Primer capítulo

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Al fin había llegado el día tan esperado. Era 18 de junio, y en Pamplona lucía el sol. Hacía un tiempo perfecto para el acontecimiento.

La familia de Amaia se movía nerviosa en la planta baja de la casa de la chica. Sin embargo, ella era incapaz de levantarse de su cama. Estaba nerviosa, mucho. Alfred y ella llevaban esperando años este día, desde que se prometieron aquella noche en Las Azores, bajo las estrellas. Aquellas que les perseguían en los momentos más importantes de sus vidas.

Cuando visitaron la isla para la promoción de Eurovisión se prometieron que volverían. Varios años después lo hicieron, y una noche, bajo la luz de la luna y las estrellas, mientras paseaban por la playa, Alfred se declaró a Amaia. Desde aquel momento habían pasado ya dos años. Pospusieron la fecha de la boda porque en aquellos momentos tenían muchos compromisos profesionales, y querían que fuera especial. Dedicarle la mayor preparación posible, sencilla y elaborada a la vez. Ahora Alfred tenía 27 años, y Amaia 25, ambos estaban preparados. Llevaban listos mucho tiempo.

-¿Titi?

-Alfreeeed. ¿Cómo estás?- Amaia miraba el rostro del chico, quien la sonreía ampliamente.

-Nervioso, ¿y tú?

-Igual. Aún no he sido capaz de levantarme de la cama.

-Bueno, todos sabemos que eso siempre te ha costado.- Picarla siempre había sido una de sus aficiones. Le encantaba cuando Amaia se enfadaba por tonterías, porque después siempre venia una reconciliación. Solo por eso, merecía la pena el enfado. Pero esta vez ella no le replicó nada, y eso a él le extrañó.- ¿Hoy no me dices nada?

-No puedo enfadarme contigo hoy. ¿Quieres que te plante en el altar?

-Tú sabrás si quieres perderte una vida junto a mí- No pudieron evitar reírse de ellos mismos. La conversación comenzaba a ser absurda, pero eso es lo que necesitaban, relajarse, juntos.

Al cabo de un rato decidieron terminar la charla. La madre de Amaia había hecho una aparición en la habitación para que su hija se comenzase a arreglar. Apenas faltaban unas horas para el acontecimiento y ella seguía en pijama. Alfred también había tenido que abandonar su habitación y comenzarse a preparar. Tanto Alfred como su familia se hospedaban esos días en casa de la abuela de Amaia. Así podrían estar más cómodos. Al principio se habían negado, no querían molestar, pero Javiera y Ángel habían insistido tanto que no pudieron negarse.

La relación entre ambas familias, era por decirlo de alguna forma, bastante especial. Tanto a Alfred como Amaia les había sorprendido la forma en la que habían congeniado. No solo ahora, después de llevar muchos años de relación, sino los primeros meses, incluso estando ellos en la academia. Los padres de Alfred visitaron Pamplona en numerosas ocasiones, al igual que los de Amaia, Barcelona. No lo hacían solo para que sus hijos se viesen, sino porque a ellos les encantaba pasar tiempo juntos. Por ello, incluso estando Alfred y Amaia realizando compromisos en la capital del país, sus padres se desplazaban para pasar unos días con la familia del otro.

La boda iba a ser sencilla y todos esperaban que también fuese tranquila. No habían anunciado nada a la prensa, y se habían asegurado de que no les hubiesen seguido los pasos en estos últimos días. Iba a tener lugar en una pequeña capilla, en Sorauren. El lugar donde Amaia siempre había querido casarse y del que Alfred quedó prendado la primera vez que lo visitó. No podía haber un sitio mejor.

-Amaia, cariño, el peluquero está a punto de llegar. ¿Te has duchado ya?

Pero Amaia no escuchaba a su madre. Estaba sumergida bajo las gotas de agua que cubrían su cuerpo, y la melodía que embriagaba al cuarto de baño. Cantando por El Kanka y por Rosalía mientras se enjabonada, perdía la noción del tiempo.

-¡Amaia!- Su hermana entró de golpe en el baño de la chica.- Mamá está nerviosa porque tú estás demasiado tranquila.

-De tranquila no tengo un pelo.

-Pues no lo parece. El peluquero va a llegar en menos de cinco minutos y tú ni siquiera has desayunado.

