Capítulo 6

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Él detective Ortega subió por las escaleras para llegar al baño y darse una ducha relajante digna de un héroe como él: el gran servidor de la ciudad, salvador de vidas inocentes.

Paso por el pasillo angosto en donde se admiraban fotos tanto familiares como de trabajo, dando una sensación de orgullo, el mismo que lo acapara todos los días que se levanta de esa cama que si a duras penas puede tender. Sin más ni menos se empieza quitar la camisa, deslizándosela poco a poco del cuerpo, dejándolo desnudo ante el aire.

Entro por la puerta y se recargo en la pared para así poder quitarse los pantalones, los cuales le costaba cada vez más por los moretones o fatigas que tenía del día anterior a ese. Por supuesto que al quitárselo, lo aventó lejos de su vista y pues, se quitó lo restante, para que segundos después pudiera reposara su espalda en la cerámica fría de una tina relajante para las burbujas. En eso sentía la misma culpa que su mujer al dejar los bancos mal acomodados, sentía que descansar ahí mientras alguien estaba a la vista de otra persona era malo ¿El defensor del pueblo tiene que descansar en los momentos más peligrosos? Esa pregunta lo dejo a un lado y se recostó.

De repente, sintió que algo le faltaba entre sus dedos; por fin descansaba en paz desde el lunes y sobraba algo en su tiempo libre. Así que salió de la tina y todo desnudo, alzó la tapa de la caja de agua, en donde se le dibujo una sonrisa al ver la caja de puros que tenía guardado. Una caja de madera que al abrirlo con un rechinido acompañado, se veía una bolsa de plástico arrugada con unos cuatro puros

Tomo uno y regreso a la tina de cerámica.

El baño era dos veces más grande que uno normal. Con una televisión colgada enfrente de la tina para que el espectador pueda ver la tele a gusto encima de baño de burbujas, lo cual a continuación acató Julio; subió una pierna encima de la otra mientras el agua caliente rodeaba su cuerpo; una cascada incipida que al verla más de cerca, tu atención se colgaba en ella, sin darte cuenta que el agua te rodeaba gota por gota.

Sin pensarlo bien, agarró el puro y se lo introdujo en la boca. Agarró el encendedor de su pantalón, a mano derecha y lo prendió. Lo saco antes de sacar un humo gris de su boca.

Se clavó ahí durante buen rato.

Al finalizar su momento de paz, se puso la toalla alrededor de la cintura, pero no antes de secarse la cabeza húmeda.

Mientras bajaba las escaleras, un pensamiento llegó a otro, rebotando hacia su hija. La pequeña quería ser policía, pero Julio lo veía como algo que un niño diría pero sin ningúna importancia en sus palabras; entonces describir el futuro de una niña de 5 años era muy difícil, pero el detective quería a su hija ya lista para cualquier cosa inesperada del futuro.

Algo llamo su atención, dejando la idea de su hija a un lado. Escucho un rasguño pasando lentamente en la puerta del sótano, como si pidiera ayuda; desesperado por no poder salir.

¿Otra vez? – se dijo a si mismo mientras daba a un paso delante de otro en dirección a la puerta del sótano. A continuación se percató al oler ese olor tan extraño que su nariz percibía y fue caminando hacia la cocina, donde ahí agarró el plato que su esposa le preparo con gusto.

Él inspector dejo su hambre un lado.

Su rostro cambio a un más sincero.

Por el pequeño orificio que había debajo de la puerta, por el cual salía y entraba su gato que murió hace poco, por un accidente de tránsito. Dejando el gato a otro lado de su pensamiento dejo la comida para admirar aquella mano prisionera que iba a salir. En eso se escucha el ruido de un auto aparcándose afuera de la casa: su esposa e hija habían llegado a su hogar

Miró abajo y el plato que dejo segundos atrás en la apertura, estaba vacio.

Los Tenis BlancosWhere stories live. Discover now