III

219 56 5
                                    

Cuando estuvimos fuera del bar una ráfaga de viento me golpeó el rostro. Estaba demasiado enfocado en ordenarme el cabello para anticiparme cuando me tomaste por la cintura y juntaste nuestros labios por primera vez.

Sólo atiné a cerrar los ojos, aferrarme a alguna parte de tu abrigo y corresponderte.

Me besaste lento. Pasional. Como si me conocieras desde toda la vida y tuviésemos esa misma vida para besarnos todas las veces que quisiéramos.

No sé cuánto duró. Si medio minuto, si fueron cinco, treinta y cinco o dos horas, pero sin importar tus besos tuvieron un ligero sabor a siempre.

No solía creer en nada, Hoseok, pero eso era algo en lo que quería creer.

Me encargué de romper el beso buscando aire. Apoyé mi frente contra la tuya y quise reír. Y lo hice. Estaba inundado por un regocijo en el pecho y ansiedad por lo que estaba por venir, y eso me hizo reír.

Reí y te besé. Reí y te besé. Reí otra vez, te besé otra vez. Sabía que no entendías lo que ocurría y al final me callaste con tus labios hasta que de mí sólo quedó una sonrisa idiota. Me sentía en medio de algo mágico, o quizás eras sólo tú.

Tomé tu mano e hice que me siguieras. Podría haberte llevado a cualquier lado y tenía la sensación que te dejarías guiar sin importar qué.

Después de una cuadra empezamos a correr y la situación no podía parecerme más ridícula. No podía dejar de sonreír y tú tampoco. No solté tu mano y tú tampoco lo hiciste. Tuve el valor de besarte en el primer semáforo en rojo y lo mismo hicimos en todos los que siguieron.

Parecíamos niños, Hoseok. Me sentía como un niño, y me sentía feliz.

Cuando estuvimos fuera del departamento, tomabas mis caderas y besabas mi cuello por la espalda mientras yo intentaba usar las llaves. No te habías afeitado esa mañana y recuerdo perfectamente las cosquillas que me causaba. Me susurraste que hablarme en el bar era lo mejor que habías hecho en mucho tiempo.

Tardé, tanto porque eras una distracción como porque no quería detener ese momento.

Abrí la puerta y te llevé a la habitación que yo estaba usando. Te senté en la cama, tu espalda contra la pared y yo sobre ti.

Te quité el abrigo. Tú hiciste lo mismo con el mío.

Uno, dos botones menos.

Sujetabas mis caderas con fuerza, Hoseok, como si no quisieras soltarme nunca. Como si tus manos quisieran memorizar todos y cada centímetro de mí. Yo apretaba tu camisa a medio desabotonar. Me recuerdo estremecer por ahí donde te atrevieras a tocar.

Besaba tus labios con ansias de ti. Tú hacías lo mismo, Hoseok. Lento, paciente, profundo, pasional. Tenía la sensación de que todo sobre ti era así. Intenso.

Hubiera creído que me amabas si no supiera que nos conocimos esa noche.

Dejaste mis labios, bajaste y delineaste mi mandíbula. Te detuviste en mi oreja, mordiste el lóbulo. Jadee y seguiste bajando hacia mi cuello. Tres besos, un mordisco y estrechaste mi cintura contra ti. Mi pecho se hinchaba buscando aire y no podía más que estremecerme.

Subiste otra vez y tus manos dejaron mi cintura. Tomamos un descanso. No existía espacio entre tu cuerpo y el mío, te abrazaba por el cuello y tus palmas acunaban mi rostro.

Me mirabas como si fuera algo hermoso. Me hacías sentir desnudo a pesar de llevaba ropa sobre mí. Expuesto. De repente me había convertido de cristal, completamente transparente para ti y tú tenías el poder de romperme si así lo deseabas.

Pero acariciaste mis mejillas, me besaste suave y me hiciste sentir precioso.

Dos prendas menos, me recostaste en la cama y te colocaste sobre mí. Tus manos se posaron en el filo de mi pantalón y mordiste mi clavícula. Me preguntaste al oído si estaba seguro de lo que estábamos a punto de hacer.

Me moví e hice que tú quedaras acostado y yo sobre ti. Esa era mi respuesta, Hoseok, y es que estaba jodidamente seguro que aquello era bueno. Besé tu abdomen y desabroché tu pantalón sin preguntarte. Quité todo aquello que me molestaba.

Mi boca siguió bajando y tú jalaste mi cabello al ritmo de cada espasmo.

La ropa terminó regada en el suelo. El resto es historia.

Labios, lengua, manos, piel.

Voz, jadeos, gemidos.

Escalofríos.

Fuiste capaz de hacerme probar un pedazo de cielo y a la vez llevarme al infierno. Nos dieron las una, las dos y las tres y te sentía en todos, todos, todos lados, Hoseok. Arriba, abajo, a ambos lados, rodeándome, abrazándome. Dentro.

Y desnudos al anochecer nos encontró la luna.

y nos dieron las diez y las once 愛. vhWhere stories live. Discover now