Treinta y uno
Estando de pie frente al puente destruido no le causaba más que una extraña sensación de pertenencia, algo que le decía que era su hogar, su camino descontinuado y perdido en el mar. No recuerda haber cruzado por un lugar asi, ni siquiera se asemeja a las calles que corrió para alcanzar el auto de su padre, pero de alguna manera está conectado.
Aspirar el fresco aire de la mañana ya no ha sido lo mismo desde hace cinco meses, ahora el aroma es distinto, una mezcla de la humanidad desesperada y la naturaleza proclamando su territorio. Es curioso, porque huele a prado, y es tan familiar que comienza a dudar de que toda su vida se haya desarrollado en una ciudad gris.
—Mingyu, no te quedes atrás.
La voz de Minghao lo llama desde lejos, mirándolo al borde de la caída, en los escombros olvidados del puente. Se gira cuando sus pies tocan de nuevo la tierra y puede escuchar graznido de las gaviotas. Acomoda su abrigo, recordando que la temporada de invierno está a punto de comenzar y se gira, exhalando el vaho de sus labios, sintiendo el frio aire azotar su piel.
Camina hasta Minghao, escuchando como Seokmin se queja y tiembla acurrucándose contra el menor, buscando una zona cálida para resguardarse.
¿Por qué todo se siente tan nuevo?
La oscuridad se acerca desde el horizonte, consumiendo el agua y el cielo poco a poco, anunciando su llegada con sigilo. Cierra los ojos mientras camina con sus dos amigos, escuchándolos hablar de trivialidades, recuperando la calma despues de la tormenta.
Los ojos verdes de un niño no han podido dejar su memoria, aunque ya no los encuentra todas las noches esperándolo con ansias, ya no lo encuentra fuera de la biblioteca hablando y hablando. De alguna manera lo extraña, quiere saber qué fue de él, como está, como se siente, quiere saber si ha crecido un poco desde los últimos meses.
—¿no estas feliz?— Pregunta Seokmin a su lado, sujetándose de su brazo para poder tenerlo de soporte. —El abuelo te dejó a cargo de todo. De la biblioteca, de las cuentas, de las ganancias, de Minghao, de los libros, de mí, técnicamente eres nuestro jefe.
Mingyu observa la delgada figura de Minghao que camina seis pasos más lejos que ellos con una tranquilidad magistral. Recuerda la noche en la que el abuelo les anunció que dejaría todo para concentrarse en su vida, en lo que quedaba de ella, y trae a su memoria cuando lo dejó a cargo a él, en lugar de Minghao quien era su verdadero nieto.
"Minghao no es tan idiota como tú y Seokmin, pero él no puede trabajar bajo estrés, su carácter es muy débil, si le dejó a él la biblioteca los malditos oportunistas llegaran para comprar el terreno. Y si le dejo todo a Seokmin llevara este lugar a la quiebra de alguna manera, asi que solo me quedas tú que eres un inútil... Pero eres el indicado para dejar al mando. Cuida bien de tus hermanos"
Lo último que el abuelo dijo le dejaba en claro a Mingyu la gravedad de la situación, el abuelo comenzaba a debilitarse por su avanzada edad, lo que demostraba no pudiendo controlar sus palabras y mezclándolas con la verdad dentro de él. Pero aquella última petición fue lo que lo hizo sentir inmensamente feliz.
El abuelo lo tomaba como uno de sus nietos. A él y a Seokmin.
—Estoy feliz.
Un vacío se creó en su pecho, llamando, con curiosidad, a ojos ámbar.
Treinta y dos
Los murmullos en las vías subterráneas se vuelven cada vez más fuertes alrededor de Wonwoo, cuestionando sus pasos, sus acciones, sus palabras. No hay un lugar al que pueda correr, ni al que pueda esconderse. Desde que Woozi colocó sus azules ojos sobre él ni siquiera ha podido respirar con tranquilidad.
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Oscuro [Meanie][m-preg]
Fanfiction[Los oscuros son, como los llama Mingyu, vampiros que no beben sangre sino que comen carne humana, con uñas y dientes que rasgan la piel y ojos que brillan en la oscuridad, a veces verdes, azules, blancos o rojos dependiendo del oscuro en cuestión...