-Lo sé. Lo siento. Ya me salgo. Solo necesitaba relajarme un poco.

Su hermana suspiró y vio como Amaia salía de la ducha torpemente. Podía observar como la chica no mentía, y si se encontraba nerviosa. Más que en la final del concurso que cambió su vida, y que en la final de Eurovisión junto a Alfred. Ahí estaba la clave, si Alfred estuviese ahora mismo junto a ella, estaría mucho más tranquila. Estaría con él y sentiría que estaba en casa.

-Va a salir todo estupendo. Alfred te estará esperando en el altar con esos rizos alborotados que tanto te gustan, y asomando sus palitas mientras te sonríe, solo a ti.

Amaia se giró hacia su hermana y la abrazó. Ángela no imaginaba cuanta falta le hacía a Amaia ese abrazo, esa dosis de tranquilidad. Sabía que todo iba a salir bien, Alfred iba a estar junto a ella y nada podía salir mal. Pero a la vez tenía miedo. No por Alfred, no por sus amigos o su familia, sino por la prensa. Habían arreglado todo de forma que no se enterasen, pero siempre encontraban la forma. A eso se debía parte de su nerviosismo, ella quería que fuese una velada tranquila. Disfrutar de Alfred, y del calor de su familia y amigos sin una cámara delante. No quería que nadie grabase ese momento tan especial, tan solo Alfredo, quien se había convertido en su fotógrafo personal durante estos años.

-No puedo evitar estar nerviosa.

-Si es por la prensa tranquila. Todo está bajo control. Y si es por Alfred, ni lo pienses. Sabes lo maravilloso que es, y hoy no va a ser menos.

-Lo sé. Créeme que lo sé.

Las dos hermanas bajaron al piso de abajo, donde las esperaba Javiera hecha un manojo de nervios junto al peluquero, quien acababa de llegar.

La sesión de peluquería para la novia comenzó, y al cabo de unas horas Amaia se encontraba lista. Ángel entró en el salón, con su traje de padrino y se quedó embobado mirando a su pequeña.

-Quisiera saber cuando has crecido tanto. Estás preciosa cariño.

Se acercó a ella y le dio un cálido abrazo. Las lágrimas de ambos no tardaron en aparecer. Iba a ser un día especial, lleno de emociones.

Unos minutos después, un coche la esperaba en la puerta. El chófer, su hermano salió de este junto a su mujer y su niña. La pequeña fue corriendo hacia Amaia, tía y sobrina tenían una relación muy especial. Sobre todo desde que Amaia vivía en Barcelona con Alfred, y ambos pasaban mucho tiempo con la niña.

-Tita Amaia, estás guapísima. Al tito Alfred se le va a caer la baba cuando te vea.

-Ay Sara...- Amaia cogió a la niña en brazos, quien solo tenía tres años de edad, y le dio un fuerte achuchón.- ¿Tienes ya lista la cestita con los anillos cariño?

La pequeña asintió y le señaló la cesta que sujetaba su madre.

-Son muy bonitos. Además tienen una frase escrita por detrás. Mamá me la ha leído, porque yo aún no sé leer pero me ha dicho que te va a hacer mucha ilusión.

-¿Una frase?- Amaia se quedó sorprendida, pues no sabía nada de aquella inscripción.

-Sara cariño, ¿qué le estás diciendo a la tita?- Julia, la mujer del hermano de Amaia miró a su pequeña con cara de reproche.

-Ay, es verdad. Perdón tita, era un secreto de Alfred.

Entonces Amaia entendió todo. Y aunque laincertidumbre le comiese por dentro, iba a tener que esperar a llegar al altarpara saber que se traía entre manos su futuro marido. Él siempre la sorprendía,incluso cuando pensaba que no podía hacerlo más aún.

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¡Hola a todxs! Si estáis leyendo esto muchas gracias, de verdad. Lo primero quería decir que se va a tratar de una breve historia, no más de tres o cuatro capítulos. Simplemente se me ocurrió escribir sobre este momento y he querido compartirlo con ustedes. No tiene nada que ver con mi historia "A qué le tienes miedo", es algo independiente. 

Espero que lo disfrutéis y que me digáis que os parece. Muy pronto subiré el siguiente, quizás esta misma noche. 

1016 besos

Aquel día Where stories live. Discover now