IV

200 54 14
                                    

Desperté horas después con miedo a que te hubieras ido y respiré cuando fui consciente de mis piernas entrelazadas con algo y un peso hundiendo la cama a mi lado.

La noche anterior me habías comentado que te relajaba que te acariciaran el cabello; eso hice. Pensé que te despertaría, pero sólo te moviste un poquito y te acercaste a mí en medio del sueño.

Sentí como minutos después tu respiración dejó de ser regular y tu cuerpo se tensó un poco. Despertaste. Tu rostro se veía desorientado y me invadió el terror pensando que actuaste de la forma en la que lo hiciste por culpa de lo que habíamos bebido y que no recordabas nada.

Pero me miraste, sonreíste y tus ojos brillaron, casi vi las imágenes de la noche anterior reproducirse en tu cabeza. Miraste al techo y reíste un poco. Una carcajada corta y limpia, de alivio y felicidad pura.

-No fue un sueño-susurraste, seguro no esperabas que yo te escuchara. Me miraste y volviste a reír, como si no pudieras creer que estuviera ahí, a tu lado.

Pero yo estaba ahí, contigo; y tú estabas ahí, conmigo.

Te dije buenos días y tomé la iniciativa de besarte. Uno, seguido de otro, y de otro. Cada vez más largos y cada vez más .

Tu piel estaba desnuda contra la mía. Rodaste sobre tu espalda y quedé sobre ti, apoyé un codo al lado de tu cabeza y cargué mi peso en él. Devorabas mis labios, mis manos recorrían el costado de tu cuerpo y tú acariciabas mi espalda, enviando escalofríos a todos los puntos correctos. Tú eras correcto, Hoseok, tú te sentías correcto.

Nunca hubiera tenido suficiente de ti. Ni en esa noche ni esa mañana. Ni en una semana o un mes, un año, una vida o las que nos siguieran. De alguna forma lo sabía. De alguna forma, lo sé.

Minutos después, cuando los besos cesaron, estábamos frente a frente, de costado y con nuestras piernas entrelazadas. Nuestros rostros estaban tan cerca que tu respiración chocaba contra mí cada vez que exhalabas. No puedo quitar de mi cabeza el sonido de tu voz. Somnoliento, un par de tonos más bajo y adornado con un vibrar salido de lo profundo de tu garganta, parecido a un ronroneo.

Esa mañana hablamos del nada, del todo y del todo que habita en la nada. Me contaste más de ti y yo te hablé de mí aún más. Mencioné cosas que nunca pensé decirle a alguien alguna vez y tú me veías Hoseok, me veías en el sentido más íntimo que existe.

¿Conoces ese sentimiento, Hoseok? Ese estado de ánimo extraño en el que nos sentimos sin secretos. Expuestos, transparentes. Como cuando encuentras a alguien para hablar una noche en la que tu cabeza está tan ruidosa que no te deja dormir. Con las emociones a punto de explotar y una honestidad brutal que hace que digas cosas de ti que ni tú mismo sabías. Hoseok, así me sentí contigo todo el tiempo.

Hubo un momento en que tu mano se escabulló a mi cintura y besaste mi cuello. Sin dejar aquel lugar dijiste que tenías algo que confesarme. Dijiste que posaste tus ojos en mí desde que crucé la puerta del bar, que dejaste a tus amigos botados en el local, que habías estado jodidamente nervioso pensando cómo llamar mi atención y que el cenicero había sido una excusa para poder acercarte.

No tenías idea que la habías captado desde el primer momento.

Te pregunté por qué y vacilaste. Me dijiste que era imposible no fijarse en el chico lindo de rostro triste que había salido a beber solo un fin de semana. Que me viste y sentiste a todo mi ser clamar por ayuda. Te habías sentido atraído al misterio y yo no pude evitar sentirme algo herido.

Te alejé un poco y callé. Te veías como si no entendieras que habías hecho mal.

Te expliqué que los niños armaban rompecabezas porque les entretenía el proceso y generaba satisfacción ver cuando estaba terminado. Pero que cuando lograban hacer la imagen, el juego se acababa porque perdía el enigma. O que podía ocurrir que fuera demasiado difícil, el niño se rindiera o se cansara y en ese caso, también se olvidarán del juego. Que sí o sí terminará tirado en algún lado y no se volvería a tocar sino para botarlo a la basura.

y nos dieron las diez y las once 愛. vhWhere stories live. Discover now