23: Devolviéndote el favor

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Capítulo 23 | Devolviéndote el favor

—Damas y caballeros... —Oliver enarcó una ceja y nos miró con una sonrisa maliciosa—. Bienvenidos al Infierno.

Una vez Dwight Eisenhower dijo: «En las batallas te das cuenta de que los planes son inservibles, pero hacer planes es indispensable».

Antes de comenzar mis pasantías en LB&T, mi mente había estructurado una secuencia de metas conforme el avance de los meses. Tales planes no me sirvieron de nada pues al final terminé aprendiendo según el día a día y rodeándome con personas iguales o mejores que yo, para aprender de ellas.

Al mismo tiempo, estas personas tenían las mejores maneras de distraerse de nuestro estresante y agotador trabajo. Y por supuesto, Oliver Collins encabezaba la lista de personas que sabía cómo divertirse.

—¿Por qué nunca me habías traído? —le pregunté, con una sonrisa de oreja a oreja mientras mis ojos se perdían ante los colores, las formas y lo impensable que resultaba ese lugar.

—Porque todavía no sé si estés preparada para lo que estás a punto de vivir.

Brianna, Tom, Melanie, Matthew, Nathaniel y yo nos quedamos impactados ante su respuesta y sin saber qué esperar.

Hoy era el cumpleaños de Oliver, y por supuesto él quería celebrarlo en uno de sus clubs preferidos: Infierno. Una discoteca de ambiente poco conocida en Nueva York, incluso por la misma comunidad gay. Según nos había comentado Oliver, a pesar de que era un club de ambiente, varios heterosexuales asistían porque no había fiestas como éstas.

Era bastante grande, con dos barras de bebidas en los laterales y al fondo, un pequeño escenario donde estaban varios disc-jockeys animando a la población ya alcoholizada y perdida en la música. Las luces del lugar eran rojas y moradas, del techo se desprendían unas lámparas clásicas que parecían combinar poco con el lugar pero que aun así le daban un toque exquisito. Del lado opuesto al escenario de los disc-jockeys estaba una pequeña área de sofás negros de cuero que rodeaban unas cuantas mesas y pufs blancos.

Lo mejor de todo: algunos hombres y mujeres vestían muy poca ropa y estaban cubiertos por luces led del mismo color que las del club. En sus trajes tenían decenas de pequeños tubos, que según Oliver, eran de tequila. ¿El objetivo? Animar a los que querían fiesta.

En líneas generales, todo lucía bien.

La noche lucía prometedora en realidad.

—Si este es el infierno, ya quiero quemarme —sonrió Brianna. Por primera vez estuve de acuerdo con ella, aunque no se lo dije.

—Entonces déjame ayudarte. —Oliver le guiñó un ojo y caminó hacia la barra más cercana a nosotros, donde ordenó varios chupitos.

Cuando los prepararon, Oliver nos entregó dos a cada uno. Los chupitos tenían nombres relacionados al sexo, lo cual me pareció un poco extraño. A Melanie y a Matthew les tocó uno llamado «misionero», a Brianna «anal», a Tom «en cuatro» —ni siquiera quise imaginar la vinculación de sus tragos y sus coitos—, a Nate «amateur» y a mí «lubricante».

—Por un cumpleaños inolvidable —Oliver levantó sus chupitos, y todos hicimos lo mismo.

—¡Salud! —exclamamos al unísono.

La música del lugar era alucinante, y aunque no lo crean —a mí misma me costó creerlo—, Brianna y yo bailamos juntas como si no hubiese mañana.

Melanie se quedó encerrada en su burbuja de amor con su prometido, Tom intentaba mover su cuerpo cerca de nosotras pero era un intento fallido. Nate lo hacía mejor que Tom, aun así yo prefería bailar con Brianna que con cualquiera de ellos dos.

Vendiendo el amor © ✓ [Vendedores #1]Where stories live. Discover now