Capítulo 4 (sueño III)

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2018

Cristina

Desperté en medio del abandono de mi marido, rodeada de confusión y papeles tirados por toda la casa, muebles fuera de su lugar, botellas de licor que no pude terminar que manchaban el suelo de tristeza. El dolor de cabeza hacía que mis pensamientos fueran poco claros, el suelo se adueñó de mi piel, de la pesadez de mis huesos, haciendo que se abrazaran con compasión, diciendo que estaría mejor ahí acostada. La ligera luz del sol que entraba entre medias por la ventana de la sala no podía lidiar con el frío, tampoco pudo aliviar mi alma desaprovechada y malgastada por el maldito alcohol. Trataba de sentarme en una posición estable para tener una compostura normal, el mareo lo volvía una tarea difícil, las lágrimas no querían alejarse de su reflejo. Una vez sentada, saqué un nuevo esfuerzo para ahora pararme sin caerme, me tambaleaba con mi sombra detrás apoyándome, lo primero que busqué fue un espejo para verme el deterioro de la noche en mi rostro, el deterioro de mi espíritu, mi maquillaje era un auténtico desastre, dos medias lunas desgarradas y oscuras bajo mis hinchados ojos, mi cabello ni se diga, mi único objetivo del momento era intentar tener una cara con un semblante más humano, sentirme refrescada para ahora afrontar la limpieza de la casa. Salí del baño para aproximarme a la cocina a por unas pastillas para la cabeza, no tenía apetito y solo tenía energía para preparar un café, quitarme la tontería del todo. Con el silencio absoluto por la ausencia de Eduardo, fue como si la vida en mi casa estuviera detenida, ni una partícula se movía, yo estaba recargada sobre la barra de la cocina mientras apreciaba detenidamente el circo montado, hojas de periódico, libros tirados, jarrones quebrados, un... ¿sillón de cabeza? No daba crédito de lo que veía.

Con pasos lentos llegué a recoger lo que pudiera de papeles y buscar un orden en ellos, pero era imposible con el dolor de cabeza, lo aparté y me senté aun con mi café en mano, vería la tele pero me doy cuenta que le di un golpe a la pantalla, sería muy idiota de mi parte pensar que podría encenderla, por lo cual agarré un periódico al azar para leer algo, lo que sea, daba igual si eran noticias viejas, comencé a hojear, me entretuve con ciertos artículos de política, como si no tuviera bastantes dramas en mi vida, irónicamente encontré paz en artículos del congreso, debo de reconocer que me sentí mas relajada, preparándome emocionalmente para limpiar lo que me recordaría al evento de anoche a cada paso mío. Al final encontré algo que atrajo toda mi atención, no sabía si me estaba volviendo loca, pero, la cara de Tania estaba plasmada en el periódico, advirtiendo de lo peligrosa que es, que es sospechosa de un secuestro, ¿Por qué la amante de mi marido estaría involucrada en eso? Era imposible.

No tenía a un esposo al cual contárselo, un confidente, nadie. Dejé los demás papeles donde estaban y fui a la cocina por tijeras para recortar la noticia y pegarla en el primer cuaderno que encontrara, fue tal el impacto que lo mejor que pude hacer fue bañarme para continuar buscando noticias de la misma índole sobre Tania.

Saliendo de la regadera, mi reflejo en el espejo me veía con complicidad, me tomé mi tiempo para arreglarme y parecer la mujer de hace años que conquistaba editoriales y no bares. Nunca había limpiado de una manera tan tranquila pero con la misión de recolectar más noticias, buscaba llegar a varias conclusiones. Tiré mis botellas, tanto las vacías como las que aún no he abierto, era colmo ya, en mi mente planeaba conmigo misma escribir ahora un libro nuevo, no pretendía quedarme de brazos cruzados con mis cuernos y un alma inocente de por medio. Pasé el resto de la tarde leyendo con calma y buscando piezas del rompecabezas, escuchando Nabucco por Giuseppe Verdi, esto era mi prioridad ahora, hacer un libro de investigación.

Una pregunta másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora