Pequeña Valentina 2/5

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Narra Valentina.

Un sonido molesto me hizo brincar de la cama, golpeándome la cabeza con la mesilla de noche. Miré el teléfono de la habitación, no dude en contestar.

—Bueno, bueno ¿Rugge?— pregunté alzándolo.

—Llevo horas intentando comunicarme contigo ¿Dónde estabas?

—Sólo espero no decir que tome una siesta de mil horas. ¿Qué pasó?

—Fui a tu casa, tu madre me recibió. Tienen a Michael cautivo.

—No le dijiste a mi madre ¿Cierto?

—No y sí.

—Explicate Ruggero.

—No le di el recado que me dijiste, sólo le dije que hablé contigo. Perdoname Valentina, pero está loca esa señora.

—No importa Rugge, gracias.

—Para lo que quieras Valentina y, le dije que estabas bien. Creo que se quedó tranquilo.

—Esperemos, gracias Rugge. De verdad.

—Descansa.

—¿Qué?— miré el reloj— Oh, si. Igualmente,te quiero.

—Te quiero más.

Terminé la llamada.

Efectivamente, había tomado una siesta de mil horas, tenía el don de dormir mucho sin sentir cambio alguno en mi cuerpo.
Llamaron a la habitación y abrí, era Jorge. Me preguntó si todo estaba bien, yo asentí.
Trajo con él una caja que me pidió revisara, quería que lo hiciera para que así estuviera segura de que no era mentira todo lo que él decía.
También un poco de comida.
Se retiró de la habitación dejándome sola con aquella caja y la charola de  comida.

Contenía todo lo hablado, las cartas y obsequios de los que él me había hablado. Eran demasiadas, quizá más de treinta. Tomé una con un pequeño listón rosado a su alrededor, y un sticker de un peluche café.

Con todo el amor que puedas imaginar, el padre que más te querrá, también el que te llevará todas las veces que quieras a la feria, te amo pequeña Valentina

Eso decía en la parte del frente.

Lo siento, ella no quiere recibirlas, no más Jorge. No sigas haciéndoloque ella no cambiará de opinión. No me hagas comenzar a tirarlas ala basura, junto con tus absurdos regalos.

Y eso en la esquina de la parte de enfrente, efectivamente, era la letra de mi madre.

Al leerla me di cuenta que de verdad habían sido cartas que mi madre recibía y que devolvía. El papel ya era demasiado viejo.
Las palabras que venían en ellas eran infinitamente sinceras, o eso parecían ser. Él expresaba todo lo que sentía en esos pedazos de papel, todo lo que quería decirme pero no podía, todo lo que yo hubiera deseado escuchar en ese entonces. Una carta de esas, diciendo que él volvería por mi, hubieran alegrado muchísimo mi vida, sin embargo nunca la recibí.

El tiempo ahí se me fue volando, leí casi todas las cartas e incluso seleccioné las que creía hubiera puesto en mi lugar favorito para siempre leerlas.

Ya era demasiado tarde, pero no quería quedarme en la habitación. No iba a sentirme bien durmiendo cómoda mientras Michael estaba preocupado.

—Sí no puedes llevarme no importa, puedo pedir un taxi.— le dije a Jorge después de platicarle lo que quería hacer.

—¿Qué? Claro que voy a llevarte, no dejaría que te fueras sola.

—¿Seguro?

—Completamente.

1.Mi Hermanastro-Michaentina (Adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora