O7 | I'M CARL GRIMES

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SOY CARL GRIMES

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Los hombres que se acercaron a mí me agarraron por los brazos tras desatarme las muñecas y comenzaron a arrastrarme por el suelo mientras yo pataleaba para tratar de liberarme

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Los hombres que se acercaron a mí me agarraron por los brazos tras desatarme las muñecas y comenzaron a arrastrarme por el suelo mientras yo pataleaba para tratar de liberarme. Conseguí mirar a Aira con rencor y cierto odio, por su culpa yo estaba ahí metido, separado de la gente que me importaba. Ella ladeó la cabeza y se alejó de mí, caminando hacia otra dirección con expresión indiferente.

Los dos hombres que me sujetaban me llevaron a través de unas escaleras, hasta la parte de los calabozos y me lanzaron al interior de una minúscula celda a la que no entraba ni una sola pizca de luz. Golpeé la puerta de hierro hasta que mis nudillos comenzaron a sangrar y después me dejé caer al suelo, con la espalda apoyada en la pared.

Al poco tiempo, aunque no sabía cuánto, pasaron una bandeja al interior de la celda. Palpé la comida. No tenía ni idea de que era. Puede que estuviera envenenada pero tenía muchísima hambre y no pude evitar engullir lo que quise pensar que era un sándwich y beberme media botella de lo parecía a agua limpia.

Tras otro corto periodo de tiempo la puerta se abrió y la luz que invadió el sitio me hizo que cerrara mi único ojo con fuerza y ladeara la cabeza tratando de esconder mi rostro sobre mi clavícula.

—Vaya, vaya. Mira a quién tenemos aquí —una voz masculina habló y entonces yo abrí los ojos—. Aira me ha hablado muy bien de ti.

Miré con detenimiento al chaval que estaba situado frente a mí. Tendría aproximadamente unos diecinueve años, el pelo rizado y de color tizón y los ojos oscuros. Me miraba sonriendo, pero no era una sonrisa precisamente amistosa.

Me levantó de golpe del suelo y sin que yo opusiera demasiada resistencia me sentó en una silla que previamente había lanzado al interior de la celda y ató mis manos a los brazos de ésta y los pies a las patas. Traté de retorcerme para soltarme soltando un gruñido de fastidio.

—¿Qué quieres de mí? —le pregunté alzando la cabeza para poder mirarle fijamente.

—¿Cómo te llamas? —dijo, arrodillándose ligeramente a la altura de mi rostro.

—Me llamo Carl.

El chico asintió y soltó una risa sarcástica. Después se pasó la lengua por los labios y asintió con la cabeza.

—Carl, Carl. ¿Sabes? Yo soy Negan. Ponme las cosas fáciles, chaval —me dijo y yo le miré desafiante—. Te daré una segunda oportunidad. ¿Cómo te llamas?

Inhalé aire muy despacio y me preparé mentalmente para una buena cantidad de golpes.

—Carl.

Mi respuesta hizo, como ya había previsto antes, que su puño impactará directamente con mi mejilla con fuerza.

—¡No pongas las cosas más difíciles! —gritó y apoyó las manos sobre la silla mirándome con cierta rabia—. ¿Quién eres?

Esta vez me negué a responder guardando silencio lo que hizo que volviera a llevarme otro golpe, más fuerte que el anterior.

Noté como la sangre se deslizaba por la mejilla desde mi pómulo izquierdo y mi labio sangraba ligeramente. Pasé la lengua por este e incliné la cabeza hacia la izquierda y con mi hombro limpié la sangre de mi mejilla. Después volví a alzar la cabeza y le miré.

Antes de que él preguntara nada volvió a asestarme otro golpe. Ladeé la cabeza y escupí, sangre en su mayoría. Después volví a mirarle limpiando con la lengua la sangre que volvía a manar de mi labio.

—¿Quién eres? —preguntó de nuevo, al borde de perder la paciencia.

Solté una risa amarga y le miré negando con la cabeza.

—Soy Carl.

El chico volvió a golpearme y llevó las manos a la parte posterior de mi cabeza.

—Vale, Carl —resaltó mi nombre—. Quiero ver qué es lo que llevas tapado.

Traté de resistirme haciendo movimientos bastante bruscos pero el consiguió soltar la venda de mi cabeza y quitarla con rapidez. Después apartó el pelo de mi cara y miró la herida con detenimiento.

—Es asqueroso. Joder. Puedo ver la cuenca completamente vacía. ¿Qué te pasó, chaval? ¿Jugabas con pistolitas y se disparó? ¿O fue un intento fallido de quitarte la vida?

Creo que trataba de herir mis sentimientos pero no lo consiguió. Volví a escupir la sangre que se acumulaba en mi boca sin decir ni una sola palabra. Bajé ligeramente la cabeza y cuando volví a alzarla el chico volvió a golpearme.

Continuó con sus golpes y sus preguntas que solo tenían como respuesta mi nombre alrededor de media hora más. Empezaba a perder la noción del tiempo y el mundo comenzaba a volverse un poco más borroso a medida que me asestaba otro golpe.

—¡Estás empezando a cansarme, chaval! —me gritó—. ¡Sólo tienes que decir un puto nombre y todo esto acabará!

—Pierdes el tiempo —dije con pesadez dejando caer la cabeza hacia la derecha—. Tú y todos los tuyos perdéis el tiempo. Nunca seré uno de los vuestros.

Abrí mi ojo con lentitud y le dirigí una mirada antes de sonreír amargamente.

—Ya puedes torturarme o matarme. Soy Carl Grimes; y nada ni nadie va a cambiar eso.

Volvió a pegarme un puñetazo y oí un "click". Cuando le miré vi como me apuntaba con un revólver.

Volví a reírme amargamente, ¿qué otra cosa podía hacer si no?, y el me golpeó con la culata del arma,?para después presionar el cañón contra mi frente.!Esperé a que disparara sin demasiadas fuerzas para volver a abrir mi ojo izquierdo.

Tal vez ese era mi final. Pensé en Judith, en Michonne, en Enid, en mi padre y en todos los demás, y en como lo sentía por no haber tenido la oportunidad de despedirme y de decirles que les quiero.

Esperaba la risa de mi futuro asesino antes de dispararme mientras el mundo comenzaba a darme vueltas como una jodida noria, sentía la sangre chorrear por parte de mi rostro y mi piel arder por culpa de los cortes  y los golpes provocados.

Pero el único sonido que pude oír fue el de unos pasos acercarse.

El Nuevo Mundo || Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora