailar la empujaba hacía él. La Yasna era una de mis grandes amigas y mi fiel compañera de carretes. Era una experta en atrapar miradas con sus llamativas caderas, esa cintura de avispa y una melena rojo fuego que llamaba la atención desde lejos. En ese momento, nos encontrábamos bailando con dos amigos bastante minazos -pa' que negarlo-, que se habían acercado a nosotras mientras volvíamos del baño. Nuestro grupo de amigos se encontraba en la barra pidiendo copete y creí que ya era hora de irnos cuando mi bailarín se puso jugoso poniendo toda su pierna entre las mías para rozarse contra mí.

¡Alto ahí, vaquero! ¡Con la niña no!
-pensé.

—Hueona, vamos. Ya me aburrí —le dije a la Yasna en un movimiento de caderas que me pegué para acercarme.

En ese momento sonaba una mezcla electro súper movida.

Ella asintió con una sonrisa. Como toda una descarada se acercó al rubio con el que bailaba y le planto un gran beso en la boca. Él ni siquiera dudo al devolvérselo. Intercambiaron el número y yo como la santa hueona que era la esperé moviéndome al ritmo de la música frente a mi bailarín. Al parecer él quería lo mismo, pero ni cagando. Así que cuando la Yasna me agarró la mano, simplemente nos fuimos deslizándonos por la marea de cuerpos sudados que se movían de lado a lado, de arriba abajo y hueas que ni te imaginas que se pueden hacer al bailar.

—Que calorsh —dijo la Yasna, abanicándose el rostro con una sonrisa de oreja a oreja cuando llegamos a la barra de la disco. Allí estaban el Diego, el Marcelo y la Talía. Nuestro sensual grupo de amigos.

—Maraquiña —le murmuré a la pelirroja teñida, riéndome cuando me acerqué a los chiquillos. La Yasna me lanzo una palmada en el culo, mientras el Diego me envolvía en sus brazos.

—¿Dónde estabas? —susurró con su boca muy pegada a mi oído. Cientos de escalofríos me recorrieron el cuerpo. El Diego era uno de mis mejores amigos... pero no iba a negarles que me encantaba y sí habían pasado hueas entre nosotros.

—Fuimos al baño —contesté, dándole un beso en la mejilla. Él frunció sus cejas y yo me reía, mordiéndome el labio.

El Diego era de estatura promedio con brazos fuertes y fibrosos, con unas caluguítas bien escondidas bajo esa camisa... que yo conocía muy bien. Pelo corto, castaño claro y unos lindos ojos pardos. Unos ojos que me recordaban a Edward Cullen, ja.

UN HUEÓN PELIGROSO (+21)Where stories live. Discover now