17.

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Ámbar.

— ¿Simón, estás bien? — pregunté cuando ví que sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas y recupere la postura en su cama quedando frente a él — ¿Qué pasa, quien es Alessa?

— Alessa es mi hermana, más bien era, ella ya no está, se fue. — confesó después de unos segundos inundados por el silencio y yo lo miré sin entender — Alessa era la mejor persona que Dios trajo al mundo, si es que existe porque un Dios no permite que una niña de quince años caiga en lo que ella cayó y haga lo que ella hizo.

— ¿Qué fue lo que ella hizo?

— Se quitó la vida. — escupió lleno de dolor, con las mejillas empapadas por sus lágrimas que acababan de escaparse de sus ojos, yo abrí la boca, jamás me imaginé una historia tan fuerte detrás de él — Ella era la niña más alegre del mundo, incluso más que Luna, así que imagínate como era ella, a pesar de estar mal, ella irradiaba felicidad, te la cruzabas en la calle y sonreias pero luego la que dejó de sonreír fue ella, ya no pudo hacer feliz a nadie porque ni siquiera ella lo era, se había muerto mucho antes de quitarse la vida. — me contó en un hilo de voz y se inclinó hacia su mesita de luz, comenzó a buscar algo y al encontrarlo, me enseñó una foto, era Alessa, una adolescente preciosa, tenía un aire a él, en la foto estaba sonriendo, tal como Simón acababa de contarme — Mi pequeña niña se suicidó... — terminó de quebrar en llanto y yo rápidamente lo aferre a mi, para abrazarlo fuertemente y desear nunca dejarlo ir — ¿Por qué ella Ámbar, por qué me dejó solo como mi mamá?

— A veces las personas vienen a nuestra vida solo para enseñarnos una lección y cuando la hayamos aprendido, irse, como los animales, que vienen a este mundo para enseñarnos amar y cuando aprendemos a hacerlo, se van.

— ¿Te he dicho que eres la persona más maravillosa del mundo cuando quieres? — me habló en el hombro a la vez que lloraba sobre este y yo solté una pequeña risa triste por lo bajo, yo también quería llorar, me partía en dos verlo así a Simón, quien tanto intentaba ayudarme a mí, yo debía hacer lo mismo con él y si lloraba por esto frente a él, no lo ayudaría mucho — Padre nunca tuve, es decir, cuando mi madre quedó embarazada de Alessa, él se fue y cuando ella dió a luz, falleció y ahora mi hermana también se fue, todos en mi vida se van Ámbar, se van y me dejan solo por eso a veces pienso que yo también debería irme.

— ¡No, ni se te ocurra pensar en una cosa así! — alcé mi tono de voz bastante molesta con su último comentario y me separé lentamente de nuestro agarre — No podés permitir que el mundo se pierda de tener a una persona tan linda como vos. — tomé su rostro con ambas manos — No todos se van, yo no tengo pensado irme a ninguna parte, bueno sí, a tu departamento y Luna tampoco te va a dejar solo y ya vas a hacer más amigos en el Jam and Roller...

— Por más que quiera irme con mi madre y mi hermana no lo haré ¿Sabes por qué? — negué con mi cabeza — Porque como dices tú, yo también he venido al mundo con una misión, no la de enseñar una lección, sino la de salvar a alguien y ese alguien eres tú Ámbar.

— Cuando me salves tampoco te podés ir ¿Me ois? — me acerque a su rostro para así después acariciar este — Yo dejo que me salves, con la condición de que nunca te vayas de mi lado.

— Es la condición más bonita que alguien me haya puesto.

Le regalé una sonrisa de oreja a oreja y él me la devolvió, segundos después ambos nos acostamos en su cama, nos quedamos mirando el techo, no sé cuántos minutos pasaron pero después de un tiempo giramos nuestros cuerpos haciendo que estos queden de frente para poder mirarnos nuevamente y yo por mi parte, me perdía en sus ojos marrones tan hipnotizantes que tan loca me tenían.

Karma. {Simbar}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora