Solitude

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Emilie era de esa de chicas que no tenía nada que envidiarle a otras jóvenes de su edad, su padre era un empresario exitoso y bien acomodado en los altos puestos políticos, su madre una famosa artista que siempre estaba en la boca de los medios, ella una próxima modelo; sabía que quizá tenía una vida envidiable para una joven de tan solo 15 años pero si había algo que lamentaba en el fondo de su corazón es que no sentía que tuviera un solo amigo.

Si bien tampoco se llevaba mal con sus compañeros en la escuela o en sus clases extra, no tenía nada a lo cual considerar una verdadera amistad. Todos los días al subir a la limosina que su padre enviaba a recogerla podía ver los grupos de chicos que se reunían en la entrada del colegio y hablaban de sus planes para la tarde o para el fin de semana y, si se permitía ser honesta consigo misma, les envidiaba. Veía a sus compañeros organizar reuniones casi todos los días y aun así nunca la invitaban, había conseguido colarse un par de veces a esas salidas, solo para descubrir lo horrible que es estar solo en un lugar lleno de gente. Desde entonces había dejado de intentarlo.

Y no es que ella fuera alguna clase de prima dona que se la pasará molestando a los demás, al contrario, muchos decían que era la persona más amable que podían encontrar pero solo no encajaba, como si algo en ella no la dejará ser una chica normal y ella odiaba esa parte de ella. Se odiaba a sí misma por no poder encajar.

La cereza sobre el pastel ocurrió un día durante las últimas semanas de clases, el sol calentaba el pavimento de forma casi calcinante anunciando la inminente llegada del verano, solo un par de semanas más y los jóvenes serían libres de ir a donde fueran. Emilie estaba tan emocionada como sus compañeros, su padre habría prometido tomarse unos días del trabajo para llevarla a vacacionar y eso la emocionaba, estaba tan ocupada pensando en sí debería buscar su viejo traje de baño o pedirle a su padre que le comprará uno nuevo que no escuchó la conversación de sus compañeros hasta que estaba casi en la puerta del salón.

— Vamos, Gabriel será divertido. Todo el salón irá.

La chica se detuvo en seco. Gabriel Agreste debía ser uno de los chicos más reservados del salón, siempre ocupado. Sus padres eran personas humildes pero que habían hecho de todo para que su hijo fuera a la prestigiosa escuela en la que estaban, incluso Emilie sabía que si alguien le hacía una invitación al joven Agreste este desistiría de inmediato.

— Ya conseguí un trabajo para el verano — se excusó el joven —. No puedo dejar dicha responsabilidad solo para ir a divertirme una semana con mis compañeros de escuela. Ya los veo todos los días, creo que es suficiente.

Emilie sintió como si algo pesado y caliente hubiera caído en su estómago pero lo ignoró, tomo aire y se dispuso a entrar, después de todo no había razón para que se sintiera mal porque invitarán a una salida de que ella no estaba enterada, quizá alguien la invitaría más adelante.

— Buenos días — saludó sonriente mientras cruzaba la puerta —. ¿De qué hablan?

Gabriel de inmediato se giró a su asiento, era tan clásico de él, ni siquiera tenía la educación de regresarle los buenos días pero eso no le importaba mucho en realidad.

— Buenos días, Emilie — respondió su otro compañero —. No estábamos hablando de nada en realidad.

Emilie sintió una vez más esa pesadez en el estómago, sin darse cuenta miro a Gabriel y se encontró con su mirada aunque este la desvío de inmediato a la ventana a su derecha. Emilie pensó que había algo felino en su mirada pero eso no tenía interés para ella en esos momentos, sintió como, una vez más, la estaban dejando de lado.

Las clases empezaron y todo el día sus pensamientos rondaron en aquella conversación matutina entre sus compañeros, incluso se había atrevido durante el descanso a seguir a sus compañeras y sus pláticas aburridas sobre chicos y actores con tal de preguntarles lo que harían en vacaciones pero ninguna había dicho nada sobre un viaje en grupo.

OneShots Miraculous LadybugWhere stories live. Discover now