21: Si no cazas, te cazan

30.6K 2.3K 675
                                    

Capítulo 21 | Si no cazas, te cazan

Creo que estuve a punto de reventar la puerta, y mis pies parecían golpear el suelo como yunques. Sus ojos me observaban con confusión en la medida que me acercaba conteniendo la ira en mis puños. Sus cejas se unieron en un pequeño ceño, mientras depositaba unas carpetas en una de las mesas de la sala de copiado.

Cualquier persona racional se hubiese detenido a preguntarle porqué había hecho tal cosa. Cualquier persona racional hubiese intentado resolver el malentendido con madurez.

Pero en ese momento mi racionalidad se había evaporado. En mi cabeza solo se repetía la idea de que por su culpa podría ser expulsada del programa de pasantías, por su culpa perdería un empleo por el que luché por meses, por su culpa se abría la posibilidad de volver a Florida, por su culpa se arruinaría lo que tanto me había costado cultivar en Nueva York.

Así que nadie podía juzgarme por dejarme poseer por la furia.

Lo siguiente que supe fue que mis manos comenzaron a coger todas las cosas que estaban allí para arrojárselas directamente al rostro: carpetas, engrapadoras, documentos, incluso una libreta grande.

Creo que él intentaba hablar mientras esquivaba los objetos en el aire, pero mis oídos no lo escuchaban. Creo que yo lo insultaba, pero mi cerebro se había desconectado.

En algún momento se acercó rápidamente a mí y me cogió de las muñecas impidiendo que siguiera descargando mi rabia. Sus ojos celestes me miraban desconcertados y sorprendidos, como si no pudiera creer que yo estuviese tomando estas acciones hacia él.

—¿Te has vuelto loca? —preguntó, impaciente, con su ceño más profundo y cambiando la expresión de su rostro a una más cercana a la molestia.

—Voy a matarte —solté, mientras forcejeaba para zafarme de su agarre, sin embargo todos mis intentos fueron inútiles—. Todo es tu culpa, todo esto es tu culpa —escupí con molestia—. Me botarán de acá, no conseguiré empleo pronto, no podré pagar mis gastos, tendré que volver a Florida a seguir humillándome. Y todo eso es tu culpa.

A medida que las palabras fueron saliendo de mi boca mi cuerpo se fue calmando, no precisamente porque fuese relajador explicarle a Nathaniel cómo mi futuro se estaba yendo por la borda. Sino porque me fui haciendo consciente que hacerle daño físico no iba a resolver nada.

Poco a poco, segundo a segundo, la racionalidad se fue apoderando de mí.

—¿De qué me estás hablando?

Exhalé todo el aire que estaba acumulado en mis pulmones, desinflándome como un globo y aun así sintiéndome sumamente pesada. A veces, su descaro podía ser un real dolor de pelotas. Y eso que yo no tenía.

—¿Es esto lo que querías? Pues lo has conseguido. —Me perdí en sus ojos azules que cada vez parecían más desconcertados, sus comisuras formaron una fina línea a medida que me escudriñaba con suma cautela—. Gracias a tu pequeña broma, mi jefe quedó ridiculizado frente a clientes importantes. Y esa responsabilidad recaerá en mí.

Nathaniel entrecerró los ojos procesando mis palabras, hasta que finalmente pareció enseñar un poco de decepción.

— ¿Entregaste el CD directamente, Margaret? —pareció un poco sorprendido— No hay que tener tres dedos de frente para saber que todo lo que te entregan debes revisarlo antes de pasarlo a tus superiores. Pensé que eras más inteligente y que lo harías.

—Y yo pensé que eras más profesional y por ello no me entregarías un CD con pornografía.

De acuerdo. Ciertamente cualquier trabajador debería revisar el material que se le entrega a su jefe, para evitar errores, malos entendidos, o bromas pesadas como la que él acababa de hacerme. Sin embargo, se suponía que a estas alturas, todos los pasantes adquiríamos el compromiso de dar lo mejor de nosotros como profesionales.

Vendiendo el amor © ✓ [Vendedores #1]Where stories live. Discover now