CAPÍTULO II

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CAPÍTULO II

Hey you with the red dress on,
I said hey you with the red dress on.

Nueva York, enero de 1942

Al principio Roxanne pensó que estaba soñando. James le había ofrecido la mano y ella la había tomado con dedos temblorosos. La del muchacho era cálida y callosa, y se cerró sobre la suya con delicadeza para guiarla al centro del local. Le temblaron un poco las piernas, pero le siguió. Cuando él se giró hacia ella y le dedicó una de aquellas sonrisas que la tenían totalmente atontada, se dio cuenta de que no estaba soñando. De hecho, estaba más despierta que nunca. Le devolvió la sonrisa y vio como él se mordía el labio inferior aguantando una carcajada. Con una mano tomó su cintura y con la otra sujetó la de Roxie. Ambos daban saltos y giraban por la pista. Se envolvían el uno en el otro, se acariciaban con la mirada y ante todo, reían.

–¿Sabe, señorita? Nunca pensé encontrar a una mujer con una resistencia a la bebida como la suya.

–No todas las mujeres saben beber. Pero, ¿sabe qué, sargento? Tampoco todos los hombres saben.

James la miraba a los ojos, perforándole el alma a Roxanne. Ambos sentían que algo les mantenía unidos bailando en aquel lugar. Algo hacía que no pudieran dejar de mirarse a los ojos de aquella forma.

–¡Roxie! –gritó de la nada Cassandra, sacando de sus cavilaciones a la francesa, que cuando se giró hacia ella la vio bebiendo con Steve. Roxie tuvo que morderse la mejilla por dentro para no estallar en carcajadas. Su mejor amiga no es que fuese una gran bebedora... y los dos muchachos lo descubrirían pronto.

–Steve no es un gran bailarín, pero es un buen amigo. Su amiga está en buenas manos, señorita Mon... eh...

–Montparnasse –contestó Roxie con una risita. No era la primera vez que un estadounidense encontraba problemas al pronunciar su apellido. –Pero usted puede llamarme por mi nombre. –le dijo con un guiño. Tal vez fuese resistente al alcohol, pero eso no quitaba que le estaba ayudando a quitarse los nervios y lanzarse un poco. Además, ¿qué podía perder? Se sentía exageradamente atraída por aquel bello y educado joven que la había invitado a bailar... a ella, y no a Cassandra, por primera vez.

–En ese caso, llámeme Bucky.

–¿Bucky? ¿No es ese un nombre de perro?

James se rió, y Roxanne admitió por fin lo mucho que le gustaba escuchar su musical risa. Estaba segura de que cada vez que el muchacho se reía, ella ganaba tiempo de vida.

–Viene de mi segundo nombre, en realidad. James Buchanan Barnes a su servicio, señorita. Fue Steve quien empezó a llamarme Bucky y, digamos que ahora me he acostumbrado.

–Es un apodo precioso.

James abrió la boca para contestar, pero no se le ocurrió nada ingenioso. Sus mejillas se colorearon de un suave rojo que no pasó desapercibido para Roxie, quien dio un par de vueltas cuando él levantó el brazo. La canción estaba llegando a su fin y las palabras ya no eran necesarias. Ambos se perdieron en la mirada del otro, en sus luces y sombras, intentando leer lo que ocultaban y desvelar todos sus secretos. Se olvidaron de Cassandra, de Steve, de Mike y Chad, de la guerra, del frío y de todo. Tan sólo estaban ellos dos: un joven vestido de uniforme y una muchacha con un llamativo vestido rojo.

La canción acabó y ellos se soltaron. Habían dejado de mirarse a los ojos para observar los labios del otro, intentando imaginar su textura y su sabor. Roxie se mordió el labio inferior y apartó la mirada. Sentía cómo sus mejillas y sus orejas se sonrojaban y su temperatura corporal aumentaba al darse cuenta de lo que acababa de pasar. De lo que realmente estaba deseando. ¡Acaba de conocerle!

Red Dress [Bucky Barnes]Место, где живут истории. Откройте их для себя