Capítulo 12

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"La libertad está en ser dueños de la propia vida".

PLATÓN.


       Tiberio estaba contento, las cosas no podían haber salido mejor, ya no tendría que pasar más calamidades, muerto Tito se había acabado toda su competencia. Sin familia que heredase el negocio sería fácil hacerse con la fábrica de Tito, sólo había que pedir un par de favores y dejar caer el dinero en las manos adecuadas. Los planes de Spículus no habían salido como estaba planeado, el general todavía seguía con vida pero de momento dejarían pasar algunos días para que el soldado se confiase. Su suerte estaba echada desde el mismo momento que había visto la cara de Spículus, acabar con el general era una prioridad, podría convertirse en un verdadero problema. Por fortuna, Spiculus y sus hombres habían podido escaparse de la persecución del general despistándolos en las callejuelas de Baelo Claudia. A través de un pasadizo secreto que comunicaba su casa con una salida fuera de la ciudad, los piratas habían podido salir sin ningún contratiempo. Se habían escapado delante de las narices de los soldados. Ahora estaban reorganizando el próximo ataque que supondría el golpe mortal al general.

     Tiberio acordándose del incidente y sonriendo se hallaba desayunando cuando su mujer apareció en la sala.

―¿Te has enterado como anoche enterraron al maestro Tito?—. Preguntó Valeria a su marido—. Por lo visto casi toda la ciudad acompañó al anciano en el cortejo fúnebre.

―Sí, una gran noticia—. Dijo Tiberio sonriendo.

―¿Te alegras de su muerte?—. Intentó disimular Valeria, ya que conocía perfectamente la trama orquestada por su marido y el pirata para quitar de en medio a Tito y al general.

―¿Por qué no habría de alegrarme? De todos era conocido que éramos adversarios en los negocios.

—Llevas razón Tiberio, toma más vino que hoy tenemos que celebrar el acontecimiento de ayer, sin duda los negocios y los dioses te serán más favorables de aquí en adelante.

     Intentó parecer tan cínica como su marido y disimular todo lo posible. Cuando el hombre bebía demasiado vino se le soltaba la lengua y decía lo que no debía. Era necesario averiguar todo lo posible de sus tramas, así que cuanto más tonta pareciese, más locuaz se volvería el desalmado. Llenándole el plato de comida, se dispuso a sufrir el martirio de la presencia de ese ser tan despiadado.


     Julia se había levantado temprano esa mañana con la intención de ir al trabajo, le dolía la cabeza y los ojos los tenía todavía hinchados del llanto pero tenía que acudir a la fábrica para comprobar que todo marchaba como siempre. Estaba preparándose para salir cuando Marco y el galeno entraron al tablinum, donde se encontraba Julia en ese momento.

—Buenos días Julia —dijo el galeno—. El general me estaba indicando que te encontrabas aquí.

—Sí, estaba disponiéndome para salir a la factoría.

—Sólo he venido para confirmarte que la lectura del testamento de Tito se hará pública en el foro esta tarde, deberás estar presente junto con los esclavos de la casa y los demás trabajadores de la factoría. Tito realizó el testamento ante siete testigos y ha estado custodiado por la Vestal. Aunque es demasiado pronto para la lectura, tu amo dejó bastante específicado como debía de leerse el testamento públicamente al día siguiente de su enterramiento, ya que no había ningún descendiente directo ¿Hay algún impedimento para que no puedas asistir?—. Preguntó el galeno.

—No señor, me encargaré de comunicarlo al resto del personal de la casa y de la fábrica —dijo Julia demasiado entristecida y preocupada—. Su futuro junto con el del resto del personal era incierto y cuanto antes supiesen quién se haría cargo, mejor sería para todo el mundo. Había que dirigir la factoría y el nuevo dueño no querría que una mujer tomara las decisiones. Y mucho menos tratándose de una esclava.

BAELO CLAUDIA © 1 Saga Ciudades Romanas(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora