Capítulo XI

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Llegó la hora del castigo, James no había tenido tiempo de recapacitar con todas las tareas de las clases, más las del castigo. Estaba pensando en su habitación, a la vez que lanzaba una pelota a la pared, rebotaba, la cogía y la volvía a lanzar. No había preguntado sobre el beso ni a Lily ni a Snape. Cuando llegó el chaval rubio diciendo eso, lo primero que se le ocurrió fue correr hacia su cuarto, y no salió de allí, ni habló con nadie excepto en las clases. Cada vez que alguno de los merodeadores le sacaban el tema, él se iba de la conversación o contestaba de malas maneras. 

Ese momento de libertad, de descanso, que había tenido, lo aprovechó para pensar sobre el tema. Como ya hemos dicho, de tanto estrés, no había pensado a penas en el tema.

- Pensaba que Lily me quería, aunque fuera un poco. - pensaba en su cabeza - Creía que por fin se estaba olvidando de Snape, que se lo habían quitado de encima, pero no...

Al estar pensando durante tanto rato, no aguantó, y se puso hecho una ira.

Entonces entró Sirius:

- Eh, Cornamenta, ¿cómo vas? Es hora de ir con Hagrid.

- Voy...

-¿Estás mejor?

- ¡He dicho que voy! ¡Déjame en paz!

- ¿¡Pero a ti que te pasa!?

James pasó de su cara y fue directamente hacia la cabaña de Hagrid. Allí vio a Severus solo, y James no aguanto más... No le hizo falta el uso de la magia... 

- ¡ESTOY CANSADO DE TI! ¡ME ESTÁS ARRUINANDO LA VIDA! - gritó, mientras le empujaba múltiples veces. 

- ¡Tranquilízate! - y pensaréis que fue Severus, pero no, fue Hagrid, que salía de la cabaña en busca de ambos.

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