36: Un mundo de gigantes

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Capítulo 36 | Un mundo de gigantes

Di un sorbo a mi batido verde y me sentí orgullosa cuando finalmente lo encontré delicioso.

Me había unido al séquito de personas que se establecía metas en enero, y una de las mías era comer de manera más saludable. No lo había cumplido a cabalidad estos últimos días, pero al menos lo estaba intentando.

—Si lo que quieres es bajar de peso, tienes que hacer ejercicio —mencionó Oliver mientras comía de su puré de papas—. Te puedo llevar a mi gimnasio. No sé cuál sea tu situación sentimental ahora, pero sin duda eso puede solucionar tu peso y conseguirte una presa suculenta.

—No necesito más hombres en mi vida, Oli. Además hacer ejercicio forma parte de la fase dos. Necesitaré prepararme psicológicamente para ello.

—De acuerdo, culito gordo —apretó una de mis mejillas obligándome a darle un golpe en el hombro para que me dejara en paz.

—No estoy gorda, solo quiero tener una vida saludable.

Oliver enarcó una ceja y soltó una risa burlona, desconfiando de mis palabras. Que mis amigos no creyeran en mi proyecto personal solo lo hacía un poco difícil, pero no imposible.

Mis ojos viajaron al otro lado de la cafetería, donde Tom y Brianna estaban sentados charlando seriamente. Ella parecía reclamarle por algo —como era usual— y él lucía aburrido, como también era usual. Sentí un pinchazo de celos cuando él se acercó a ella y escondió un mechón de su rubio cabello detrás de su oreja, haciéndola sonrojar.

Consíganse un hotel, ladró una voz en mi interior. 

— ¿Viste el comunicado que nos enviaron esta mañana? —preguntó Oliver, desconcentrándome y trayéndome a la realidad.

—Si te refieres a la intervención de todos los correos, pues sí.

Un pequeño escándalo se armó en la compañía: alguien le estaba enviando los detalles de todas nuestras estrategias y campañas a nuestra competencia. ¿El resultado? Nos robaban las ideas y contenido audiovisual.

Solo para interceptar al traidor, los ejecutivos de LB&T iban a monitorear todos los correos que fuesen enviados desde los servidores del edificio.

Quizás no sería suficiente, pero al menos se estaban encargando. Aunque si me lo preguntaban a mí, era poco inteligente advertirle al personal que estarían vigilando sus correos. Era como si un policía le advirtiera al ladrón el lugar y la hora en la que pensaba capturarlo.

—Me encanta este trabajo, siempre hay algo nuevo para contar. Quién iba a decir que iban a intervenir nuestras comunicaciones. Se dice que van a pedirnos que trabajemos sin celulares, como si fuesen los años noventa.

—Es bastante grave, Oli. Si la empresa se queda sin clientes, tú y yo nos quedamos sin trabajo. Ahora bien, ¿de verdad crees que el traidor sea alguien de aquí?

—Es bastante probable —se encogió de hombros—. Y esa persona debe estar cobrando cheques bien jugosos por toda la información.

Entre tantos trabajadores, ¿cómo encontrarían al responsable? Podría ser cualquiera de nosotros. Lo único que esperaba era que nuestras pasantías no se vieran directamente afectadas por toda esta situación.

Decidí no prestarle tanta atención al asunto de la filtración de información debido a que tenía la cabeza saturada de problemas: el estrés laboral por San Valentín —otra fecha que nos ahogaba de trabajo—, la situación con Nathaniel, y evitar ser eliminada ese mes.

Vendiendo el amor © ✓ [Vendedores #1]Onde histórias criam vida. Descubra agora