XII "Las gemelas Hannover"

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—Eran tiempos oscuros y muy antiguos, puedo recordar cada minúsculo detalle de esos días en Francia. Nuestro castillo era el más hermoso e imponente que cualquiera hubiera visto, ya que no solo se componía de la mejor arquitectura, sino que también estaba rodeado constantemente de magia oscura. Nuestros padres eran soberbios, arrogantes y despreciables como solo la nobleza sabia serlo, ¡imaginen! Tenían de humildes lo que nosotras tenemos de compasión por la vida.

El rechinar del metal contra otro se oía al fondo de la conversación entablada por la gemela pelirroja y la reina roja, sentada junto la recluta, Any. La elemental de fuego levanto la vista hacia su hermana, quien no dejaba de moverse en varias direcciones para dar una estocada a Agramon con la espada; Massacre no tenía entera confianza en el guerrero, pero él había puesto su total dedicación en la reina roja para entrenarla y protegerla – podía confiarle a la mujer de hielo, al menos, ya que había decidido que su gemela estaría bajo las habilidades del mismo Samael.
—¿Cómo saber que el movimiento es correcto? —preguntó, mientras alzaba el filo contra su oponente.

—Lucifer suele usar sus poderes para pelear, pero usará también espadas o cualquier arma que le sea útil. No hay ataques correctos o incorrectos contra en antiguo rey; puede usar tus estrategias en tu contra. Solo...no permitas que te mate, es todo.

Ella soltó un resoplido como si tanta palabrería le resultara superflua, solo quería terminar de entrenar para utilizar algo de su poder, ya que sentía que le cosquilleaba en la punta de los dedos por no usarlo hacia tanto tiempo. Agramon le concedió su petición de terminar, añadiendo lo bien que sabía pelear – a su manera, quizá, ya que no era parte de su encanto elogiar a las personas, menos a aquellos que eran sus "aprendices"
Red aplaudió al ver que la chica de cabello azul hacía media reverencia tras la pelea, luego se encaminó rumbo a la pequeña reunión.
—entonces, ¿sus padres murieron? —abrió mucho los ojos, como una niña encantada de ver millones de dulces.

—los asesine —intervino Danae, sus ojos fríos destellaron con malicia —. La sangre corría espesa, tan roja como la manzana más hermosa, y tan podrida como el interior de la misma manzana. Creo que les hice un gran favor, ya que Lucifer debió llevarse sus almas a una de esas celdas de tortura, ahí estarán a gusto.
Luego de tanto tiempo en solitud, recibimos la mejor educación y las mejores enseñanzas que el mundo oscuro nos pudo haber otorgado. Nuestros padres ofrecieron nuestras almas al caído, por eso le pertenecemos, en cierto modo.

Agramon se acercó a ellas, escuchando cada fragmento de la conversación. La mirada de Any se mantenía inerte y perdida en el complicado encaje ambarino que trepaba por los brazos de Elise, luego su cabello fogoso parecía cubrir parte de ese encaje, o quemarlo.
—Si asesinan a Lucifer serian libres de él, por eso decidieron pelear. Sus intenciones pueden verse a kilómetros de distancia.

—Me temo —corrigió Danae — es mucho más complicado que eso. Las intenciones no cuentan, así como el número de soldados no cuenta en una guerra. Estar a merced de alguien como Lucifer es algo que simplemente no se puede ignorar, es como quedar atrapado en una telaraña deseando escapar, pero no te das cuenta de que la araña esta sobre ti, lista para comerte, hasta que ya estas entre sus dientes.

La puerta se abrió, permitiendo que un severo soldado de opulenta armadura se encaminara lo más cerca del círculo. Hizo chocar la lanza contra el suelo para llamar la completa atención y anuncio, con voz profunda y nada humana —. La elemental de fuego, Elise Hannover, será entrenada por el demonio Samael dentro de tres horas exactas en la sala de entrenamientos número cuatro. Danae Hannover será recibida de inmediato por su majestad, Meghan Shostakov, para una audiencia general en el ala privada del palacio.



-Demonio Blanco-

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