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Capítulo 21


¿Qué iba a hacer?

No podía solo ir corriendo y sacar a Trevor de ahí, pero si no lo hacía André era capaz de... No quiero ni pensarlo.

¿Qué puedo hacer?

Mire la hora en el celular, se supone que ellos a las diez están yendo a las carreras.

Debes dejar de preocuparte, Valerie.

Mi mente, como siempre me hacía ver las cosas de otra manera. Pero no quiero que le hagan nada.

¿¡Pero qué vas a hacer!?

Tampoco sabía, pero sé debo hacer algo.

Salí del baño y caminé hasta donde se encontraba mercedes, ella leía una revista. En cuanto me vio sonrió.

—Encontré esta revista, mi Trevor se veía tan lindo—Ella me mostró la revista, se notaba que era vieja, ahí se encontraba Trevor. Sin tatuajes, sin piercings—Sigue siendo guapo, pero esos tatuajes—ella negó y suspiro.

—Aún con sus tatuajes sigue siendo muy guapo—dije, sin pensar. Cuando me di cuenta miré a Mercedes y ella tenía una sonrisa enorme—Lo lamento.

—Oh no, mi niña de mi boca no sale nada— le sonreí.  

Recordé lo que había visto en el baño, y me dispuse a despedirme de Mercedes. Debía ir lo más pronto.

—Mercedes ya me tengo que ir, vendré pronto a seguir charlando y a que me enseñe a hacer esas galletas, están exquisitas.

Ella me sonrió y se levantó de la silla—Claro que si Val, mira llévale estas a tus padres.

Ella me dio una cajita transparente con algunas galletas, las tomé y las guardé en mi bolso.

—Gracias—Le di un abrazo y salí hacia mi casa.

Al llegar salude a mi padre, el cual ya estaba sentado en el sofá viendo las noticias. Corrí a mi habitación y deje el bolso, saque las galletas y se las lleve a mi madre.

Ella, mi padre, Martha y Miriam comieron de ellas. Por supuesto quedaron encantados, Mercedes era la diosa de las galletas y bueno de todo lo demás. Platique con mis padres mientras ayudaba a mi madre a servir la comida, nos sentamos en la mesa e hicimos la oración.

—Padre celestial te damos gracias por este plato de comida que pones hoy en nuestra mesa, también te quera pedir por el hermano Guillermo, él te necesita. Amen.

—Amen—respondimos mi madre y yo.

—¡Aen! —Dijo mi hermana.

—¿Qué paso con el hermano? —pregunto mi madre.

—Su esposa, se quiere divorciar—tanto como mi madre y yo nos sorprendimos.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Esa mujer cariño, está en pasos del mal. Primero quería trabajar, después salirse de la iglesia, ya no atendía su hogar, no le cocinaba al hermano, no le lavaba ¡No hacía nada! No es una mujer digna del hermano, es... Dios proteja al hermano.

—Él la debió corregir a tiempo.

Yo comía mientras escuchaba la conversación.

—¡Y lo hizo! Pero esa mujer ya no tiene arreglo, esta poseída por el mal ¡Satanás se apodero de su alma!

A través de la pantalla (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora