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"A todos aquellos que realmente me importan:
les deseo sufrimiento, desolación, enfermedad, maltratos, humillaciones, un profundo desprecio por sí mismos, el tormento de la autodesconfianza y la desgracia del derrotado".

Nietzsche.

...es la única manera de entender lo que es abrazar la vida.

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Salí de la peluquería, odiando con toda mi alma que el mecanismo de la puerta impidiera dar portazos, soltando todo el aire que retenía en los pulmones en cuanto pisé el suelo de alquitrán de la calle.

Sentía escalofríos, escalofríos de puro asco.

No podía entender como ella quería si quiera acercarse a él.

Alcé el tirante del vestido, subiéndolo del hombro de nuevo a su sitio y con la parte baja de las manos me retiré la humedad de las mejillas, llenándome los pulmones de aire otra vez. Me temblaban las manos y me daba asco, pero al menos una cosa de mí ya no le gustaría.

Giré la cabeza hacia uno de los lados de la calle, hacia donde estaba la farmacia, esperando para ver en el letrero florescente con forma de cruz verde la hora. 17:54. Aun quedaban más de dos horas para que mamá llegara a casa, y yo no podía permanecer ahí dentro durante más tiempo.

Que se ocupara él de la peluquería.

Eché a andar en cuanto el reloj marcó 55, impulsándome hacia delante con un lugar fijo en la mente, sabiendo que al menos uno de ellos iría hacia allí ahora. Solo necesitaba no estar sola, solo necesitaba la presencia de alguien más a un lado. El tiempo suficiente como para poder respirar con tranquilidad de nuevo.

Me rocé el pelo con los dedos, susurrándome a mí misma que así estaba bien, y mejor, que aunque no hubiera quedado recto era como si hubiera dejado una parte de mí en aquella peluquería, la parte despreciable, y solo la que realmente lo merecía había podido salir fuera.

Si tan solo no hubiera hecho ese comentario sobre mi pelo...

Mantuve los ojos fijos en el suelo mientras avanzaba, mirándome los pies, mirando la grava y los pequeños envoltorios de basura con los que me cruzaba. Sabía que no estaban allí ahora, pero vendrían, irían en cuando supieran que yo estaba allí, porque solo nos veíamos cuando alguno de nosotros no podía más.

Seguí adentrándome entre las calles, escogiendo de las opciones siempre la más estrecha, hasta llegar a aquella casa vieja con la ventana rota. Siempre temía encontrar a alguien dentro al colarme por la ventana, alguien que no fuera uno de ellos, me aterrorizaba pensar que habían descubierto algo que era nuestro, algo que solo utilizábamos cuando de verdad lo necesitábamos.

Ignoré el polvo acumulándose en los muebles viejos. Hacía un mes que no aparecíamos por aquí, un mes que no nos veíamos. Me había cruzado con uno de ellos hacía poco por la calle, solo una mirada, desde el otro lado, dejando que nuestros ojos se cruzasen y siguieran adelante otra vez, como si hubieran visto un fantasma.

Por un momento me planteé pensar si haberme cruzado con uno de ellos, haber querido, por un momento, detenerlo para hablar a pesar de nuestro pacto, si eso había desencadenado de alguna forma esta situación. Como si por desearlo hubiera propiciado que él reaccionara de esta forma ahora.

En mi sillón favorito brilló el polvo, y sin ni siquiera apartarlo me dejé caer, soltando todo el aire de mis pulmones al mismo tiempo en el que se levantaba todo a mi alrededor, amenazando con hacer que volvieran a picarme los ojos, cerré los ojos, echando la cabeza hacia atrás, dejándola caer en el respaldo, y esperando.

so Fresh - kth and mygWhere stories live. Discover now