Capítulo 2

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Era las seis de la mañana y Davo había despertado. En realidad su nombre era David Heredia, pero sus amigos algún día le empezaron a decir Davo, para así evitar repetir su nombre y agregarlo con estilo.

Él no era originario de la ciudad, se mudó ahí hace 3 años por razones de economía y su madre le decía que de niña "...las cosas eran geniales aquí. Caminabas por las calles, ya sea en vehículo o caminando y de todos modos, sin conocerte, la gente te saludaba...", pero para Davo, eso lo asustaba en su mente; sin embargo, no empezó nada mal en el Pueblo Marinete ya que se socializo al instante y conoció a muchos amigos; al igual que muchos enemigos que lo querían colgado. Pero lejos de eso, su tranquilidad lo rodeaba a todos partes en sus días de vacaciones: fue a un concurso de fotografía; se fue de viaje con sus hermanos y su madre; sin embargo al regresar escucho que alguien, un chico de su edad, desapareció días anteriores.

Sin dejar rastro de su paradero, la oficina de policías lo buscaban entre la maleza y el campo de maíz que se hallaba por las vías del tren, el lugar que fue visto por ultima vez. De ahí, no ha oído más del chico; Davo no sabe con exactitud quien era o si al menos lo conocía.

Al rato siguiente, ya vestido bajo a desayunar un plato de cereal.

Su madre lo recibió pero al ver que no traía el uniforme de la escuela se percató.

-Oye niño travieso – exclamo antes de elaborarle la pregunta - ¿A dónde vas?

-Hoy es jueves madre. Hoy llevamos a la escuela ropa casual – le aclaro Davo al ver la expresión de su madre – Relájate que mis días de travesuras se quedaron en el pasado, te dije que este ciclo iba ser el inicio de un nuevo yo: más estudioso – comento mientras se sentaba almorzar en la mesa de la cocina con sus hermanos enfrente de él – ¿No te he comentado que ayer la maestra me dio un punto extra por haber hecho el reporte sobre la biología de los sapos?

-No claro que no – dijo su madre mientras lavaba el sartén lleno de rastros de huevos hervidos – Pero es un gusto y un alivio; no sabes cuánto me harás feliz el día que me entregues ese certificado de preparatoria.

Davo vio el rostro de su madre: veía su rostro con ojos cristalinos y listos para llorar o para correr una sola lágrima. Él se paró y la abrazo; después de él sus hermanos, Jorge y Edu también hicieron lo mismo. Sus hermanos tenían 5 y 7 años, así que esto colocaba a Davo como el hermano mayor.

En el momento dramático de abrazo grupal, algo rompió el momento.

-¿Podrías decirme que horas son hijo? – Davo saco su móvil y vio que faltaba diez minutos para indicar las siete emputo.

-Ya me voy madre, voy a llegar tarde.

-¿Llevas almuerzo para el recreo? – grito su madre desde la puerta de la cocina por el cual Davo, salió disparado con su mochila ya en la mano y con un rastro de leche entre los labios.

-No – dijo mientras se colocaba bien la mochila entre los brazos – Pero llevo un poco de dinero.

Pasó el muro de alambres y se fue directo a la escuela.

Davo no era bueno manejando bicicletas pero si sabía que sí iba a llegar tarde, tenía que dejar sus cosas listas para la mañana siguiente con su cámara y sus demás útiles importantes. Sin embargo no era necesario correr hasta el colegio ya que quedaba a sietes cuadras de su casa, algo que para él es muy poco pero para los habitantes de Pueblo Marinete (y mucho más para los que vivían cerca del centro) era eso un trayecto largo para los pueblerinos que vivía en los fraccionamientos de afuera.

Después de un tiempo, Davo llego al colegio con un poco de sudor y se retiró la camiseta de cuadros verdes y se lo coloco en el brazo. Pensó en la preparatoria y como acabaría; apenas llevaba una semana, la cual terminaría como las cincuenta y un semanas que pasarían de aquí en adelante, pero el propósito de su reflexión era en como terminaría psicológicamente, ¿podrá olvida que su padre murió hace unos meses?

Los Tenis BlancosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin