18 | KAMIKAZE

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KAMIKAZE.

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Miré los camiones de los Salvadores a las entradas de Hilltop junto a Enid, ocultos entre unos pequeños árboles cercanos al sitio

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Miré los camiones de los Salvadores a las entradas de Hilltop junto a Enid, ocultos entre unos pequeños árboles cercanos al sitio. Mordí mi labio inferior y dejé escapar un suspiro, al mismo tiempo que achinaba mi único ojo para ver en cuál de ellos podría meterme sin ser descubierto.

—¿No vas a volver a casa, verdad? —me dijo Enid con voz baja mientras yo observaba los camiones.

Ladeé la cabeza, todavía sin responder y después la miré. Tensé los labios y la castaña pestañeó varias veces antes de añadir algo a su pregunta ante mi falta de respuestas.

—No lo haces por Abraham, ni por Glenn. Lo haces por ti —dijo apretando la mandíbula—. Quieres matar a Negan... —suspiró ella e hizo una pequeña pausa— ...si todo va bien y lo consigues, ¿cómo escaparás?

—Eso no importa.

—A mi sí —me miró y su mirada colisionó con la mía.

Enid bajó la mirada con expresión triste y preocupada y yo junté su frente con la mía. Nos miramos durante un par de segundos y yo me separé con lentitud de ella y dejé un único beso en su frente.

—Ya me las apañaré —le dije—. Siempre me las apaño.

—Por favor ven conmigo —rogó cogiendo mis manos—. Juntos...

—Me iré a casa —corté su frase mirando a los camiones.

—Mientes —Enid soltó mis manos, sin dejar de mirarme.

—No —negué con la cabeza—. No miento.

Enid sonrió con amargura y dio un paso hacia delante.

—Ten cuidado, Carl —fue lo último que dijo antes de salir de nuestro escondite.

La castaña caminó hacia los camiones para poder colarse en el interior de Hilltop.

—Te verán —advertí mientras ella avanzaba hacia los vehículos aparcados a las entradas de Hilltop.

—No —giró su cabeza y me sonrió haciendo un gesto vago con la mano—. No lo harán.

Observé como Enid se escabullía entre la multitud de Salvadores y pasaba sin problemas por la puerta sin que nadie lograra verla.

Siempre me pregunté cómo lograba moverse de una manera tan rápida para que nunca nadie lograra verla, supuse que Enid tenía sus trucos y que todas sus experiencias le habían llevado a convertirse a la chica que se despidió de mí en Hilltop.

Ninguno se los dos sabía si aquello podía considerarse el último adiós porque tanto Enid como yo sabíamos de sobra que yo no iba a volver a casa y que iba a tomar rumbo al Santuario para llevar a cabo un asesinato del que probablemente no saldría con vida.

Solté un suspiro y salí de entre los árboles. Corrí hasta el camión más cercano y subí con agilidad hacia la parte trasera. Avancé entre ésta y retiré un par de cajas para poder meterme entre ellas. Después junte de nuevo las cajas, lo suficiente como para que pudieran ocultarme y esperé a que el ruido del camión me advirtiera de que estábamos en marcha. Cuando esto sucedió solté un suspiro de alivio y me acomodé entre las cajas.

Traté de hacer el mínimo ruido y de moverme lo menos posible, por si por alguna razón algún pequeño gesto captaba la atención de los Salvadores por muy imposible que pareciera.

A mitad del viaje oi como alguien montaba en el camión. Curioso, asomé la cabeza de entre las cajas y vi a Jesús, vaciando una botella de whisky con una sonrisa placentera en la cara.

—Eh —le dije para llamar su atención.

Jesús soltó la botella de alcohol, la cual cayó a la carretera, y me dirigió una mirada. Él acabó sonriendo y se acercó a mí con pasos lentos y pesados.

—Si se entera tu padre te va a matar porque ya no podemos castigar a los adolescentes sin jugar a la vídeo consola. ¿Qué haces aquí, chaval? —preguntó—. ¿No deberías estar en casa? Eso le has dicho a tu chica.

Me pusé en pie ladeando la cabeza y achinando mi único ojo dirigiéndole una mirada bastante seria.

—Enid no es mi chica —resoplé mirándole fijamente.

—Eso no responde a mi pregunta —habló con tono cantarín mientras miraba entre las cajas, buscando probablemente algo que le fuera útil.

Me crucé de brazos. A penas conocía a Jesús, no sabía por qué le interesaba los motivos por los que yo estaba metido en este camión, lo que estaba claro es que yo no le diría los motivos, aunque probablemente se asemejarían con los suyos.

—Tengo unos asuntos que resolver —dije finalmente.

—Matar a Negan es una mala idea —me dijo vacilante dejando escapar el aire, mientras mordía una manzana.

—¿Qué? —pregunté con confusión—. ¿Cómo sabes que...?

—Uno puntos, chico. Maggie me ha contado lo que pasó con los Salvadores hace unas semanas. —explicó cuando se tragó el trozo de fruta—. Me contó como una chica prácticamente te secuestró, lo cual al verte aquí me hace pensar que obviamente fuiste lo suficientemente listo para ingeniártelas y huir —sonrió con satisfacción, no quise decirle que estaba equivocado en cierto modo—. Y luego te escuché hablar con la chica de tu edad, Enid, si no me equivoco. Ahora estás aquí y seamos sinceros, eres el único que tiene las suficientes pelotas como para ir solo al Santuario para cargarte a Negan y al mismo tiempo el único tan imbécil para hacerlo.

—Es la única forma de que todo acabe. De finalizar todo a lo que nos están sometiendo. Mi padre se empeña en creer que darles todo lo que piden es la mejor opción. Estoy cansado de insistir que no es así.

—Piensa, luego actúa. Si matas a Negan no saldrás vivo del complejo de los Salvadores. Su hija se encargará personalmente de matarte lenta y dolorosamente —dijo Jesús mientras observaba las cajas que nos rodeaban—. Es una misión suicida.

—¿Y que sugieres? —le pregunté y él me dirigió una mirada.

—Que vuelvas a casa no es una opción, ¿verdad?

—No.

—Entonces —Jesús dio una palmada—. Hagámoslo juntos, llegar al complejo, aunque nuestros planes sean un tanto distintos, intentaremos ejecutar ambos.

No le pregunté por su plan. Simplemente asentí cediendo ante su sugerencia, porque no me quedaba otra.

Jesús tenía razón. Aquello era una misión suicida y yo me consideraba un kamikaze.

El Nuevo Mundo || Carl Grimes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora