CAPÍTULO I

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CAPÍTULO I

And she knows it's getting late,
knows that I been waiting and I'm starving.


Nueva York, enero de 1942.

–¡Roxanne! ¡Date prisa o llegaremos tarde!

Cassie empezaba a desesperarse. Roxie tenía una habilidad antinatural para tardar una existencia en prepararse, ya fuese para ir a una fiesta como para ir al baño. De hecho, llevaba casi tres cuartos de hora encerrada en su cuarto haciendo dios sabe qué. De vez en cuando se escuchaba el frufrú de la tela de su vestido a través de la puerta.

–En serio, me van a salir canas.

Cassandra sabía que a su amiga le gustaba hacer las cosas con calma, pero el tiempo se les estaba echando encima. Faltaban quince minutos para las seis, hora a la cual sus parejas de baile pasarían a recogerlas.

Caminaba en círculos por la sala de estar, haciendo ruido con sus pequeños tacones. Estaba claro que la paciencia no era su mayor virtud. Se llevó las manos al cabello, rubio como el oro, comprobando que cada tirabuzón estaba donde debía y que el tiempo que llevaba esperando por su amiga no lo había estropeado. Aquella noche en particular se había arreglado más de lo habitual. Además de los tirabuzones, se había pintado los labios con carmín y se había puesto sus mejores pendientes. Llevaba también los zapatos negros de charol de ocasiones especiales que estaban prácticamente nuevos. El precioso vestido verde que Roxie había confeccionado para ella se amoldaba perfectamente a su figura y las hacía ver esbelta y hermosa. Bueno, la modestia tampoco era una de sus mejores virtudes.

–Si en diez minutos no estás, me iré sin ti –dijo golpeando la puerta del cuarto de su amiga con la palma de la mano –¡Más diversión para mí sola!

Cassandra bufó. Le irritaba cuando su amiga hacía aquello. Tardar cien años e ir a todas partes a contrarreloj por no darse prisa o no haber empezado a prepararse a tiempo. Estaba a punto de golpear de nuevo la puerta cuando esta se abrió y dejó ver a su mejor amiga por fin lista. Cassie la miró boquiabierta.

–¿Tan mal me veo? –preguntó la francesa mientras un suave tono rosado cubría sus mejillas –Creo que me da tiempo a ponerme otra cosa si...

–¡No! –exclamó la joven rubia tomando a su amiga de los hombros –Estás realmente preciosa, Rox. Supongo que he de admitirlo... la espera ha merecido la pena. Además, ¡no hay tiempo para cambiarse!

Roxanne sonrió y apartó la mirada de su amiga. Llevaba el largo cabello castaño suelto, lo que resaltaba sus grandes y brillantes ojos oscuros. El vestido, rojo como la sangre, le quedaba perfecto. Era más atrevido de lo que solía vestir –sobre todo por el escote–, pero estaba realmente preciosa.

–No sé yo... –Roxanne se miró los pies, cubiertos por sus viejos y gastados zapatos de bailar. Se sentía extraña con aquel vestido, como si no fuese ella. Coserlo había sido muy divertido, pero hacerlo y vestirlo eran cosas muy distintas, y su autoestima de mercadillo jugaba con ella.

Antes de que tuviera oportunidad de correr a encerrarse y cambiarse, alguien llamó a la puerta. Cassandra soltó un pequeño gritito y dio un salto en el sitio.

–Vamos, Roxie. Nuestros acompañantes han llegado.

Roxanne suspiró y cogió su vieja gabardina. Cassandra la miró mal, como si le echase la bronca por ponerse aquel trapo viejo en lugar de un abrigo acorde al increíble vestido que llevaba por debajo. Ella, por su parte, cubrió sus hombros con uno grueso de piel que le llegaba hasta las rodillas y que parecía extremadamente suave.

Red Dress [Bucky Barnes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora