dependencia

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Capitulo 8: dependencia

Cuando Lia despertó, estaba de nuevo en su habitación. Anne, la enfermera que había conocido unos días atrás, le estaba haciendo las comprobaciones rutinarias. Volvía a estar conectada a la máquina que controlaba su corazón.

El pitido le hacía sentir algo incómoda, como si le quisiera recordar algo que ella se negaba a vivir de nuevo. Pero cuando la enfermera se fue dejándole la bandeja con la cena en la mesilla de noche, los recuerdos no tardaron en aparecer.

Lo primero que vio fueron esos enormes ojos marrones oscuros. El pulso se le aceleró al recordar la intensa mirada que le dirigió aquel chico. Pero entonces Lia detuvo sus pensamientos.

Él era muy guapo, de eso no tenía ninguna duda. La imagen de su rostro aparecía una y otra vez en su mente. Pero estando en un hospital, lo más probable es que el chico estuviera enfermo de algo.

La biblioteca estaba en el punto en el que se cruzaban todas las áreas de los niños y los jóvenes hasta los dieciocho años. Los tenían separados de los adultos porque así les tendrían más controlados y se sentirían algo mejor al ver a gente de su edad.

Lia se preguntó cuánto tiempo más tendría que estar en esa habitación. Según lo que le había dicho su hermana, no saldría próximamente que se diga. Más bien tenía pinta de quedarle una buena temporada allí dentro.

Sabía que su enfermedad de corazón era lo suficientemente grave como para que entrara en coma, para que estuviera a punto de morir en al menos una ocasión y para que la tuvieran controlada a todas horas.  Pero Lia quería saber toda la verdad acerca de su enfermedad. Quería saber cuánto tiempo estaría en ese hospital y qué implicaba lo que fuera que le pasaba.

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A la mañana siguiente, Lia despertó con el olor de su desayuno. Una bandeja llena de comida la esperaba en la mesa en la que siempre le dejaban lo que debía tomarse. Esa mañana, se encontró con una pastilla sobre una nota. En ella ponía: “Tómate la pastilla con un traguito de zumo antes o después del desayuno, pero tómatela”.

En seguida reconoció la inconfundible letra de Sophia. Cogió la pastilla y se la tragó antes de empezar con el resto del desayuno.

Cuando terminó de comérselo todo, pulsó el botón verde y Lisa volvió a aparecer. Al principio no le pareció buena idea que salieran, ya que la última vez no había ido bien precisamente, pero Lia tenía muchas ganas de ver a los demás niños del hospital y no dejó de insistir hasta que salieron de la habitación con el brazalete que sustituía a la enorme máquina de su habitación puesto en el brazo de nuevo.

Hicieron el mismo recorrido que el día anterior. Por desgracia para Lia, ese día era lunes, y las clases para la mayor parte de los niños ya habían empezado. Ella no tenía que dar clases porque había terminado los estudios obligatorios justo antes de entrar en coma por primera vez.

A partir de ese día se desencadenó todo ese embrollo. Ahora se daba cuenta de la superficialidad de sus amigos. Nunca se hacían verdaderos favores. Pero ninguno se había dado cuenta hasta entonces. O al menos Lia no se había dado cuenta hasta la conversación con Cloe.

Recordar sus frías y distantes palabras, hacía que se le abriera un  agujero invisible en el pecho. Pero no hizo falta que se esforzase en pensar en otra cosa porque allí estaba él. Iba acompañando de la mano a la niña con la que le había visto el otro día. Él también la vio, pero lejos de hacerle caso, siguió de largo como si no se hubiera cruzado con nadie.

Lia estaba confusa. No esperaba que se alegrase de verla ni muchísimo menos, pero tampoco esperaba que pasara de largo como si no la hubiera reconocido. “¿Por qué tendría que haberme reconocido?” pensó entonces Lia. “No nos conocemos de nada. Ni siquiera hemos hablado”.

Sin embargo la sensación de decepción seguía allí.

Lia caminó de vuelta a su habitación sin la compañía de Lisa, que dejó que volviera sola si prometía pedir ayuda a cualquiera si llegaba a perderse. Caminó lentamente por los pasillos, observando cada habitación cuyas puertas estaban abiertas.

Quedaban tres pasillos más para llegar a su habitación cuando escuchó la voz de una niña al otro lado de una puerta.

-          ¿Por qué no la saludaste?- preguntaba.

-          No la conocemos, pequeña. Tal vez no se quede mucho tiempo por aquí- respondió una voz más grave. Lia sintió un escalofrío al oír la voz. No la reconocía, pero le ponía nerviosa de todas formas-. Además, no necesito a nadie más.

-          Yo una vez tuve un amigo que también se caía al suelo y un día ya no me vino a ver más. Y cuando le preguntaba a Clara ella me decía que había tenido que irse con sus padres porque ya estaba bueno, pero que no le iba a ver nunca porque se había ido muy lejos.

Se hizo un silencio en el que Lia supuso que el chico de la voz grave estaría pensando qué responder.

-          Exacto, y yo no me quiero quedar sin amigos. Así que estoy solo contigo y así no me pasa nada- contestó después de un rato.

-          ¿Y si yo me pongo buena y me voy con Marcos?

-          ¿Quién es Marcos?

-          Mi amigo. A lo mejor yo también me pongo buena como él y puedo salir de aquí. ¿Y entonces tú con quién te quedarías?

Lia abrió los ojos al comprender lo que sugería la niña sin saberlo. Y enseguida vio que el chico también lo había entendido, porque dijo:

-          Si tú te vas, yo también me voy contigo.

Sus palabras podían sonar bien siempre y cuando no mostraran tanta tristeza.

Lia decidió que ya había escuchado suficiente. No quería pensar que los niños de allí vivían sin saber  si sobrevivirían al día siguiente. Al menos eso era lo que le había dado a entender la conversación que acababa de escuchar.

Volvió a su habitación y se metió en la cama. Llamó a Lisa para que le conectara de nuevo a la odiosa máquina que emitía pitidos con cada latido de su corazón y, cuando se fue, se metió debajo de las sábanas para poder dormir. Sin embargo, aquella noche soñó con el chico de los ojos marrones. En su sueño, él no hablaba, pero no paraba de mirarla como si sintiese lástima por ella. Lia se despertó varias veces esa noche y no consiguió dormir ni un par de horas seguidas.

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Y otro!!:) ya nos vamos acercando a la mitad de la historia. Hay algunos capítulos menos intensos que otros, pero cuando vayamos acercándonos más al nudo, la tensión aumentará ;)

¿Quién creéis que son los de las voces que escucha Lia? ¿Cómo de grave creéis que es su enfermedad? ¿Os inspira confianza el chico de ojos marrones? ¿y la niña que siempre está con él?

Contadme qué opináis de la historia hasta ahora y si queréis preguntarme algo no dudéis ni un segundo en hacerlo ;) ah!! Y sigo esperando los votos :)

Un saludo para todos!!!! :) :) 

Hasta siempreWhere stories live. Discover now