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Voy a morir.

Y nadie me recordará.

Estaba agitada, mis pulmones estaban fallando, me dolía todo el cuerpo.

« ¿A qué le temes?»

« Al olvido.»

Mis pies estaban a un kilómetro más de convertirse en añicos, de pronto el pequeño pueblo se volvió gigante.

Sujeté contra mi pecho la mochila. Me querían muerta, y harían mi cuerpo cenizas, nadie se enteraría de nada.

Lágrimas corrían por mis mejillas. Estaba sucia, el que solía ser un hermoso vestido blanco estaba estropeado: roto y cubierto de un tímido color escarlata.

Mis piernas temblaban. Nadie te prepara para huir, nadie te enseña a sobrevivir al miedo, nadie nunca me dijo que esa noche cambiaría por completo mi vida.

«Mantente alerta. Siempre.»

Tenía que llegar al aeropuerto, no quedaba muy lejos, quizá en una hora llegaría, pero, ¿Habría vuelo?

«Hay un arma dentro de la mochila, utilizala en caso de emergencia

Apoyé mi cabeza contra el árbol que me daba sombra, y cerré mis ojos—. Puedes con ésto, puedes con ésto... — Intenté convencerme a mí misma que saldría ilesa de ésa mierda, y haría justicia, lo haría, se los debía.

Escuché las llantas de un vehículo rechistar contra las calles de tierra, volví a desesperarme, me puse la mochila colgando en mi espalda y giré mi cabeza lentamente para ver detrás mío, eran ellos.

Te preguntarás, ¿Maya, por qué cojones te quieren matar? Pues aquí va.

12 horas antes.

— Estás guapísima. Te quiero así cuando nos casemos. — Halagó Jade, bromeando. Si mamá la hubiese escuchado se caía de culo.

— Me veo ridícula, parezco niña de cinco años. — Me quejé dándome los últimos retoques en mi vestido, para que no quedase arrugado —. Pero debo dar el ejemplo.

— ¿Ejemplo? ¿Tú? —Dijo riéndose, mi mejor amiga. Sentada en el borde de la ventana, para que el humo de su cigarrillo no entrara a la habitación —. Me parece patético lo que haces, ¿Por qué fingir delante de tu madre, o de la gente? — Comenzó de nuevo ella, con el mismo discurso de siempre —. Ser tú misma no es pecado, ¿Lo sabes, no?

Volteé mis ojos y me di la vuelta para enfrentarla—. No lo entiendes Jade, y nunca lo entenderás. —Contesté tajante—. Creo que ya debes irte, si mamá te ve nos matará a las dos.

Le dió su última calada al cigarrillo y lo lanzó por la ventana para luego entrar a la habitación—. Te equivocas si crees que me perderé el momento en el que salgas de la pecera gigante como gato mojado. — Negó con la cabeza, buscando algo. Seguí sus movimientos con la mirada, frunciendo el ceño.

—¿Es broma, no? Sabes que no eres bienvenida ahí dentro.

— Sí sí, no soy bienvenida en ningún lugar... —Convino Jade, acercándose a mí después de encontrar su mochila—. Pero sin embargo hago lo que me da la gana, porque nadie me dice qué hacer. — Sonrió ella, mostrando sus dientes blancos. Me sorprendía cómo a pesar de fumar tanto, sus dientes seguían brillando.

R E V E N G E ©Where stories live. Discover now