Capítulo 23 "¿Charlotte Miller te casarías conmigo?"

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Besó su espalda desnuda y la acarició intentando no despertarla. Dormía boca abajo en la cama abrazada a su pecho y él no podía sentirse más afortunado. Después de aquel día rápidamente se mudaron a la casa y aunque pocos lo supieran les parecía mejor así. Un mes había pasado, un mes despertando al lado de esa mujer que amaba y que volvía loco todos sus sentidos.

Charlotte Miller era perfecta...

Cuando fueron a contárselo a sus padres Edward casi lo agarra del cuello y el abuelo de la castaña estuvo a punto de estamparle el bastón en la cabeza por querer apresurar las cosas con su preciada nieta. Ya sabía por qué su novia era aveces un poco mimada, pero no podía culparla porque era encantadora, buena para los negocios y una bomba sexy andante.

Se levantó con cuidado por temor a despertarla, se duchó rápidamente y mientras se cambiaba miró el reloj, en cualquier momento la señora Daniels entraría por esa puerta con el desayuno sin importar que estuvieran despiertos o dormidos.
Se acercó a la cama cuando ella empezó a moverse, se sentó a su lado y esperó a que abriera los ojos.

— Buenos días — susurró acariciando con un dedo su brazo desnudo.

— Buenos días guapo— se inclinó para besar sus labios y sonrió sobre ellos —  ¿Por qué no te quedaste más rato en la cama?— Lo cuestionó soltando un bostezo — eres el dueño de la empresa y yo la socia mayoritaria, no pasará nada si llegamos tarde.

— Lo sé pero la empresa no se maneja sola cariño además la señora Daniels entrará por esa puerta en cualquier minuto — si, desde aquel día sus mañanas no son iguales. Todos los días a la misma hora sin que falte o sobre un minuto la mujer les llevaba desayuno a la cama.

— ¿Por qué pones esa cara?, se ha encargado de cuidarnos muy bien las últimas semanas — sonrió tratando de contenerse para no reír. La conocía y sabía perfectamente que disfrutaba esas cosas.

— Si de su trabajo no tengo queja pero estoy seguro que tu padre la envío para que nos mantuviera vigilados — vigilados era solo una linda forma de llamarlo. Su futuro suegro había contratado a todo el servicio para mantener impecable la propiedad...para eso y para que le informaran todo lo que pasaba.

— No vaya a ser que corrompas a su princesa — soltó con fingida inocencia.

— Lo que no sabe es que yo no corrompo a nadie, tú fuiste la que me sedujiste con tus encantos — se apoderó de su boca vorazmente, acarició sus piernas lentamente disfrutando de la suavidad de su piel pero todo el encanto se rompió cuando la puerta de la habitación sonó y segundos después apareció la señora Daniels con el desayuno y dos mujeres más que hacían parte del servicio...cortesía de Edward Miller, su futuro suegro.

— Buenos días, les traje el desayuno y el periódico — informó— la correspondencia la dejé en su oficina señor — se apresuró a decir en un marcado acento australiano.

— Gracias — respondieron ambos al tiempo.

Abrieron las cortinas, se llevaron la ropa usada y tan pronto recogieron el desorden desaparecieron.

— Es raro tener tanta gente aquí — dijo para si solo, dándose cuenta un poco tarde que lo había hecho en voz alta.

— Te acostumbras después de un tiempo— se encogió de hombros mientras se llevaba un trozo de fruta a la boca.

— Después que no nos interrumpa mientras te hago...

— Andrew por favor — chilló.

El color rojo trepó por sus mejillas instalándose en ellas y haciéndola ver más hermosa de lo que era.

Siempre fuiste TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora