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Me dejó descolocada. Se retiró hacia las sombras, donde se fundió con ellas para desaparecer. ¿Dónde estabas? ¿Qué eras?

Ahora sabía que la pesadilla era real. Lo peor fue cuando me dijo que me cuidase de lo que había ahí afuera. ¿Qué más podría haber en esa maldita mansión? ¿Qué más se escondía en los pasillos? ¿Qué...?

–¡Isis! ¡Por fin! –gritó Lubi asomándose por donde las escaleras. Yo había salido afuera, un tanto despeinada. ¿Qué iba a pensar ella si me veía recién follada, oliendo a sexo y despeinada? Di un par de pasos hacia atrás, ocultándome en el búnker, y me di un cabezazo contra la pared, haciéndome una brecha. Ella bajó corriendo las escaleras y me vio tendida en el suelo. –¡Isis!

–Lu... Lubi...

–¿Qué te pasa?

–Me... he mareado. Creo que antes me desmayé...

–¡¿Qué?! ¿Te encuentras bien?

–No. Estoy... –estaba en las malditas nubes aún por los orgasmos que aquel demonio me había dado, a la vez que aturdida por el cabezazo que me di. Pensé que me había pasado. De hecho comencé a pensar que estaba delirando desde el principio y que ver a la sombra era consecuencia del golpe, aunque éste hubiera sucedido después.

Lubi me ayudó a incorporarme y con cuidado me llevó hasta un cuarto de baño próximo a aquellas escaleras. Me echó alcohol y me puso una tirita en la herida que yo misma me había ocasionado.

–Esta mansión me da repelús.

–¿Qué?

–Todos los días llueve... todos los pasillos son tan oscuros y largos... Encima para colmo me desmayo. Lubi, te quiero un montón pero creo que lo mejor sería que nos fuéramos a un motel. Por una noche, al menos.

–¿A dónde iremos con estos vientos? Mañana bajan, creo. Hoy ya les he invitado a todos.

–¿Hm...? Joder, no me apetece nada ver a nadie.

–Porfa. Igual lo que te agobia y te desmaya es no pasártelo bien. Estamos aquí encerradas cuando deberíamos estar todo el día por ahí pendoneando y haciendo el loco.

–Seguiría estando encerrada, y en ese búnker en el que falta el maldito oxígeno.

–Ah, ya, es raro. Era un refugio antibombas.

–No quiero ni saberlo, yo creo.

–Que sí. De cuando la guerra. De hecho descubrimos las escaleras de casualidad porque estaban detrás de una pared falsa. Estaba lleno de comida de hace cincuenta años. La tiramos toda, claro.

–No deberíais. La paz es una ilusión efímera.

–¿Eh? Calla, ¡calla! ¡Vamos de fiesta! En menos de una hora estarán aquí.

–¿Y cómo van a llegar a través de todo ese viento? –dije mirando por la ventana a los árboles inclinándose ante el poder del soplido del viento.

–¡Que se las apañen ellos! –rio, y fue cuando me percaté de que yo misma había hecho la pregunta que me contestaba a la advertencia de la sombra. "Ten cuidado con lo que hay ahí afuera..."

La SombraWhere stories live. Discover now